"La miró tantas veces buscando defectos, pero aún así la veía perfecta."
Dentro del coche es todo silencio, nada de música, solo nuestras respiraciones tranquilas y la uña de Oriana siendo masticada con nerviosismo. Mis ojos se pasean hasta ella de vez en cuando y luego vuelvo la vista al frente, pero la inquietud se despierta en mí. Las ganas de abrazarla a cada segundo se me hacen más frecuentes y comienzan a molestarme. No tengo que estar tan pendiente de ella porque sé que no se deja querer, porque sé que ella es distinta y prefiere que se le alejen antes de que se le acerquen. Ella es diferente, original, pero no extraña, no me gusta cuando la llaman así, no me gusta cuando le ponen adjetivos que la lastiman, como ese, como "loca" o "suicida" porque creo que son eso no se juega y ella misma sabe que se considera de la misma manera, pero que se lo digan los demás es más duro.
Oriana suspira.
—Tendrías que haber doblado en esa calle, Julian —dice nerviosa.
Observo el cartel de la siguiente calle y me doy cuenta de que tiene razón.
—Disculpa —digo disminuyendo la marcha.
Las manos de mi chica invisible se aprietan contra el costado del asiento y sus ojos se cierran, sus uñas se clavan en la suavidad de mi auto.
—¿Estás...? —No—. ¿Ocurre algo?
Se queda completamente callada, sus manos siguen haciendo presión en el asiento de cuero mientras respira hondo varias veces. Niega con la cabeza lentamente y luego disminuye la presión que hacen sus manos en el asiento. Doy la vuelta en un puente de por allí y retomo la calle en menos de un minuto, giro en la calle que Oriana me indica y ahí se relaja notablemente. No sé porqué.
—¿Nos vemos mañana? —Pregunto andando por su calle.
—No creo que pueda.
Frunzo el entrecejo con notorio reproche.
—¿Por qué?
—No puedo, tan simple como eso.
Decido no hacer más preguntas ni comentarios hasta que lleguemos a su casa. Se ha mostrado sorprendentemente amistosa con Mandy y Maxi, pero al subir al auto ya no tanto, su comportamiento real ha sido reemplazado por el habitual, la chica retraída que piensa mucho y no dice nada.
—¿Julián? —Me llama casi en un susurro. Volteo a verla unos segundos y vuelvo mi vista a la calle desolada—. ¿Crees que he sido demasiado dura con Becca?
Por allí va la cosa.
—¿Dura? Oriana creo que has estado estupenda. Becca se merece que la traten peor que a un estropajo.
Su tierna risa inunda mis oídos.
—¿Seguro? La he hecho sentir mal por un momento.
Suspiro. Freno el auto al llegar a la casa de Oriana. Ella no hace amague alguno de bajar, pero no apago el auto, al contrario se queda allí pensando en qué decirme y esperando una respuesta convincente.
—¿Cuántas veces ella te ha hecho sentir mal a ti? Escúchame, Oriana, tú eres como eres ahora porque la sociedad te ha hecho así, tienes todo el derecho a escupir sobre ella una vez en tu vida cuando ella lo ha hecho muchas veces más. ¿Por qué ella puede lastimarte y tú a ella no?
—A mí no me gusta hacer daño porque sé lo que se siente.
—Pues es hora de que ella lo sepa también.
Sus pestañas pintadas con negro caen rosando apenas el comienzo de sus coloradas mejillas. Se muerde el interior de la mejilla incómodamente mientras retuerce sus manos sobre su regazo. Alargo un brazo en busca de una de sus pequeñas y suaves manos para tomarla entre las mías. Se sobresalta por un instante y sus ojos se abren de golpe, voltea a verme con notorio nerviosismo, pero se tranquiliza cuando mi mirada choca contra la suya haciendo que una chispa se encienda entre nosotros.
—No tienes la culpa de nada, ¿me oyes?
Suspira porque sabe que he dado en el clavo.
—Gracias por esta noche, Julian. La he pasado muy bien.
Y la hora de la despedida llega. Tantos minutos esperando que el reloj moviera sus lentas agujas para poder ir en busca de ella y de repente ya estamos despidiéndonos frente a su pequeño hogar. Y no voy a verla por dos días, hasta el lunes, cuando la extraña y retraída Oriana vuelve a ella, cuando un escudo se alza sobre ella para que nadie más la lastime. Sus muñecas cubiertas, su cabello sobre su rostro, su atención en la pizarra y sus ojos llenos de lágrimas. Yo quiero a esta Oriana, quiero que ella se quede así para siempre. Desearía haber podido llegar antes para que nada de esto haya sucedido jamás.
—No tienes por qué agradecer, cariño.
Sus ojos se iluminan con ternura al escuchar cómo la he llamado cariñosamente. Ríe por lo bajo para ocultar su nerviosismo, se acomoda de costado en el asiento y de repente se encuentra observando nuestras manos que se entrelazan, también lo hago y le sonrío con ternura. Se muerde el labio inferior al alzar la vista hacia mí.
—Nos vemos, Serrano.
Se inclina hacia adelante para plantar un beso en mi mejilla, pero mis impulsos me llevan a soltarle la mano para tomar sus mejillas y unir sus labios con los míos. Su boca se queda cerrada sin respuesta por la sorpresa, pero sus ojos si que se abren. Con mi boca intento abrir la suya haciendo que lentamente se tranquilice y le de paso a mi lengua dentro de su cavidad bucal, sus ojos se cierran con lentitud como si de verdad disfrutara del largo beso. Mis manos bajan para así presionar su nuca y mantenerla cerca de mí, sus manos aprietan mis hombros en respuesta al pasional beso. Ladeo la cabeza hacia un lado para conseguir profundizar el beso un poco más si es posible, mi otra mano baja por el costado de su cuerpo para encontrar su cadera y dejar mis dedos acariciando la blanca piel de su cintura cuando le subo un poco la blusa.
—Quédate un rato más —murmuro sobre sus labios.
Murmura algo que no soy capaz de comprender, pero sé que allí quiere quedarse conmigo porque en ningún momento hace amague de alejarse de mí o romper el beso.
—Julian... —murmura—Julian...
—¿Mmmh?
Libero sus labios por unos segundos sin cortar el poco espacio que queda entre nosotros. Respira algo agitada y planta un beso casto sobre mis labios del que parece no arrepentirse cuando me sonríe con sus perfectos y blancos dientes parecidos a las perlas que mi mamá lleva en el cuello cuando sale de fiesta.
—Tengo frío.
Tanteando el tablero subo un poco más la calefacción del auto y vuelvo mi mano a su mejilla para así atraerla hacia mí nuevamente y besarla como Dios manda. Sus manos revuelven mi cabello alocadamente cuando me acerca también hacia sí.
—Eres tan perfecta.
Corta el beso de repente y frunce el ceño.
—No vuelvas a decir eso.
—¿Qué? ¿Por qué?
No es necesario alzar la voz, hablando entre susurros nos entendemos perfectamente, a la vez que brindamos un clima de intimidad en el auto.
—Porque estás mintiendo, no soy perfecta, Julian.
—Para mí lo eres.
—A veces pienso que necesitas lentes —dice suspirando.
Hace amague de alejarse de mí, pero mi mano en su nuca la atrae nuevamente como imán a mis labios haciéndola reír por la sorpresa. Sus labios se despliegan sobre los míos en una risa divertida de parte de ambos, sus manos bajan por mi abdomen lentamente y vuelven a subir hasta llegar a mi cuello y permitirle colgarse de ahí.
—Si eres perfecta —murmuro sobre sus labios. Tiro de su labio inferior cuando hace amague de hablar, ríe divertida—. No hables, no hables, Oriana. Digas lo que digas voy a seguir pensando que eres perfecta.
—Estoy llena de defectos.
—Shh, mi amor. —Mis labios se apartan de los suyos para besar sus mejillas, tomo su mano y la sostengo sobre mi pecho, justo encima de mi corazón—. Tú lo haces latir así. —Sus mejillas toman un color rojizo al instante—. Sigues siendo perfecta para mí.
—Solo tú piensas eso, Julián.
—Porque nadie más te conoce así como yo.
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Desapercibida (Adaptada) / SIN TERMINAR
RomansaNO ESTÁ TERMINADA. POR AHORA SE CANCELA LA HISTORIA; NO LA VOY A SEGUIR. POR FAVOR, NO SE QUEJEN SI IGUAL DECIDEN LEERLA. GRACIAS. Ella se ve fría, pero no lo es, en realidad es muy dulce y tierna. Solo tiene miedo que la lastimen. ADAPTADA