Capítulo 50

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Weeeeeno. Tienen maratón, así es. ¿A quién deben agradecerlo? A MI Ailuuuseee es mía y no la comparto, así que ojito.
Locadelalectura202 te ano

"No te mientas a ti misma, no estás bien y lo sabes."

-Eres raro, Julian. -Se burla Oriana.

Cierro los ojos y contengo la respiración por un segundo. Sé que mi primera reacción sería tirar esa caja a la estratósfera, pero a la vez sé que tengo que calmarme antes de actuar o hablar para no lastimar a mi chica invisible. Mis ojos se mantienen allí cerrados, sé que Oriana se ha levantado porque la escucho caminar hasta mí, se agacha y toma los papeles esparcidos por el suelo de su habitación. Me quedo quieto.

-¿Estás bien?

-Yo debería preguntar eso.

No la veo, pero estoy más que seguro de que su ceño se ha fruncido. La siento ponerse de pie a mi lado, su mano se posa sobre mi hombro y como si su toque me quemara me alejo de ella haciéndola sentir un monstruo. Esconde su mano detrás de su espalda y larga un suspiro.

-¿Qué ocurre?

-¿Qué clase de persona eres, Oriana? -La angustia presiona en mi garganta-. Cómo puedes ser tan sádica.

Lentamente comienza a bajar hasta quedar sentada al lado del cajón, como si ahora comprendiera todo, lo abre y encuentra la caja. Se queda allí sentada, su cabeza está gacha y sus ojos cerrados. No necesito de sus palabras para saber lo que siente en ese momento.

-¿Por qué te haces esto? ¿Por qué te mientes, Oriana? ¿Cómo logras fingir una sonrisa todos los días si te estás matando de a poco? ¿A qué carajo quieres llegar? Nunca en tu vida vas a ser feliz si no lo intentas, ¿Qué ocurre contigo? Comienzo a pensar que te gusta verte los cortes en las muñecas.

-Cállate -murmura.

-No, no me callo. No voy a callarme, no soporto que te lastimes y que te mientas. ¡Ya basta! Ya deja de hacerte creer que vas a superarlo, que vas a estar bien, deja de mentirte. Deja de cortarte, de hacerte mal. No voy a soportarlo más, Oriana. Necesito verte bien y tú solo te haces mal. ¿Qué hago yo?

-Nada, tú no puedes hacer nada.

Cuando quiero acordar, está de pie frente a mí y sus ojos se llenan de lágrimas.

-Tú no puedes salvarme, ya estoy perdida. Pero insistes en quedarte en mi vida, así que te he dejado. Solo déjame, no puedes opinar porque no me entiendes.

Su cuerpo comienza a temblar, el llanto se acerca lentamente, pero no quiere dejarme verla en su momento de debilidad.

-No te hagas esto.

-Cállate, Julian. Cierra la puta boca.

Cierro los ojos por un momento y respiro profundamente. La empujo a un lado para sacar la caja de madera de adentro del cajón, Oriana amaga a quitármela, por eso estiro el brazo y la dejo en la altura para que ella no pueda tomarla.

-Dame eso, Julian.

Salta dos veces y cuando rueda los ojos y se cruza de brazos me doy cuenta de que va a enojarse. Las lágrimas siguen asomando en sus ojos miel y su labio inferior se curva hacia adelante.

-No necesitas esto.

-Si lo necesito.

-Deja de engañarte.

Sus ojos ruedan y a continuación se cierran.

-¿Qué quieres de mí?

-Tu felicidad. ¿Por qué no puedes permitirte ser feliz? ¿Sabes lo qué se siente? Es como tocar el cielo con las manos, te prometo que todo va a estar bien, solo tienes que buscar ayuda.

-No la necesito.

-Si la necesitas.

Respira profundamente y suelta el aire de golpe.

-¡No la necesito! ¡Yo puedo sola! Ahora deja eso en donde estaba y vamos a hacer el puto trabajo.

-¿No la necesitas? ¿En serio crees que no la necesitas?

Tiro de la tapa de la caja para que todo caiga al suelo. Sus ojos se abren de golpe chocando sus pestañas contra sus párpados y se salen de sus órbitas, amaga a bajar al suelo para recogerlo todo, la tomo por los brazos y la alejo.

-Mira lo que tienes guardado, Oriana. ¿Sigues creyendo que no necesitas ayuda?

Cierra los ojos y se muerde el labio inferior con fuerza. Su cuerpo se resiste a mí e intenta escaparse de lo que parece ser una tortura para ella y sé que quizá más tarde me arrepienta de haber sido tan duro y cruel, pero necesito que vea la realidad, que deje de engañarse todo el tiempo con que va a estar bien si no quiere cambiar su vida para estarlo.

-Déjame, Julian -murmura entre sollozos.

Se abandona al llanto, deja de ejercer fuerza para soltarse y se tira al suelo. Me tiro detrás de ella y la abrazo pegando su rostro a mi pecho, sus brazos rodean mi cuerpo y llora sobre mi remera sacudiendo todo su cuerpo en convulsiones desesperadas. Mis ojos se cierran por unos segundos, si necesita ayuda, necesita mucha ayuda. Cuando los abro me encuentro con la caja tirada a nuestro lado y las cuchillas desparramadas a nuestro alrededor. Mis ojos se pasean de una a otra, de la cuchilla de sacapuntas a la maquina descartable de afeitar, de la tijera al cuchillo. Vuelvo a cerrar los ojos para evitar la pesadilla y beso la coronilla de Oriana, que no deja de llorar sobre mi pecho mientras me abraza como si nunca quisiera dejarme ir.

-Por favor, deja de mentirte -murmuro sobre su frente.

No responde, pero sé que me ha escuchado, sé que está pensando en aquello y que todo lo que está llorando en este momento es mucho de lo que ha estado conteniendo todo este tiempo.

-No te enojes conmigo si a veces te lastimo, solo quiero que estés bien y a veces la verdad duele.

Asiente levemente y presiona más su rostro sobre mi pecho. Bajo mi mano hacia su cabello y lo acaricio lentamente, sus brazos rodean más mi cuerpo y suspira.

-Ya va a estar, Oriana. Necesitamos pedir ayuda, ¿si?

Niega con su cabeza.

-¿Por mí?

-No la necesito.

-Si lo haces, cariño.

-Por favor no le digas a mi mamá.

No comprendo porqué le haría eso a su madre, ni siquiera podría ir a contarle que su hija se lastima y necesita ayuda antes de que sea demasiado tarde, y aunque sé que es lo correcto, no podría hacerlo ni en un millón de años.

-No voy a traicionarte, solo quiero que estés bien.

-Pero tengo miedo.

-No tienes que tenerlo, ¿si? Mírame, Oriana. Estoy aquí, voy a quedarme contigo pase lo que pase, pero tenemos que pedir ayuda, hay que cambiar las cosas antes de que las cosas te cambien a ti. Si quieres ser feliz necesitas de un pequeño empujoncito para ayudarte.

Niega lentamente con la cabeza, alza su rostro y pega su frente a la mía. Coloco ambas manos en sus mejillas y con el pulgar le seco las lágrimas que parecen no querer dejar de correr casi como en ríos por su rostro.

-Tengo miedo, Julian.

-Lo sé y no tienes porqué tenerlo.

-Todos van a pensar que estoy loca.

-No lo estás, nadie va a pensarlo.

-Si lo harán y van a alejarse las pocas personas que me quedan alrededor.

Desapercibida (Adaptada) / SIN TERMINARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora