Capítulo 27

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Emma se encontraba en el antiguo cuarto de Henry, sonrió, se sentía como estar metida en su cabeza. La emocionaba saber de su adolescencia. El cuarto estaba limpio y bien ordenado, al parecer procuraban mantenerlo siempre limpio, sin embargo, no se había cambiado su esencia de como cuando él estaba allí, era evidente. A un lado de la pared podía ver un poster con las citas de las 48 leyes del poder, se acercó a verlo de cerca y soltó una risita. Había otro poster, pero este era del equipo de fútbol de Manchester City, no sabía que le gustara el fútbol, tal vez lo dejara a un lado una vez se convirtió en un gran ejecutivo.

Había un estante lleno de libros de diversos géneros, comenzando desde economía a las obras de grandes pensadores, al parecer siempre fue un tipo muy inteligente que desde siempre leía grandes obras.

Bostezó, eran ya las nueve cuarenta, debía descansar. Abrió su bolso y sacó de él su pijama de algodón, con aquel clima le venía mejor que un camisón. Se quitó lo que llevaba puesto y se puso el pijama. Tomó el sobre de fotos; se lo había traído, y se subió a la cama con ello. Prendió la luz de la lámpara de la cabecera y abrió el sobre, introdujo la mano en él y retiró todas las fotos que había en su interior. Ante sus ojos aparecieron las fotografías de ellos dos. Comenzó a pasar lentamente una a una, eran hermosas las fotos. "Creo que le gusta, aunque no lo diga." Recordó lo que le dijo Mario refiriéndose a Henry, ¿seguro le gustarán? Soltó aliento y cabeceó contra la almohada mientras seguía observando las fotos.

Daban las 22:35 cuando aparcó Henry en el patio de sus padres. Se bajó rápido del auto y corrió a llamar al timbre varias veces seguidas, escuchó la voz de su padre quejándose desde dentro, hasta que abrió la puerta.

―¿Henry?

―¿Dónde está ella? ―preguntó entrando agitado en la casa mirando por todos lados.

―Hijo, ¡has venido! ―su madre salía del cuarto para ver quién había llegado ―Te esperábamos mañana.

―¿Te refieres a tu esposa? ―preguntó Tomás― Debe estar ya descansado, pero si sigues gritando de esa manera la despertarás, ¿es eso lo que quieres? ―Henry se detuvo a verlo, estaba molesto con ellos, pero no podía enfrentarse a ellos si todavía no podía confirmar ella estaba bien realmente.

―¿Descansando dónde?

―En tu antiguo cuarto, espero que aún te acuerdes de dónde se encuentra.

Henry subió corriendo las escaleras hasta que se encontró frente a la puerta de lo que recordaba fue su cuarto, la abrió y ante sus ojos incrédulos la vio, estaba durmiendo en lo que había sido alguna vez su cama.

―¿Lo ves? ―su padre lo había seguido―Ella está bien y duerme plácidamente. ―Henry suspiró sintiéndose realmente aliviado, temía que le hubiese pasado algo. Se volteó para ver a su padre.

―¿Queréis explicarme por qué le hiciste venir hasta aquí y sin mi consentimiento? ―preguntó furioso, pero procurando no alzar la voz, para evitar que ella se despertara.

―¿Prefieres que lo discutamos aquí con riesgo de despertarla, o que bajemos a hablarlo tranquilamente?
Resopló y caminó escaleras abajo seguido de su padre. Shara los esperaba al pie de la escalera. Le sonrió a su hijo, se alegraba de que estuviera allí.

―Debes de quererla muchísimo. ―le dijo cuando él estuvo abajo.

―¿Es eso lo que queríais probar?

―Es tu esposa, Henry. ―habló su padre―Te has casado y no le has informado a tus padres. ¿Qué mal te hemos hecho para que nos trates de esa manera?

―Estuvimos en tu casa aquel día y no nos dijiste nada. ―añadió su madre.

Entonces de eso se trataba, alguien se había ido de la lengua y ahora ellos se creían que los despreciaba tanto como para no invitarlos a su boda. Soltó aliento, ¿qué podía decirles al respeto? Tampoco es que ellos hubieran actuado correctamente, ¿qué padres chantajeaban a su hijo de aquella manera?

―Eso no os da ningún derecho de actuar de esta manera, si os molesta algo de mí tratad directamente conmigo y no la metáis a ella en esto.

―Puede que tengas algo de razón. ―reconoció Tomás.

―¿Puede? ―preguntó con ironía.

―Queríamos que vinieras―confesó su madre. ―Era la única manera de conseguirlo. ¿No nos has castigado lo suficiente?

Henry miró a su madre, ¿qué podía decirla? Tenía razón, claro, pero también sabían porque no había vuelto a llegar hasta allí. Sin embargo, lo habían logrado, acababa de caer en su trampa y ahora se encontraba allí de nuevo.

―Entendemos que no quieras contar con nosotros en todo lo que te pasa, pero al menos cuando se trata de algo tan importante como un matrimonio debes hacérnoslo saber. ―habló su padre más tranquilo, lo cual hizo que él también se tranquilizara.

―Habéis logrado que venga, ¿qué queréis de mí?

―Ya que lo preguntas. Hemos decidido celebrar una fiesta por vuestra boda―contestó emocionada la mujer―Al menos de esa manera podremos sentirnos parte de ese paso importante que has dado.

Henry soltó aliento, sabía que no iba a regañarlos en eso, no podía confesarles el motivo por el que no podía invitarles, no le quedaba de otra que hacer lo que pedían, luego se irían.

―¿Cuánta gente vendrá?

―Solo gente importante, es decir, todo el pueblo, más o menos.

―¡Mamá!

―Seguro no vienen todos, les habrá tomado desprevenidos la invitación. De todos modos, se trata de gente que te vio crecer y...

―Subiré al cuarto. ―dijo dándoles la espalda.

―¿No cenarás? ―lo detuvo su madre, la verdad es que no había podido cenar, pero eso no era importante en ese momento.

―Es tarde. Nos vemos mañana.

Dicho eso subió las escaleras y se dirigió al cuarto donde seguía durmiendo su protegida. Entró en el cuarto y cerró la puerta con cuidado para no despertarla. Caminó hacia la cama y alzó la mano para apartar mechones de pelo de su rostro, cuánto la había echado de menos, se había llevado un gran susto al no poder localizarla, pero ahora estaba más tranquilo, otra vez sus padres lograban quitarlo de quicio.

Se percató de algo, junto a la chica había fotos, al parecer se había quedado dormida mirándolas. Tomó una de ellas y se llevó una sorpresa al descubrir que eran de la boda.

―Mario. ―murmuró, debió habérselas entregado él.

Se llevó una mano al cuello de su camisa y se soltó unos cuantos botones mientras se sentaba al borde de la cama, se sentía realmente agotado. Guardó las fotos de vuelta en el sobre y lo depositó sobre la mesita de noche.

―¿Henry? ―escuchó la suave voz de Emma, se había despertado. La miró, ella pareció parpadear varias veces mientras se incorporaba sobre la cama asegurándose de que no era ningún sueño. ―¡Henry!

Llamó asombrada al ver que sí estaba allí, y enseguida se lanzó a sus brazos tomándolo por sorpresa. ¡Lo estaba abrazando de verdad!

―Me has extrañado ¿verdad? ―preguntó y de inmediato se apartó la chica, una vez que lo hizo fue consciente del frío que hacía en aquel lugar.

―Lo...lo lamento, no sé por qué...―parecía avergonzarse, Henry la interrumpió posando una mano detrás de su cuello y atrayéndola a él para besarla.

Emma se quedó inmóvil por un instante, pero entonces le correspondió. se le nubló la mente, no podía pensar con claridad, todas sus fuerzas se habían esfumado, no podía ni apartarlo. Si estaba probándola estaba ganando. Lo sintió juguetear con su lengua y hacerla desear más, ¿qué estaba haciendo?

No se dio cuenta de cómo pasó, pero de pronto lo tenía encima, sobre la cama, acariciándola mientras continuaba con sus suaves besos, ¿eso estaba pasando de verdad? ¿era bueno o malo? ¿por qué la gustaba lo que estaba sintiendo? ¿cómo acabaría esto?

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora