26 | Algo que podamos recordar

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26 | Algo que podamos recordar


Diego

Aún sentía el tacto de sus manos en mi espalda.

La semana estaba siendo de lo más estresante, o por lo menos lo eran las mañanas. No veía el día en el que llegaran mis vacaciones de verano.

Lo cierto es que, las tardes sí que estaban siendo un suspiro de verano. Todas las tardes me juntaba con Julia para intentar avanzar con la canción.

Habíamos avanzado algo, y como diríamos una de esas tardes, conseguimos despertar algún que otro acorde. La melodía de la canción estaba cogiendo ritmo y forma, y por el momento estábamos algo satisfechos con ello.

Todavía no conseguimos estar del todo cómodos o poder hablar con total libertad de cualquier tema. La tensión se palpaba entre nosotros dos, y todo dependía de una pequeña tela fina. Una pequeña raja en ella, y puede que todo volviera a estallar por los aires.

La ilusión que sentía dentro del pecho casi que era notable desde fuera, o eso decía mi abuela.

Este nuevo acercamiento con Julia me estaba devolviendo recuerdos del pasado, como si los dos hubiéramos viajado en el tiempo a nuestros cuerpos de antes. Sin que el tiempo pasará por nosotros.

Muy en el fondo, la música estaba volviendo a ella. O como yo diría, ella estaba volviendo a la música. La música nunca abandona nuestro cuerpo, pero nosotros sí que creemos dejarla atrás. Desde pequeños, ha sido la forma que hemos utilizado de expresarnos y de ser nosotros mismos.

— ¿Ya te vas? — La voz de mi abuela desde el salón hizo que me llevara la mano al pecho de un susto.

— No, aún no.

— ¿A qué hora teniaís esa reunión? — se interesó.

— A las siete.

Quedó satisfecha con mi respuesta, cuando la ví apartar la mirada para volver a la telenovela de todos los días.

Ese mismo día teníamos la primera reunión de grupo, faltaba menos de una semana para la primera eliminatoria del concurso. Y yo era quien se iba a subir al escenario por todos.

Estaba algo nervioso para la fecha. Para mi los escenarios no eran propios de nervios, pero cuando tienes más de cuatro jueces pendientes de ti valorándote en números, era diferente.

— ¡Come algo! — gritó la abuela desde el salón.

— ¡Con esos sustos no voy a llegar ni a la cocina! — pegué un brinco.

La escuché reírse por encima del volumen.

Le hice caso y agarré una pieza de fruta, me la comí en el patio y perdí la noción del tiempo mientras el sol bajaba.

— ¡Abuela! ¿Sabes dónde está mi caja de púas?

— ¿Esas púas roñosas con ganas de tirarse ellas mismas a la basura? — ironizó con gracia.

Puse mala cara automáticamente y ella se carcajeo.

— Mira en el trastero.

— ¡¿En el trastero?!

— ¿Están en tu cuarto?

— No — respondí tras pensarlo varios segundos.

— Pues en el trastero entonces.

Levante el pulgar ya de espaldas, camino al trastero. Subí las estrechas escaleras de madera que crujían bajo mis pisadas.

El trastero estaba completamente ordenado pero con capas de polvo encima de las cajas. Miré por encima, intentando visualizar mi caja diminuta pinturreada.

Haremos ruido desde la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora