02| Sin faltar a las costumbres
Julia
A la mañana siguiente, tras haber dormido casi diez horas del tirón como una marmota; fuí directamente a la pequeña ciudad de al lado a desayunar y hacer una gran compra.
Para evitar chocar con más sentimientos elegí otra cafetería para desayunar, y no la que asistía mucho antes de tener conocimiento. En el día de ayer choque demasiado y aún no había terminado, prefería dejar la cafetería y los churros para más adelante.
Había olvidado la paz mental que me aportaba desayunar fuera al aire libre, antes lo hacía constantemente; ya sea sola o acompañada. Pero para entonces estaba empeñada en encerrarme en las cuatro paredes de mi pisucho abandonado toda aquella paz.
Volví a pasearme por los pasillos de un supermercado — esta vez de uno más grande —, seleccionando los productos más baratos. Me encantaba pasar por el pasillo de detergentes, disfrutaba eligiendo cual haría de mi ropa más limpia y con buen olor.
Directamente, disfrutaba haciendo la compra. Disfrutaba ser yo misma quien eligiera lo que comer, por lo tanto lo que compraría.
Tranquilidad, era lo que sentía haciendo la compra. Aunque nunca llegué a debatir con certeza si lo que me daba tranquilidad era pasearme por el supermercado o gastar el dinero que no tenía. Creo que era la segunda opción, ya que no me pasaba solo en los supermercados.
Desgraciadamente si quería seguir comiendo y bajo un techo me tenía que limitar a pasear. Además, tenía un ojo espléndido para las ofertas, en general, para buscar productos baratos.
Repasé la lista que me hice de mala manera anoche y taché parte de la compra. La volví a repasar para que no se me olvidara nada y no tener que volver.
Miré el carro lleno de alimentos y pensé seriamente "dónde los iba a meter". Tras la pequeña charla del día anterior con mi tía; mi casa estaba empapelada de tupers con comida. Me preparó comida para una semana entera, mi estómago lo agradeció al igual que yo.
Tras un paseo reconfortante por la pequeña ciudad volví a casa a colocar todo en su sitio, como siempre, se me olvidó que compré congelados. Había pequeños charcos de agua, y las bolsas me goteaban.
Abrí la nevera, y resoplé al ver las baldas llenas de tupers.
Los alimentos le dieron una nueva vida a los estantes y armarios vacíos. Ayer estaban apagados, tristes y con motas de polvo sobre ellos. Pero hoy, el color de los envases les aporta energía y color.
"Ojalá fuese tan fácil llenar todos los vacíos", pensé.
Mientras seguía vaciando bolsas y bolsas, mi cabeza sabía que se acercaba la hora. Intentaba con todas mis fuerzas apartar ese pequeño pensamiento, y seguí guardando las cremas en el baño.
Tras varios intentos más de apartar la idea de subir, me senté en mi cama y me llevé las manos a la cara con angustia.
La angustia se instaló en mi pecho decidida a no marcharse. Y mi pierna comenzó a hacer pequeños movimientos involuntarios de arriba a abajo.
Intente llenar mi cabeza con pensamientos positivos. Intente cambiar el no por el sí, y él "es una idea horrible", por "a lo mejor no es tan mala y me ayuda".
Negando con la cabeza repetidas veces, de reojo; ví las figuritas que descansaban en mi mesilla de noche. Agarré la primera, y la agarré con fuerza.
Me la lleve al pecho y cogí una bocanada de aire enorme.
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Haremos ruido desde la luna
Romance"Fui a escribirte te quiero en la ventana" Julia, con el corazón agrietado, desapasionada hacía sus sueños de niña, con miles de preguntas bajo el colchón; encontró el último regalo de su abuelo. Diego, acompañado de su guitarra buscando su musa por...