07 | Guiada por la luna
Julia
En el pequeño patio, sentada al borde de la ventana del baño, encendí un cigarro.
Mi relación con el tabaco era como un vaivén. A veces fumaba, y otras veces se me olvidaba que lo hacía. No solía tener necesidad de hacerlo, pero cuando me acordaba me entraban las ganas repentinas.
Por eso mismo siempre tenía un cartón en casa, por si acaso.
Un debate sobre la monotonía, sonaba desde una emisora de radio desconocida para mí hasta entonces, la descubrí esa misma mañana.
Un gato correteando al ras de la puerta falsa captó mi atención. No era la primera vez que lo hacía, últimamente sentía muchos gatos alrededor de mi casa. Lo que no tenía muy claro era si era el mismo, o siempre eran diferentes.
Solo sabía que siempre veía ese pelaje gris pasearse por mis alrededores.
Mi cuerpo estaba pidiendo a gritos una buena ducha. Llevaba un moño mal hecho y una camiseta mal puesta.
Pero opté por ceder ese momento de limpieza a la casa, esta necesitaba un buen lavado y eso fue lo que hice, además de comerme todos los tuppers de mi tia.
Pasé toda la mañana del domingo en el mercadillo del pueblo de al lado con ella. No tenía con quien ir y me ofrecí a llevarla para agradecerle de alguna manera por mantenerme alimentada.
Puesto tras puesto, bajo el sol, a casi cuarenta grados. Sudé lo que no estaba escrito ni previsto.
Salí con un par de camisas ceñidas y una falda.
Mientras quitaba las cenizas sobrantes del cigarro; me quedé mirando a la puerta que tenía a mi derecha. Sacudí la cabeza y volví a darle otra calada.
"¿Es hora de entrar?", pensé.
Intenté quitarme la idea de la cabeza, pero rondaba sin descanso. Como si algún tipo de energía me estuviera incitando a hacerlo.
¿Eso quería decir que estaba preparada? ¿Tener esas ganas de abrir la puerta era estar preparada?
Terminé de fumar y tras arrugar el cigarrillo en el cenicero, me bajé de un salto y me coloqué frente a una de las puertas.
Tragué saliva, y con ella me lleve parte de la angustia que sentía.
Posé mi mano en el pomo y lo agarre con fuerza. Empecé a hacer un poco de fuerza en mi muñeca para girar el pomo, un movimiento muy lento.
Cuando hizo el "clic" de abierto; lo sentí en mi corazón. Como si una canica hubiera rebotado una sola vez encima de un cristal.
Cuando abrí la puerta el olor a cerrado me invadió, pero por detrás bien pigmentado, olía a él. Ese olor me abrazó y para cuando quise darme cuenta ya estaba dentro; mientras una lágrima cristalina bajaba por mi mejilla.
Me abracé al recuerdo. Rota de dolor.
Era más que consciente sobre la reacción, intenté alargar lo máximo posible el entrar ahí; porque sabía perfectamente cómo iba a reaccionar y como me iba a doler.
Las primeras tomas de contacto siempre eran las peores. Daba igual cuando tiempo había pasado, lo importante era lo que significaba esa persona y esos recuerdos para ti.
Aprendí a darme mi tiempo y a conocer mis necesidades. Aún tenía mucho que aprender, lo sabía. Pero gracias a ese aprendizaje; en esos momentos me encontraba en la habitación de mi abuelo con una lágrima de alegría rodando por mi mejilla, y por detrás una de tristeza.
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Haremos ruido desde la luna
Romance"Fui a escribirte te quiero en la ventana" Julia, con el corazón agrietado, desapasionada hacía sus sueños de niña, con miles de preguntas bajo el colchón; encontró el último regalo de su abuelo. Diego, acompañado de su guitarra buscando su musa por...