Capítulo 29

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[Maratón 5/10]

"Levántate, sonríele a la vida y sigue tu camino. No es tiempo para llorar, es tiempo de ir hacia adelante y ser feliz."

Cuando nos separamos, las mejillas de Oriana son todo rosa y rojo entremezclado, reprimo una risa para no echar todo a perder y le sonrío tiernamente. Ella baja la mirada a sus manos entrelazadas y sonríe también.

-Entonces... -digo sugestivamente- ¿Qué quieres hacer?

-No lo sé. -Se encoje de hombros-. Debería irme a casa.

-No.

La expresión se me escapa antes de que pueda retenerla en mi boca. Ella se ríe muy despacio y yo hago lo mismo con tal de no quedar como un estúpido.

-¿Tienes videojuegos?

Asiento rápidamente y me pongo de pie, le tiendo una mano que ella acepta con gusto y también se pone de pie. Nos encontrábamos en el suelo de mi habitación, hablando de cosas sin sentido, hasta que a un loco Julian se le ocurrió besarla, y así fueron las cosas.

-¿Sabes manejar un auto con controles?

Sus ojos parecen dos lucecitas de navidad y asiente.

-Soy algo mala, así que voy a permitirte que te rías de mí.

Largo una risotada mientras salgo de mi habitación. Oriana me sigue y juntos bajamos las escaleras.

Ahora que la conozco un poco mejor, puedo decir que le gusta mucho hablar y contar cualquier cosa que se le cruce por la cabeza. Le gusta sonreír, sin embargo, le faltan ocasión para hacerlo, porque no puede sonreír con nadie más que conmigo. Sé que ama a su hermano menor, que tiene miedo de perder a su mamá como ha perdido a su papá. Sé que le gustan las fiestas, pero no va a ninguna, sé que ama leer, que ha escrito una que otra novela pero nunca nadie las ha leído. Sé que es muy insegura, que no hace promesas. Sé mucho más de lo que esperaba saber justo cuando la conocí. Y me siento feliz de que ella pueda confiar en mí, por lo menos un poco, ella lo hace.

-Con la cruz aceleras, con el circulo frenas -le paso un control-. Serás el jugador dos, yo seré el uno.

Asiente muy concentrada en la pantalla del televisor. Prendo la play station y el televisor, subo el volumen igual que cuando juego con Agus y Maxi, tomo mi control y me siento a su lado en el sillón.

-Yo quiero ser un auto negro.

-Pues selo. -Me río.

Oriana escoge un auto negro con demasiada velocidad, le cambia las cubiertas y lo deja listo para correr. Yo elijo uno gris y lo lleno de cosas que ella pregunta que son. Se pone de pie apenas comienza la carrera y me hace reír cuando mueve el control para que el auto doble o se mueva en la carretera.

-¡Deja de reírte de mi! -Grita riendo.

También me pongo de pie, entre risas y acelero el auto para pasarla. Ella también acelera y me choca la parte trasera.

-Oye.

Cierra los ojos cuando su auto se estampa contra las gradas y luego larga una risotada mientras intenta sacarlo de allí y volver a la carrera, pero lo único que consigue es comenzar a conducir en contramano.

-No, no, Julian, espérame -grita.

Me río y detengo el auto para esperarla. La observo unos segundos mientras intenta dar la vuelta, se concentra demasiado y arruga la frente dándose un aspecto hermoso a su cara de niña.

-Te pasé.

¡Carajo! ¿Cuánto tiempo habré estado viéndola?

Acelero el auto a todo lo que da y en un segundo estoy cerca de ella, pero las tres vueltas han acabado y la meta esta bajo las ruedas de mi chica invisible.

-Si, lo sé soy una genio.

Tiro el control sobre el sillón mientras mi compañera de clase salta como una nena cantando victoria y refregándome en la cara que ha ganado la carrera.

-Eres malo en esto, Juli.

¿Juli?

-Si, soy malo porque te esperé mientras dabas la vuelta.

Se ríe muy divertida. Me siento en el sillón y alzo las manos al cielo.

-Dios, ¿qué le ocurre a este fenómeno?

-¡Oye! -Se ríe.

Oriana se deja caer a mi lado en el sillón y apoya su cabeza en mi hombro. Bajo las manos y le rodeo los hombros con el brazo derecho, se acurra en mi pecho y sé que ha cerrado los ojos.

-Gracias, Julian.

Frunzo el ceño con notorio desconcierto.

-¿Por qué?

-Por todo.

La aprieto más contra mí y sonrío. Puedo decir que me siento orgulloso de mí mismo. Siempre me gustó ayudar, pero con ella es total y completamente diferente, no es solo que me gusta ayudarla, es que siento la necesidad de hacerlo como si Dios me mandara para eso. Aparte, la quiero y a esta altura de la jugada no puedo negarlo, ella significa mucho para mí.

-No tienes porqué, Oriana.

-Si que tengo. Me haces feliz, dentro de todo.

-Tú a mí. -Una sonrisa enternecida aparece en mi rostro.

Nos quedamos en silencio. Es un silencio cómodo, para nada molesto y lo agradezco porque tampoco tengo mucho que decir. Oriana se remueve y alza la cabeza para verme a los ojos. Le regalo una sonrisa y afortunadamente, me devuelve una hermosa sonrisa tierna y llena de esperanza. Sus ojos son dos bolitas mieles con felicidad incrustada, nunca los había visto así.

-Te quiero.

Una sorpresa a la vez, Oriana. Y al fin me ha dicho que me quiere, como yo lo hago.

-Ya te he dicho que yo también te quiero. -Beso su frente.

-Eres mi mejor amigo, Julian -suelta dejándome anonadado-. Bueno, ten en cuenta que no tengo otros.

Hace un intento por encogerse de hombros. Le sonrío.

-Tú eres la mía.

-¿Y Caro?

-A Caro que la parta un rayo.

Se ríe llenándome de felicidad. Definitivamente me siento bien cuando estoy con ella y medianamente he cumplido mi misión. La estoy haciendo feliz, dentro de lo posible.

Bien hecho, Julian. Eres un salvavidas.

Desapercibida (Adaptada) / SIN TERMINARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora