36 | En la profundidad de tu mirada soy prisionero

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36 | En la profundidad de tu mirada soy prisionero


Diego

Compartir la composición abre en canal a cualquier músico. Para mi gusto, era la intimidad más desarrolladora que podíamos alcanzar como dos músicos vulnerables.

Me hervía la sangre cuando mi mente volvía a recrear la escena.

Grabé la canción en otras cintas, y las metí en sobres que encontré por casa. A todas les añadí nuestros nombres y números de teléfono. Hice cinco en total, no sabía a cuantas productoras les podría interesar, pero no me quería quedar corto.

Julia, tiene una voz bonita, que alcanza las notas más altas sin esfuerzo alguno. Es una voz que posee claridad verbal y una armonía con un aura de poder. Como decía, vocaliza bien y presta atención a cada palabra a la hora de pronunciarlas; eso hace que proyecte la voz hacía los demás.

Volver a escucharla cantar fluido era un regalo para mi y para mis oídos. Que por unas horas dejara de pensar en el miedo mientras compartía tiempo conmigo me revolvía el estomago, y me lo ponía de punta en vuelta.

Las ganas de besarla y tenerla entre mis brazos aumentaban a cada momento. Y mi cuerpo solo pedía el deseo de su piel contra el mío.

De ninguna manera llegué a pensar que esa sería su reacción. En todo momento pareció ser mutuo, y si no lo hubiera llegado a presentir así no hubiera arropado sus labios con los míos.

Su reacción me dolió. Más de lo que me podría haber imaginado, no pensé que mi corazón sufriría una punzada tan grande por ese rechazo.

Me quedé inmóvil a oscuras cuando ella salió por la puerta. Bajoneado por unos segundos. Pero seguía sin entrarme en la cabeza. Lo que creamos en un momento fue mutuo, era imposible que fuera cosa de uno solo.

Teníamos que empezar a llevar la canción a las centrales y locales, teníamos que conseguir ser escuchados. Agarré todos los sobres antes de salir.

Me plantee ir solo a entregarlas, pero no era justo, esto era cosa de los dos; y a cada momento debíamos de entregarnos al máximo los dos.

Estaba seguro de que esa mañana Julia no habría recuperado las ganas de verme, pero conseguí que me diera igual.

¿Hasta qué punto podía llegar a soportar la situación?

No consideraba ser el malo de la película, años atrás hice algo mal y a causa de eso el resentimiento que ella llevaba a cuestas hacía a mi aún era visible; tenía que ser paciente ante sus reacciones que yo podría provocar en ella.

No sentí odio por su parte, solo el dolor ambiguo se asomaba en cada reproche.

"— ¿Crees que para mi eres un simple romance de verano?"

Se marchó sin darme respuesta. Pero tenía claro que así lo creía.

¿Desde cuando los romances de verano te dejan un dolor en el corazón durante años?

Me dispuse a caminar hasta su casa. La canción íbamos a entregar los dos, me daba igual si le apetecía verme o no.

Toqué a la puerta un par de veces. Hasta que la abrió de par en par, ya vestida, con una camiseta de tirantes negra y los rizos cayendo en cascada.

Su expresión tranquila cambió en cuanto me vio. Puso una mueca de hastío.

— Diego, no me apetece.

Haremos ruido desde la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora