Capítulo 23

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Maratón...

Henry le pidió a su asistente que se ocupara de su esposa la cual necesitaba irse al supermercado a hacer la compra, sin embargo, con la salida había estrenado el GPS que había introducido en su móvil para poder estar al tanto en todo momento de dónde se encontraba, lo había configurado cuando compraron el móvil en la tienda. Estaba obsesionado por controlar todo aquello que le importaba, sobre todo si había un contrato de por medio.

Cuando regresó a la casa en la tarde no encontró a Diana, ella se había marchado ya, si así iba a ser siempre, no creía que iba a haber ningún problema.

―¿Tu viaje de mañana sigue en pie? ―le preguntó la chica mientras cenaban.

―Así es.

―¿Te irás muy temprano? ― él levantó la mirada para verla, estaba jugando con la comida mientras le preguntaba sobre su viaje. Él depositó lentamente su cubierto. Ella dejó de jugar con la comida al ver que había llamado su atención.

―¿Hay algo que te preocupa?

―¿Preocuparme? Creo que no.

―Mario estará contigo en todo momento, no te dejaría a su cargo si no confiara en él.

Ella sintió una punzada en el pecho ¿qué le hacía pensar que estaba preocupada por su seguridad? Lo que en realidad la preocupaba era tener que pasar un día sin verlo, pero estaba claro que ese no era problema suyo.

Cuando se fue a la cama, puso el despertador, sospechaba que, dado que él tenía que viajar temprano, no se molestaría en despertarla y ella quería despedirse de él antes de que se fuera. Mientras estaba en la cama, se desveló preguntándose si había hecho ya el equipaje, si había elegido los trajes adecuados. Bueno, vivía solo, siempre iba bien vestido, seguro ese no era su problema.

Se armó de valor y tomó su móvil, tenía su número, aunque hasta entonces no habían compartido ni una sola llamada. Entró en mensajería y decidió escribirle, solo eran las diez de la noche, ¿y si se había dormido ya?

Henry estaba repasando el discurso que daría en Berlín dentro de doce horas cuando le llegó un mensaje al móvil, miró la hora en su reloj de muñeca, a esta hora solo podía esperar un mensaje de Mario, tal vez quería darle algún otro dato sobre el viaje. Alargó la mano y tomó su móvil sobre la mesita de al lado; estaba sentado en el balcón de su cuarto donde podía respirar el aire fresco. Ver el nombre de Emma en la pantalla le sorprendió mucho. Dejó lo que estaba haciendo y se puso en pie mientras abría el mensaje pensando que necesitaba algo.

Hola. Me preguntaba si necesitaba ayuda con el equipaje, o ya lo tiene listo.”

Suspiró relajado, ella estaba bien. Releyó el mensaje y enseguida su mirada se posó en su maleta abierta y todavía vacía sobre la cama, dibujó una sonrisa en su rostro al darse cuenta de que ella no estaba dormida porque estaba preocupada por él, le importaba.

“¿Cómo rechazar la ayuda de una mano femenina? Si no es abusar, creo que aceptaré la propuesta.”

Depositó de nuevo el móvil sobre la mesita y entró en la habitación para dirigirse a la puerta y abrirla. Dio unos pasos fuera de la habitación y entonces la vio, estaba saliendo de su cuarto. Cuando lo vio se llevó el pelo detrás de la oreja. ¿Estaba nerviosa? Él la ponía nerviosa, por supuesto, pero ¿era algo bueno? Esperaba que sí, porque ella era su esposa ¿y a quién no le gusta una esposa que esté loca por él? Sobre todo, cuando esperabas que el matrimonio durase para siempre.

Ella lo alcanzó. Se fijó en que llevaba un camisón gris que se ocultaba bajo una bata bien ajustada, diría que parecía una monja, o simplemente estaba dejando claro los límites que había entre los dos, al menos le consolaba saber que no estaba tramando nada, era la mujer más clara que había conocido, no jugaba a nada y no tenía dobles intenciones.

―Temía que no siguieras despierto.

―Tengo que repasar mi discurso. Después iba a hacer el equipaje, pero alguien se ha ofrecido amablemente a ayudarme.

La dejó entrar en la habitación y le mostró la maleta y el guardarropa donde tenía sus cosas bien organizadas.

―Confiaré en ti. ―le dijo― Seguiré en el balcón y te dejaré para que te sientas cómoda.

―Gracias. Procuraré no tomar mucho tiempo.

Él le dedicó una sonrisa.

―Tómate todo el tiempo que necesites.

Regresó al balcón y tomó de nuevo asiento con los papeles a mano. De vez en cuando le echaba un vistazo a Emma, parecía concentrada en lo que estaba haciendo, y los celos se apoderaron de él al preguntarse si le había rendido aquellos favores a otro hombre.

―Concéntrate―se dijo y regresó la mirada a los documentos. “¿No te basta con que hasta ahora no se haya acostado con ningún hombre?”, le recriminaba su conciencia. Se fijó de nuevo en ella, veinticinco años y todavía era virgen. Era increíble, pero, aunque Félix fuera un imbécil, todo apuntaba a que tenía razón.
De pronto se encontró pensando en sus besos, no es que pareciera una experta, aunque había que reconocer que había disfrutado con cada uno de ellos. soltó aliento y depositó los papeles sobre la mesita, estaba claro que ya no iba a concentrarse.

Se puso de pie y se detuvo en la puerta observándola, preguntándose qué le impedía tener a la chica, convertirla oficialmente en su esposa. Sabía que no era algo que debía forzarse, sobre todo tratándose de alguien como ella, debía darle confianza y seguridad, hacerla abrirse a el por cuenta propia, solo debía encontrar la manera sabia de hacerlo.

Emma se detuvo al darse cuenta de que él estaba allí de pie observándola. ¿Por qué la mirada de esa manera y en silencio?

―Ya que solo estará dos días, le he preparado dos trajes, el que usará delante y el que se pondrá cuando se vaya. ―él miró sobre la cama, allí se encontraba el traje del que ella hablaba, mientras el otro ya se encontraba arreglado en la maleta. ―También le he puesto en la maleta una toalla, chancletas…

―Oye, confío en ti, no es necesario que me explique nada, ni mucho menos que empieces a hablarme de usted―dijo acercándose a ella. ―Me imagino que no es la primera vez que haces algo igual por alguien.

―Ahm…puede― ¿y eso qué significaba, que sí lo había hecho, o no?

Emma se preguntaba por qué él seguía acercándose a ella, retrocedió disimuladamente, la estaba intimidando ¿había hecho mal al decidir ayudarlo? Lo peor sería que pensará que tenía segundas intenciones al ofrecerse a esas horas de la noche, ¿o sí? Su corazón comenzó a palpitar con fuerza, él desconfiaba de las mujeres, quizás la estaba poniendo a prueba, y si dejaba que se acercara mucho conseguiría que reconfirmara su teoría sobre las mujeres, si aquel hombre seguía comportándose de aquella manera extraña, no conseguiría estar nunca con ninguna mujer.

―Creo que…ya puedes encargarte del resto. Yo en cambio, me iré a dormir.

Ella intentó pasar por su lado, pero entonces él la detuvo tomándola por la cintura y colocándola frente a él, ella lo miró absorta. Él tenía la mirada sobre ella, pero no decía nada, ¿cómo iba a saber qué estaba pensando?

Él alzó una mano hacia su rostro y comenzó a acariciarle el cabello. Pareciera que quería decirle algo, pero ¿por qué no lo hacía? Y ¿por qué la acariciaba de aquella manera? Claro, la estaba probando. Se apartó de inmediato.

―Me gustaría proponerte algo ―la chica abrió los ojos de golpe, ¿era lo que se imaginaba? No iba a caer en su trampa, claro que no.

―No creo que esté interesada. Que tenga buenas noches.

Pasó por su lado y salió de la habitación dejando a un Henry completamente confuso, ¿a qué había venido aquello? Ni siquiera le había dejado hablar. “No está interesada en ti, y teme que le vayas a pedir tener una relación verdadera.” Se dijo, porque era justo lo que había pretendido hacer.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora