34 | Ruido
Julia
"Ruido".
Lo único que fui capaz de pensar.
Me volví a guardar la carta en el bolsillo, bien doblada, y me incorporé en la fiesta de nuevo.
Bea, Marta y Sara se encontraban en el centro con los demás grupos bailando las canciones aleatorias que sonaban de esos altavoces que cargaba el coche viejo.
Sin decir nada, me uní a bailar con ellas.
Un soplo de nostalgia nos sacudió el pelo a las cuatro. Volvíamos a estar ahí, las cuatro juntas, bailando sin ninguna otra preocupación — o al menos, por unos segundos no las había —.
Chocamos los vasos por encima de nuestras cabezas y bebíamos sin parar de mover las caderas al ritmo de la música.
Me divertí. Y mucho.
Pero lo memorable aún no había empezado.
— ¿Qué llevaba escrito esa carta? — me susurró Diego.
Me gire, y choqué con su mirada. Me miraba con la ceja enarcada y una sonrisa vacilante.
Le hice un gesto de "no te escucho" — lo escuché perfectamente —, y él se río sin haberse creído lo anterior.
Volvimos a ser interrumpidos, ahora por Rodrigo y sus dotes de bailarín en mitad de un botellón. Nos agarró a nosotros y a todos los que pilló por el camino, nos pusimos a bailar dando brincos en mitad de todos los coches.
Brincamos sin parar, la felicidad nos deformaba la cara, cada uno con su forma diferente de sonreír y eso nos hacía reír aún más.
Las botellas rulaban de mano a boca, y de boca, a diferentes manos. Esa noche íbamos a tocar el techo, mientras bailábamos el reggaetón de antes.
— ¡Os quiero! — grito Marta eufórica desde el capó de un coche.
Seguí saltando — en un intento de baile — junto a los demás. Marta dibujaba corazones al aire y a su lado, Pablo, lanzaba besos para todos.
La gente nos miraba y señalaba, pero al rato se acababan uniendo a nosotros para tocar el techo. El pelo se nos pegaba a la frente por el sudor, pero seguíamos presentables hacía los demás.
— A esta botella le sobra el alcohol — Adrian agitó el culo de una botella.
— ¡Adriaaaaaan! ¡¿Dónde estabas?! — Sara se colgó de su cuello.
— Algunos trabajamos — dijo, resignado y se bebió lo que quedaba en la botella —. Al menos, Julia se ha acordado de invitarme — me señaló.
— Y Bea.
— ¡Me han dejado un papel en la puerta de casa!
— Buena técnica — se río Diego.
Adrian lo fulmino con la mirada, pero se le pasó en menos de dos segundos, porque se lanzó hacía él y revolvió todo el pelo — más —.
— ¡Ahora mismo os pillo el ritmo!
— No me cabe duda — río Bea.
— ¡Chicoooossss!
Marta llamó nuestra atención desde el capó del coche, nos saludaba con mucho entusiasmo, agitando las manos en el aire.
Bailamos alrededor del coche hasta tarde. Perdimos la noción del tiempo.
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Haremos ruido desde la luna
Romance"Fui a escribirte te quiero en la ventana" Julia, con el corazón agrietado, desapasionada hacía sus sueños de niña, con miles de preguntas bajo el colchón; encontró el último regalo de su abuelo. Diego, acompañado de su guitarra buscando su musa por...