35 | La luna brilla a oscuras

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35 | La luna brilla a oscuras


Julia

    — ¿A dónde me llevas? — sonreí, para ver si colaba esta vez.

    — Creo que ya te sabes el camino.

    — Si, joder. ¿Pero por que ahí?

    — Ahhhh.

Diego andaba por delante de mí, y yo lo seguía resoplando mientras andaba arrastrando los pies.

    — ¿Por qué llevas la guitarra a cuestas?

    — ¿Por qué preguntas tanto?

    — ¿Por qué no me contestas a mis preguntas?

Gruñó, y yo resoplé muy fuerte con desesperación.

    — ¿Me estás diciendo que ahí dentro te llueve la inspiración?

    — No te he dicho nada — me miró con mala cara.

    — Joder — gruñí.

    — ¿Puedes parar de quejarte y de hacer preguntas? Así llegamos antes.

    — Si me hubieras contestado desde el principio, no te hubiera hecho tantas preguntas. Con la primera hubiera bastado.

    — Si te hubiera contestado perdería la gracia —, se paró en seco, achino los ojos y ladeo la cabeza — o te hubieras dado la vuelta antes.

Se encogió de hombros y volvió a caminar hacía delante.

    — ¡¿Darme la vuelta?! ¿Es que has reunido todas mis fobias ahí dentro para acojonarme?

Me miró por encima del hombro y lo note esbozar una sonrisa. Hurgó en su bolsillo, para sacar las llaves.

    — ¿Y si me paro? — me paré de brazos cruzados.

    — Solo parecerás una niñata que se ha quedado sin saber que hay ahí dentro — se encogió de hombros.

    — Cabrón — murmuré.

    — ¡Te he oído! — dijo metiendo la llave en la cerradura.

    — ¡Y yo lo he dicho en alto para que lo escucharas! — arqueé las cejas, pero no me vió.

Abrió la puerta y me miró, en espera.

    — ¿Vas a entrar? — se apoyó en el marco de la puerta —. ¿O te vas a quedar ahí mirándome?

Puse los ojos en blanco tras emitir un gruñido.

    — Que sepas que no te estaba mirando a ti.

Puse mala cara mientras pase por su lado para entrar dentro.

Fui a abrir la boca para quejarme — otra vez — porque no se veía nada, las luces estaban apagadas y por mucho esfuerzo que hiciera no llegué a ver nada.

Hasta que Diego le dio al interruptor. Cerré la boca de golpe y me quedé muy quieta en mi sitio. Casi congelada, con los cuarenta grados que hacía.

    — Esto... — empecé a decir.

Parpadeé varias veces seguidas para que la vista volviera a ser clara.

    — Has... — volví a intentar decir.

    — ¿He reunido a todos los peluches del pueblo en este sitio cutre? — dijo por mí —, si. Claro, les dije que vinieran antes que tú, pero lo han tenido fácil ya que eres una lenta.

Haremos ruido desde la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora