08 | Otra conclusión más

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08 | Otra conclusión más


Diego

— Hacía que no veía un motor tan jodido... — murmuró con una pizca de entusiasmo mi compañero.

— ¿Te llevará mucho tiempo repararlo?

— Unas cuantas horas... — dijo, aún examinando el coche.

— ¿Lo vas a poder hacer hoy?

— Hoy no, tengo más coches por delante. ¿A qué vienen esas prisas Diego? — interesado volvió la cabeza hacía mi.

— No tengo prisa. Solo pregunto.

— Ya.

Quería dejarle listo el coche a Julia lo antes posible. De ser por mi lo hubiera reparado yo, pero tenía demasiado trabajo como para añadir un coche de por medio.

Esa mañana no manejaba un humor muy agradable, además, últimamente no resultaba ser muy productivo. Realizaba mi trabajo con una extraña parsimonia.

Siempre intentaba cumplir las fechas que les dábamos a nuestros clientes para recoger los coches, pero esa semana llevaba dos retrasos asegurados.

Tras hablar con mi compañero sobre el coche de Julia, me percaté de que me sonaban las tripas. Me moría de hambre. Así que, decidí permitirme un descanso voluntario ¿Con dos coches de retraso? Si.

Julia. Julia. Julia. Julia. Julia.

Repetía mi cabeza sin parar.

El río. Dos horas. De noche. Sola.

Esas palabras acompañaban a su nombre atormentando mi cabeza, y a mis horas de trabajo.

Me atraganté con mi propio corazón cuando vi que la mujer de la carretera era ella y no una desconocida. Sin pensarlo, hice una maniobra denunciable para salir corriendo del coche.

El corazón volvió a su sitio cuando vi que estaba bien... o por lo menos físicamente.

Ignorando el hecho de que estuviera tirada en la carretera, Julia estaba decaída. Al mirar sus ojos solo veía una mezcla de nublado y lluvia. Mucha lluvia. Algo golpeando un pequeño cristal dentro de sus ojos.

Su actitud fue fría y distante desde el minuto uno, básicamente, desde que llegó al pueblo. Julia alzó un muro de piedra entre los dos por su cuenta.

No entendía porque no dejaba de intentar analizar cada cosa que nos unía a los dos en una misma frase. ¿Por qué me molestaba tanto que tuviera esa actitud conmigo?

Cogí una manzana de mi mochila, le di un mordisco y salí afuera hasta la acera de enfrente.

En todo el trayecto de camino a su casa no pronunció palabra. De brazos cruzados y con el ceño fruncido se dedicó a mirar fijamente la carretera. No me dirigió la palabra.

Cuando vayas a hacer algo así puedes llamarme, te ayudaré y llevaré a donde sea. No vayas sola en plena noche, Julia.

Fue lo único que le dije antes de que saliera del coche sin contestarme. Tampoco me dirigió la mirada.

Percibía cierta vergüenza en su actitud corporal, y lo que más temía era que estuviera incómoda. Que estuviera incómoda conmigo, en mi coche. Eso yo no lo soportaría.

Conduje deprisa hasta el taller para ser uno de los que supervisan antes el coche de ella.

Volví a mi trabajo, y conseguí volcar toda la frustración en los coches que tenía que reparar. Era una de las cosas que más me funcionaban al trabajar, estar enfadado.

Haremos ruido desde la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora