ᴘʟᴀᴄᴇ ɪɴ ᴍᴇ | ɪꜱᴀᴀᴄ ʟᴀʜᴇʏ

Capítulo 4 🩸

Kelly:

Quedarme a dormir con alguien no es lo mío, tomo la poca ropa que traje y le robo unos pantalones al pelinegro para luego salir silenciosamente. Uso mi velocidad vampírica para llegar más rápido, sin duda no esperaba encontrarme con tanto caos.

—Tu ex novio quedo encerrado en su cuarto —informa Damon—. No podemos abrir la puerta.

Mierda, mi casa es un caos y yo estaba teniendo sexo con un licántropo.

—Rómpanla —le digo alterada.

—Tampoco podemos.

—¡Isaac! —grita Caroline—. ¡Isaac!

—¡Isaac, abre la puerta! —ese es Stefan—. ¡Isaac!

—No puedo romperla —se queja Tyler—. ¿Qué demonios?

—¡Isaac, abre! —Caroline sigue golpeando la puerta—. Abre.

Les grito que salgan de allí y comienzo a patear la puerta, los demás van en buscar de algo para romperla y linternas pero Damon se queda a mi lado empujando.

—Ni que la hubieran cerrado con magia —alega mi hermano—. Vamos.

Luego de dos golpes logramos romperla, entro corriendo al verlo tirado en el suelo. Tiene las manos a la altura de su pecho y está tiritando.

—¡Isaac!

Toco su rostro y se encoje de inmediato, esta sudando frío, aprieta la camiseta que lleva puesta. Logro tocar su frente y trago saliva.

—Esta congelándose, Damon —le digo preocupada—. Está helado.

—Isaac —lo sujeta del rostro—. Vamos.

—¿Qué le pasa? —cuestiono al borde del colapso—. ¿Qué pasó?

—Isaac, debes transformarte —me ignora—. Tienes que hacerlo.

El rubio tiene la mirada pérdida, ni siquiera parece escucharnos. Damon comienza a golpear su rostro bajo mis gritos de horror, su puño se estrella una y otra vez en su rostro.

—¡Damon, basta! ¡Lo estás lastimando!

—Tienes que transformarse —me grita—. Sé lo que hago.

—¿Seguro? Parece que lo disfrutas —alego molesta—. Nunca te ha caído bien.

—Ningún novio tuyo podría caerme bien. Es la regla de hermanos mayores.

Rueda los ojos antes de golpearlo un par de veces más, de repente ilumina sus ojos amarillos y se sienta de golpe asustado. Intenta regular su respiración mientras solloza levemente.

—¿Los vieron?

—¿A quiénes? —cuestiono confundida.

—Eran cinco —susurra, una lágrima cae por su mejilla—. Iban vestidos de negro. No pude verles la cara. Estaban cubiertos.

—¿A qué te refieres, niño? —pregunta Damon con calma, sin ser agresivo—. ¿Tenían máscaras?

—Le vi los ojos a uno. Eran amarillos verdosos. Como... —traga saliva—. Como una luciérnaga.

—Le ventana esta cerrada desde adentro, al igual que las demás —informa Damon luego de revisar—. No se activo la alarma de la puerta principal.

—¿Cómo demonios entraron? —pregunto.

—No entraron. Fue como si salieran de las sombras.

—Conozco esa cara —señalo a Damon—. ¿Sabes algo?