Capítulo 61

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Estaban los cuatros sentados a la mesa cenando. La pareja joven no hablaba, solo lo hacía la adulta intentando animar el ambiente. Henry observaba a Emma, y ésta solo procuraba como fuera evitar tener contacto con sus ojos.

―Mira hija lo que nos ha traído Henry―ahora ella era la hija mientras él era solo y simplemente Henry, ¿debería reírse por la ironía? Sin embargo, aquello le daba complemente igual, al contrario, debería alegrarse, al menos eso la ayudaría a ella sentirse querida, debía entender que sí había gente que la quería.

Emma lo miró solo por un instante cuando escuchó que él había llevado los ositos de gominola, saber que los trajo él seguramente la iría perder el interés, pero se sorprendió al ver que ella extendía la mano y tomaba las golosina, hasta los padres se sorprendieron y se miraron entre sí, pero no comentaron nada al respecto y continuaron la cena con normalidad. Tomás estaba hablando del recorrido que habían tenido por el pueblo con Emma y de la aventura con el perrito.

Henry en cambio se estaba preguntando de si el gesto de Emma de comer las gominolas que había traído él significaba que había alguna oportunidad entre los dos, o simplemente dejaba claro que ya nada de lo que hiciera él la afectaba. Debería confiar en que fuera la primera opción.

―Hola Jack―la chica le sonreía al perrito que estaba merodeando junto a ella para llamar su atención, lo había conseguido porque de inmediato lo tomó en brazos y lo acarició. ―Iré a mi cuarto si no les importa. ―informó a sus suegros. ¿Tenía que irse ya? Pensó Henry, quería seguir viéndola, sobre todo ahora que estaba sonriendo, si hasta le había puesto un nombre al perrito que al parecer había crecido solo una pulgada y se había vuelto más peludo, ¿cómo podían amarlos tanto?

―Como prefieras hija―habló la mujer y miró a su hijo después. ―Te quedarás a dormir ¿verdad? ―¿Había dicho quedarse a dormir? Miró a su madre y ésta lo estaba sonriendo, ¿era algún plan suyo? Volvió la mirada hacia la chica y ésta lo estaba mirando, pero apartó la mirada una vez se pusieron en contacto. ¿Le molestaría si se quedaba?

―Debo ir a la compañía temprano, no puedo quedarme.

―Tu madre tiene razón―dijo Tomás―deberías quedarte, ya es tarde. La compañía seguirá donde la dejaste.

Henry no contestó nada a eso, le preocupaba si aquella decisión no le molestaría a la chica. Sí, así de importante se había vuelto ella para él.

―Creo…que me voy ya.

Emma se puso en pie y junto a su nueva mascota entraron en la casa. Henry soltó aire y luego miró a sus padres.

―Está cambiada, no le molestará que te quedes. ―le habló su madre.

―¿Y dónde me quedo a dormir? En el salón, me imagino.

―No te importará ¿verdad? ―Henry solo sonrió con ironía. ―Ahora más que nunca te necesita, no te lo dirá obviamente, pero si pierdes esta oportunidad, seguiréis estancados en el mismo lugar toda la vida.

―¿Y cómo estás tan segura de que me necesita? Apenas puede mantenerme la mirada.

―Comió las gomitas ¿o no? ¿Y el cachorrito?

―¿Qué le pasa al animalito?

―Es una mascota―le corrigió. ―Ella sabe que se lo regalaste tú, y aun así decidió quedárselo.

A Henry se le esfumó la sonrisa ante aquella revelación, de pronto había aparecido una pizca de esperanza.

―Quédate esta noche ―continuó su padre―y si encuentras alguna oportunidad de que te escuche, aprovéchala.

Durante el resto de la noche no volvió a ver a su esposa, incluso había llegado al piso de arriba y se había detenido frente a su puerta pensando en si sería buena idea pedirle hablar, se había resistido y había regresado al salón. El antiguo Henry se habría comportado de manera totalmente distinta. Shara había bajado a ofrecerle una manta y una almohada para que se sintiera cómodo. Le había dicho palabras de ánimo y le había deseado las buenas noches.

Emma no dormía, obviamente no podría, no si sabía que pasaría la noche bajo el mismo techo que su esposo. Sintió que se le ardían las mejillas al pensar en eso último, su esposo. Se encontraba en un rincón del cuarto aferrada a su mascota como si fuese su seguro. Miraba de vez en cuando hacia la puerta como si en cualquier momento fuese a abrirse y apareciera Henry, ¿qué haría si se presentara en la habitación? ¿Si estaba nerviosa? Por supuesto que lo estaba, se trataba de Henry nada menos, no podía ignorar lo que producía en él. Desde que Mario le contara cómo sucedieron las cosas todo había cambiado.

Se sobresaltó cuando escuchó que llamaban a la puerta, ¿debería ir a abrirla? ¿y si se trataba de Henry? Su corazón latió fuerte, no sabía qué hacer, pero entonces se abrió la puerta, solo se trataba de Shara, suspiró aliviada y se acercó a ella.

―Sigues despierta.

―Justo…me estaba yendo a la cama―caminó hacia ésta y se sentó sobre ella. La mujer la alcanzó y se sentó igualmente.

―¿Puedo?

―Claro.

La mujer giró la cabeza para mirarla. Le sonrió sin decir nada y posó su mano sobre la de ella, la chica solo se la quedó mirando esperando saber qué era lo que tenía en mente.

―Sé que no he hablado casi del tema porque desde un principio entendí tu situación y porque no quería que pareciera que defendía a mi hijo, pero han pasado dos meses, el hijo que conozco no habría aguantado ni una semana, habría seguido con su vida como si no importara, incluso se habría olvidado de nosotros sus padres, sé que sabes de lo que estoy hablando. Le importas mucho, en el fondo sé que lo sabes. Por eso quiero pedirte, o mejor suplicarte que le des una segunda oportunidad, o que al menos hables con él, sé que eso os ayudará a los dos. Dime que al menos lo pensarás. ―Emma solo asintió, su petición había logrado que se le formara un nudo en la garganta. ―Muchas gracias. Ahora descansa, mañana será otro día.

Cuando la mujer hubo salido de la habitación, Emma se quedó quieta por un instante pensando en sus palabras. Reaccionó y se metió en la cama de lado mientras se encogía las piernas sin soltar en ningún momento a Jack.

Durante la noche no podía conciliar el sueño, de vez en cuando pensaba en Henry, él estaba dormido en el sofá del salón, ¿estaría cómodo? ¿estaría bien abrigado? ¿Y si tenía frio? Lo perdonaba. Aquel pensamiento hizo que se que incorporara de inmediato de la cama y se bajara de ésta.

Caminó hacia la puerta y la abrió, todo era silencioso, todos en la casa debían estar ya dormidos. Procuró ser silenciosa al bajar las escaleras hacia el salón.

Una vez abajo se quedó quieta observándolo. Se encontraba tendido boca arriba en el sofá con los ojos cerrados, y con la manta hasta la cintura. Sintiéndose atraída por una fuerza fuera de su control, se acercó aún más a él lentamente sin dejar de mirarlo hasta tenerlo de frente. Completamente inofensivo, hermoso y con los ojos cerrados.

Poco a poco fue agachándose hasta poder tenerlo de frente, se inclinó hacia él y cerró los ojos para oler su perfume, cuánto lo había extrañado. Volvió a abrirlos para mirarle, alzó la mano sintiéndose tentada a tocarlo, acariciarlo, pero se detuvo, no tenía ningún sentido nada de lo que estaba queriendo hacer, era su cabeza la que estaba jugando con ella. Ya hablaría con él cuando amaneciera, si no desaparecía antes de que ella se despertara. Le cubrió con la manta hasta el pecho y después de un rato se puso en pie y se dispuso a regresar a su cuarto, pero antes de que pudiera dar el primer paso, se sobresaltó al sentir una mano tomando la suya, bajó la mirada hacia Henry, él tenía los ojos abiertos y le tomaba de la mano, parecía que le suplicara que no se fuera con la mirada.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora