"Porque no sabes el dolor que se siente al perderlo todo, me encerré en la habitación y en un rincón me puse a llorar -Porta"
-No tienes porqué odiarte.
-Julian -susurra-, no me conoces.
Bajo la mirada y ella se acomoda en el asiento.
-Yo sé -susurro-. Pero quiero ayudarte.
-Nadie puede ayudarme. Esto depende de mí. Yo me corto porque me hace bien.
-No es la solución, Oriana -le digo sintiéndome impotente.
-Yo sé eso, Julian. Pero no me duele al hacerlo, tengo la culpa de lo que me pasa, me merezco esto.
-¿Qué cosa te mereces?
-El estar así. Los cortes.
-¡No!
Sin querer el grito sale de mi boca, no lo controlo. Me molesta que ella piense así, me siento impotente por no poder ayudarla a pasar sobre esto, por no poder detenerla al hacerlo.
-Yo estoy bien.
-No me mientas -murmuro casi enojado.
Nos quedamos en silencio. Ahora que estoy un poco más conciente del movimiento de mi cuerpo y las manos ya no me tiemblan, muevo el auto a un costado. Pero aún tengo miedo de dejarla en su casa.
-Me odias.
Volteo a verla. La lluvia sigue cayendo sobre el auto, al igual que las lágrimas ruedan por las mejillas de su redondito rostro.
-No te odio, Oriana. ¿Por qué te cuesta tanto dejarte querer? Nena, tú me importas.
-No puedo importarte si hace casi un mes que nos conocemos. No es nada, Serrano.
-No me llames por mi apellido -digo con los dientes apretados-. Me acerqué a ti porque la curiosidad me mataba, si lo acepto. Pero luego me di cuenta de que tienes algo más que eso. Tus mangas siempre en las manos me intrigaban, que desaparecieras siempre. Tenía curiosidad, pero ahora sé que quiero ayudarte. Ya no es solo curiosidad.
Ella baja la mirada a sus manos y niega lentamente con la cabeza.
-No tengo remedio.
-Tú no quieres aceptar la ayuda.
-Oh, vamos, Julian. ¿Qué puedes hacer tú? Las cuchillas me llaman, odio la noche, me tengo miedo a mí misma. Entiende, no merezco vivir, he nacido para sufrir.
-No digas esas cosas.
Estoy apretando los dientes como si eso me enfureciera, pero no quiero darme cuenta de que en verdad me hace daño a mí también.
-Prométeme que no lo harás de nuevo.
-Ya te dije una vez y te lo repito, yo no hago promesas.
-Por favor -susurro.
Ella sigue con la cabeza gacha y vuelve a negar con la cabeza. Dios, santo, ¿por qué me hace tan mal verla así?
-No llores, Oriana.
Ella sigue así, no se mueve ni un poco. Siento los ojos arder y sé que la situación me supera. He sabido de estos casos, pero nunca me hubiera imaginado que fueran así. Ella se autolesiona, se odia, tiene la autoestima por el suelo y aún así, está siempre sonriendo.
-¿Y si te pido que me prometas intentarlo?
-Voy a estar sin hacerlo por dos semanas y luego caeré de nuevo, y será peor. Porque tendré todo el dolor acumulado y a la primera cosa que me haga estallar, voy a terminar cortándome con fuerza.
-¿No te duele?
-Más me duele ver las cicatrices.
Nuevamente me quedo sin palabras. Pero sigo sosteniendo que no seré capaz de dejarla en su casa esa noche, no quiero hacerlo tampoco. Me mata verla así. Por más que seamos amigos desde hace muy poco y ella se abra casi nada a mí, la quiero. Siento la necesidad de ayudarla, como si Dios me dijera que debo hacer algo para ayudarla, porque sino, ella terminará con su vida.
-¿Eres suicida?
La pregunta se me escapa y rápidamente me doy cuenta de que no quiero saber esa respuesta. Voy a sentirme demasiado culpable si algo le ocurre en las próximas 24 horas.
-No me considero suicida, pero si estuviera cruzando la calle y un auto se acerca a mí a toda velocidad, no me movería.
Se me forma un gran nudo en la garganta y mis ojos arden nuevamente. Cuántas veces la gente dice, "las apariencias engañan" y es claramente cierto. Lo he comprobado con mis propios ojos, una experiencia que tengo enfrente mío.
-Yo... yo... -balbuceo sin moverme-. Oriana, yo te quiero.
Ella hace un sonido sordo con la garganta como si le hubieran dado un golpe, como si le hubieran infringido dolor y se echa a llorar de nuevo. ¿Qué he hecho? ¿He dicho algo malo? No quiero lastimarla más de lo que ya está.
-No, no llores -susurro.
-Julian, no me mientas -suplica.
Y sin pensarlo me acerco a ella y abrazo su vulnerable cuerpo. ¿Cómo puede odiarse? Es hermosa, es buena, tierna, inteligente, tiene un gran futuro. ¿Cómo es que puede hacerse tanto daño? Pero claro, yo eso no puedo entenderlo y no me esforzaré por hacerlo porque no estoy bajo su pellejo, porque no estoy en sus zapatos, no sé que se siente vivir todo aquello por lo que ella ha pasado. Lo que sí sé y si quiero, es ayudarla. Siento que tengo que ayudarla, hay algo que me obliga a hacerlo.
-En serio te quiero, créeme.
Ella vuelve a hacer ese sonido con la garganta y sigue llorando. Alargo la mano para acariciar su espalda, de arriba hacia abajo y ella descansa su cabeza sobre mi pecho. Su cuerpo se mueve violentamente mientras derrama más lágrimas sobre mi abrigo. No puedo verla así.
-Ya está. Todo va a estar bien.
-No, no me mientas. -Vuelve a decir.
¿Estoy mintiendo? Dejo caer mi cabeza sobre su cabello y ella sigue llorando y convulsionándose violentamente. Mierda esto es tan complicado.
-Nada va a estar bien, por más que quieras ayudar.
-Oriana -murmuro y beso su pelo.
Ella necesita de un abrazo, necesita de promesas cariñosas, necesita de alguien que la escuche, alguien que intente comprenderla. Y necesita alguien que la saque de aquello, alguien que pueda ayudarla. Y no sé porqué extraña razón, siento que ese alguien soy yo.
-Puedes intentar alejarme las veces que quieras, pero voy a quedarme aquí. Ahora que más o menos sé lo que pasa, menos vas a moverme de tu lado. Acostúmbrate, Oriana, me importas, te quiero y voy a intentar ayudarte.
Ella alza la cabeza y se me queda mirando a los ojos. La poca luz que hay me deja ver lo rojos que están, sorbe su nariz y esboza una pequeña y tímida sonrisa. Si, la quiero mucho.
-¿Me dejas ayudarte?
Asiente levemente y su mirada conecta con la mía.
-Déjame ver eso -le digo en un susurro refiriéndome a sus cortes.
Ella lo piensa unos segundos y decide confiar en mí. Apoya su frente contra la mía y baja la mirada mientras se arremanga el buzo. Los cortes van siendo cada vez más largos. Cada uno tiene más de cuatro centímetros y están por todas partes, distribuidos en todo su antebrazo. Contengo mis ganas de pasar un dedo por allí y me doy cuenta de que los observo fijamente y Oriana espera mi reacción. Alzo la mirada y me encuentro con la suya. Estamos muy cerca.
-¿Cómo puedes hacerte esto?
Ella baja la mirada a los cortes y luego vuelve a observarme.
-Los merezco. Merezco cada uno de ellos -susurra.
Negando con la cabeza, tomo su barbilla y me acerco lentamente, dejando claras mis intenciones. Ella no se aleja y uno mis labios con los suyos. Bajo las manos y la tomo por las muñecas para pasar lentamente mis pulgares por sus finos cortes. Ella se estremece, pero mientras profundizo el beso, se deja llevar.
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Desapercibida (Adaptada) / SIN TERMINAR
RomanceNO ESTÁ TERMINADA. POR AHORA SE CANCELA LA HISTORIA; NO LA VOY A SEGUIR. POR FAVOR, NO SE QUEJEN SI IGUAL DECIDEN LEERLA. GRACIAS. Ella se ve fría, pero no lo es, en realidad es muy dulce y tierna. Solo tiene miedo que la lastimen. ADAPTADA