Capítulo 37

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―¿Lo has visto? No la deja sola en ningún momento.

―¿Cuál es el plan entonces? ―preguntó Damián con la mano todavía en el volante.

―¿Tú qué crees? En algún momento tendrá que dejarla sola.

―Ya lo hizo, la dejó en la casa y no hay manera de que crucemos ese patio, está muy asegurado.

―Déjame pensar, se me ocurrirá algo, esa zorra tiene que pagarnos por todo.

Damián, y quien fuera el guardaespaldas de Emma, estaban fuera de la casa, habían aparcado el coche a una discreta distancia del lugar. Después de la escapada de la chica, Félix y su padre la tomaron contra ellos, tanto así que los despidieron, perdiendo de esa forma sus trabajos, y hasta entonces no habían conseguido nada mejor, aunque tampoco es que estuvieran por la labor, estaban resentidos y querían que ella pagara por haberlo avergonzado de aquella manera y haberles hecho perder sus trabajos.

En la mañana se habían quedado fuera de la compañía para verla llegar, estaban al tanto de que había asumido el puesto de su difunto padre, y cuando salieron los siguieron a buena distancia, primero al puerto y luego hasta la casa, fue de esa manera que conocieron la casa en la que vivía ella. La chica era millonaria y estaba casada con otro millonario, cualquier cosa les bastaría para recibir una recompensa y hacerse ricos a su costa, se los debía.

Henry llegó a la casa, se sentía algo agotado por el día que había tenido, llevaba una caja de bombones en la mano, esperaba que le gustara a la chica. Diana se había marchado y Emma no estaba en el salón. Subió las escaleras hacia las habitaciones.

Abrió la puerta del cuarto donde se quedaba la chica, suspiró al verla tendida de lado sobre la cama, era mediodía y se había quedado dormida, todavía llevaba la misma ropa puesta. Se acordó de la primera vez que la encontró tendida en la cama, ¿debería pensar que la preocupación le hacía dormir? Esbozó una fugaz sonrisa y entró por completo en la habitación, estaba vacía, no veía sus cosas por ningún lado ¿por qué? ¿había pensado en irse? Imposible, eso nunca sucedería.

Se acercó a la cama y se sentó al borde de la cama. Depositó la caja de bombones sobre la mesa, observó el hermoso rostro de la chica y soltó un suspiro de nuevo pensando en si ella tan solo supiera lo que él sentía por ella, no tendría por qué preocuparse por lo que dijeran de él sobre las mujeres.

Tenían que hablar, pero no iba a despertarla. Se puso de pie de nuevo para quitarse la chaqueta y colocarla en el colgadero. Regresó a la cama y se tendió sobre ella de lado, colocándose detrás de la chica. Suavemente posó su mano sobre el brazo de ella y lo acarició, aspiró el aroma de su cabello y cerró los ojos, definitivamente estaba loco por ella.

Emma se sobresaltó al sentir la presencia de alguien en su espalda. Se dio la vuelta de inmediato hasta tenerlo de frente. Le latió fuerte el corazón, él la estaba observando.

―Henry…―murmuró con los ojos humedecidos.

Él le acarició suavemente la mejilla.

―Estoy aquí.

―Lo siento.

―Lo sé, lo sé. Siento que me hayas tenido que ver reaccionar de aquella manera. Es como te dije, no me gusta que me oculten las cosas, al menos no las personas en las que confío. Prométeme que no volverá a suceder, que me lo contarás todo por más que creas que pueda afectarme.

―Te lo prometo, no volverá a suceder.
Él soltó aliento, besó su frente y la atrajo hacia él. Emma lo abrazó con fuerza mientras pegaba su cabeza a su pecho y cerraba los ojos sintiéndose aliviada.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora