Capítulo 57

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Maratón 4/4

Por primera vez tenía miedo, temía perderla y aún más, que fuera por culpa suya, no solo la perdería a ella, sino al hijo que estaba esperando y ni siquiera lo sabía. Sus ojos estaban cargados de lágrimas, y era por la impotencia, no podía cambiar la situación que había provocado.

―¡Hijo!

Se volteó a ver a sus padres que corrían a su encuentro por el pasillo del hospital. No recordaba la última vez que había deseado tanto estar con sus padres, pero ahora los necesitaba, quería que alguien le dijera que todo iba a ir bien. Los alcanzó y su madre se lanzó a sus brazos consolándolo y él se lo permitió.

―Lo siento cariño.

―¿Cómo está la muchacha? ―preguntó su padre.

―Todavía no me dicen nada, siguen con ella allí dentro. ―dijo todo quebrado.

Le había llamado a su madre mientras llevaban a la chica al hospital y horas después estaban allí, por vez primera desde que los abandonó sentía que podía contar con ellos.

―Tienes que llamar a su madre―dijo Shara cuando hubieron tomado asiento.

―No lo sé, no se llevaban bien.

―No importa cómo se llevaran, es su madre y querrá estar con ella en un momento como este, entiéndelo.

Logró convencerlo cuando se ofreció llamarla ella misma.

Él médico llegó unos minutos después, todos estaban atentos a escuchar lo que tenían que decir sobre la chica.

―La joven está fuera de peligro, ―los tres soltaron un suspiro de alivio―afortunadamente se la trajo a tiempo y pudimos eliminar toda la sustancia de su organismo y ahora está descansando.

―El bebé, ¿cómo está el bebé? ―se le acercó Henry.

―Su esposa se quedará en observación por unos días para asegurarnos de que el feto progresa bien con normalidad.

―Espera, ¿has hablado de un bebé? ―La mujer también se acercó― ¿Es que la joven está embarazada? ― en su rostro se reflejaba emoción, no podía esperar otra cosa de ella. ―¿Doctor? ―le habló al hombre al ver que su hijo no contestaba a su pregunta, éste miró primero a Henry y luego miró a la mujer que lo miraba interrogativa.

―Así es, señora.

―Y está fuera de peligro ¿cierto?

―Por supuesto, hacemos todo lo posible.

―Dígannos que podemos verla ―dijo Henry.

―Por supuesto, vengan conmigo por favor.

Lo siguieron hasta la sala donde habían dejado a la chica. Una vez dentro, sus padres son los que se acercaron rápido hasta la cama angustiados. La chica tenía los ojos cerrados.

―Cielo ¿estás bien? ―Shara le acariciaba el pelo a la chica que evidentemente por su condición no podía responderla. ―Todo irá bien, te pondrás bien, estamos aquí.―le decía. Entonces se percató de que su hijo no estaba con ellos y lo buscó con la mirada, Tomás hizo lo mismo y lo vieron sorprendidos de pie junto a la puerta, en seguida se sintieron apenados por él. Se veía afligido y no parecía atreverse a acercarse a la chica. En su rostro se podía notar el dolor y la culpabilidad.

―Henry, acércate, es tu esposa.

―Es todo culpa mía. ―dijo casi para sí―Yo la hice esto.

―No digas eso, no es cierto…

Fue entonces que se abrió de pronto la puerta y entró Marta Hale por la puerta algo agitada.

―¡Emma, hija! ¿Qué fue lo que le pasó? ―se acercó a la cama.

―¿Usted es su madre? ―preguntó Shara. La mujer se inclinó hacia la cama y tomó la mano de Emma.

―Claro que sí, ¿quiénes son ustedes?

―Somos sus suegros.

Shara se fijó mejor en ellos y luego en Henry.

―Confiaba en que la protegerías, eras el único que podía―dijo con la voz rota.

―Por favor, salgan de aquí―los sorprendió Henry con aquella petición calmada.

―¿Cómo? ―preguntó su madre.

―Quiero que salgáis―dijo firmemente. ―No necesito ningún alboroto sobre ella, no creo que la haga bien. Déjenme solo con mi esposa.

Los padres se miraron entre ellos, pero no dijeron nada, parecían entenderle. Se incorporaron lentamente y caminaron hacia la salida. Tomás depositó su mano sobre su hombro en modo empático antes de salir detrás de las mujeres.
Se cerró la puerta y él se quedó solo.

Lentamente caminó hacia la camilla donde seguía dormida la mujer a la que había hecho daño. Tomó asiento en el sillón junto al cabezal y soltó un suspiro profundo mientras la observaba. Su hermoso ángel estaba en riesgo por culpa de él, todos le habían hecho daño, pero él le había hecho aún más daño. Sintió que se le irritaban los ojos. Ni siquiera se atrevía a tocarla, la culpabilidad que sentía era enorme.

―Perdóname, por favor. ―tomó su mano y la besó mientras lloraba en silencio.

Pasaron un par de horas, los padres de los dos estaban en la habitación en silencio, era la condición de poder estar allí y la respetaban, era muy tarde, pero ninguno pensaba en marcharse hasta verla despierta. Tomás le había ofrecido a su hijo tomar algo, pero no quería nada, seguía sentado en el mismo lugar tomando de la mano de la chica.

Poco a poco se fueron abriendo los ojos de Emma, se estaba despertando y quien se dio cuenta fue Marta la cual se encontraba al pie de la camilla.

―¡Emma!

Todos se acercaron aún más a ella, los padres de Henry se encontraban al otro lado de la camilla.

Lo primero que vio Emma al abrir los ojos fue el cielorraso blanco que se encontraba sobre ella, no entendía dónde estaba ni recordaba qué estaba pasando, escuchó la suave voz de Henry hablándole y giró la cabeza para verle, iba a sonreírle, pero entonces llegaron a su memoria aquellas palabas “…todo el matrimonio fue real” , fue entonces que se acordó de todo lo que sucedió, inmediatamente se le inundaron los ojos de lágrimas y volteó la cabeza hacia el otro lado donde se encontraban los padres de éste, el corazón de Henry volvió a romperse, ya debía imaginarse su reacción, lo que no se esperaba era que fuera aún más duro.

―Cielo, ¿cómo te sientes? ―le preguntaba Shara, pero ella no decía nada, las lágrimas brotaban de sus ojos y no se atrevía a pronunciar palabra,

Tomás le hizo señas a su hijo para que lo acompañara fuera, y éste entendió con pesar que sobraba en aquel lugar, ella estaba dolida y era probable que no obtuviera su perdón, lo cual tenía bien merecido.

Una vez salieron, Emma rompió en llanto, a lo que las mujeres se ofrecieron a ser su paño de lágrimas, la chica estaba desconsolada llorando como niña, sentía dolor, un fuerte dolor causado por todo lo que estaba viviendo y ni aunque la animaran a hablar podía pronunciar palabra, lo único que deseaba era no haber tenido que abrir de nuevo los ojos y regresar a esta vida que simplemente era cruel con ella.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora