19 | La luna cobró presencia
Julia
— ¿Luna, que puedo hacer? — deje caer la radio de mano en mi regazo, y eché la cabeza hacía atrás en el sillón.
El gato maulló desde la ventana.
— Parezco idiota.
Volvió a maullar.
— ¡¿Eso es un si?! — me reincorporé.
Luna no volvió a maullar.
— Eso creía.
Me levanté a por su dosis de sardinas para la comida. Y mientras le servía a él, pensé en lo que yo iba a comer.
No tenía mucha hambre, pero opté por el tomate.
La cadena del mesón sonaba por toda la casa. Conseguí captar una energía en esa emisora que no supe descifrar en esos momentos.
Tras el rechazó que me provocó el día anterior, pensé en no ponerla de nuevo. Pero sabía que no aguantaría.
A solas, por internet, investigué sobre la emisora; y para mi sorpresa descubrí que llevaban más años que yo viviendo. Ahora estaba el hijo del antiguo creador.
Solía cambiar la emisora e investigar entre ellas y la música diferente, pero la voz de ese hombre me relajaba.
Tanto que después de llenar la tripa me quedé frita en el sillón.
Cuando despegué la oreja de él, dos horas y media después, bueno, tres. Me levanté con mucha más hambre, como si la hora de la comida hubiese sido un sueño y no comiera en la vida real.
Abrí todos los armarios en busca de un poco de comida, pero no encontraba nada apetecible. Así que, me quite el pijama y me calcé algo decente para ir al super de arriba.
En esa tiendecilla costaba elegir bien el día para ir a comprar. La mitad de los días las baldas estaban medio vacías, e intentar buscar pan de molde era misión en balde en los días impares.
Me desesperé buscando algo que me pareciera rico en esos momentos. Cuando me apetece comer fuera de horas, no todo es apetecible para mi. Me puede gustar, pero no apetecer en esos momentos.
— Julia, querida — una voz de una dulce mujer me asustó.
— Adelaida — me giré sorprendida.
—¡Julia, por favor, me haces más vieja con ese nombre! — soltó una carcajada.
— Lo siento, Adela — me disculpe con una pequeña sonrisa.
Me quedé paralizada, tenía a la abuela de Diego delante de mis ojos.
Estaba igual, solo había cambiado su pelo, ya tenía el famoso gris platino de todos tras haber abandonado el rubio.
— Ahora mejor — su sonrisa se ensanchó —. Estás preciosa. ¿Qué tal estás? — me dio un pequeño apretón en el brazo.
— Bien. Si, bien. Buscando el pan bimbo.... — Suspiré y señalé las baldas.
Adela se río, y yo me sentí muy tonta.
— Suerte con eso — ironizó —. Me alegro de que estés aquí y vuelvas a estar con Diego y los chicos, te echaban de menos.
Asentí sin saber muy bien qué decir. Me limite a eso, y a sonreír a boca cerrada.
— Cuando quieras, acércate a casa — me dijo con una sonrisa.
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Haremos ruido desde la luna
Romantik"Fui a escribirte te quiero en la ventana" Julia, con el corazón agrietado, desapasionada hacía sus sueños de niña, con miles de preguntas bajo el colchón; encontró el último regalo de su abuelo. Diego, acompañado de su guitarra buscando su musa por...