12 | Libremente confundido
Diego
Pasé un día y medio con ese pequeño tarareo metido en la cabeza.
No podía haber sido fruto de mi imaginación, del deseo de escuchar palabras cantadas salir de su boca...no. Estaba seguro de que la había escuchado tararear mientras dibujaba.
Ese sonido atravesó todo mi ser, se coló por cada artería de mi cuerpo y lo saboreé.
Me dejó con el deseo prendido y sediento. Con ganas de más, necesitaba y quería más. Más de algo que yo no le podía pedir.
Me agarré a ese deseo mientras ella seguía dibujando, deseaba que tarareaba más.
— Me encantaría que me afirmases que no le estoy hablando a la pared — Rodrigo invadió mi espacio poniéndose tan cerca de mi como pudo.
— No le estás hablando a la pared.
— Voy a cambiar la frase — levanto el dedo y torció el morro —. Me encantaría que me afirmases que me estas diciendo la verdad cuando me dices que no le estoy hablando a la pared.
— A punto de perderme por la frase — rodé los ojos.
— Menudo amigo. Yo contándote mis penas sexuales y tu pensando en a saber qué.
Me encogí de hombros y me lleve la cerveza a los labios para darle un buen trago, mientras él me lanzaba una mirada de un intento de enfado.
— ¿Decías...? — le pregunté con los dientes juntos.
Me sonrió dejándome ver todos sus dientes.
— Que no me apetece liarme con nadie — me soltó, por segunda vez, o eso creí.
— ¿Y el problema está...?
— El problema está, ¡joder Diego! no te enteras de nada — negó desesperado con la cabeza —. El problema es que no me quiero liar con nadie — marcó lo negativo con fuerza, agitando una mano en el aire, dramatizando.
Solté un pequeño bufido acompañado de una risita, sin poder creérmelo.
— Será por que estás madurando, Rodrigo. A lo mejor, no te apetece estar de flor en flor como hasta ahora, y buscas algo más estable.
— ¿Estable? — exageró un escalofrío —. No ¡No! — negó casi a carcajadas —. Te estas equivocando amigo mío.
Lo miré confundido, porque no entendía a lo que se refería.
— A lo que yo me refiero es que, ¡no conozco a nadie nuevo! — se llevó la cerveza a los labios, indignado.
— Entiendo. Se te acaban las flores...
— ¡Exacto! — chasqueó los dedos y me guiñó un ojo.
— Se te acaban las flores... — volví a repetir con un tono diferente — ... por que tu quieres — terminé.
— Mentira — bufo.
— Verdad.
— No.
Desvió la mirada y yo la seguí hasta nuestros amigos que estaban llegando y sentándose en la mesa mientras nos levantaban la mano.
— Las flores siguen ahí, no están muertas que yo sepa. Que tu no quieras repetir ese es tu problema.
Me imitó la frase con una voz más aguda, haciendo un gesto molesto con las manos.
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Haremos ruido desde la luna
Romance"Fui a escribirte te quiero en la ventana" Julia, con el corazón agrietado, desapasionada hacía sus sueños de niña, con miles de preguntas bajo el colchón; encontró el último regalo de su abuelo. Diego, acompañado de su guitarra buscando su musa por...