Capitulo 10.

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El viaje a Jeju vino cargado de sorpresas, desde sólo estar con los chicos y conseguir un buen polvo, hasta encontrarme con ella y salvarla de que abusaran de ella. ¿Por qué la había ayudado? No sé, simplemente me nació y tampoco la iba a dejar abandonada a su suerte, ése idiota podría haberle hecho cualquier cosa y ella estaba... Dios, ella estaba de los nervios, podría incluso asegurar que tenía muchísimo miedo.

«¿Cómo no va a tener miedo si básicamente casi la secuestran y abusan de ella?» habló mi subconsciente.

Tenía razón.

—¡Dios pero que susto!— habló la mayor llevándose una mano al pecho y cerrando sus ojos fuertemente —. ¿Por qué no avisas que ya estás aquí?

—Porque es mi casa nana, puedo estar aquí sin decirle a nadie ¿No?— pregunté obvio.

—No te quieras venir a hacer el gracioso conmigo Jeon.

—¿Jeon?— hablé acercándome a ella —¿Ya no soy mi niño o mi príncipe?— le pregunté mientras hacía un leve puchero.

—Éso nunca dejarás de serlo pero en éste momento estoy enojada contigo, casi me muero, casi no sé, me da un paro cardíaco. No voy a morir de causas naturales si sigues dándome éstos sustos cabezón— respondió rápidamente.

Me eché a reír y la abracé. La abracé como si no la hubiese visto en años y no sólo en cuatro días, ella también me correspondió no sin antes darme un leve coscorrón y echarse a reír. Mi nana siempre me hacía ser el chico que nunca debí dejar de ser pero que la vida se encargó de destruir, sin embargo con ella nunca perdía ésa esencia y seguía siendo su niño de siempre.

Antes trabajaba para mí padre mientras yo aún vivía con él, pero después de que mamá falleciera se volvió una persona muy insensible y trataba a todos mal, como si nosotros tuviéramos la culpa de lo que había sucedido. Recuerdo encerrarme todas las noches en el cuarto de ella porque tenía miedo de mi propio padre, cuando bebía era alguien diferente, alguien a quién le podrías tener miedo. Pero todo cambió cuando me dió el mando de la empresa, no lo rechacé, lo acepté sin pensarlo dos veces porque con todo éso podría ser más de lo que era, podría sacar a nana de ése infierno e incluso yo podría salir de él, cosa que hice y en la que no me equivoqué.

—¿Quieres algo de beber?— preguntó mi nana con una mirada tierna en su rostro —. Hice juguito del que te gusta pero también hay leche de plátano.

—La leche de banana estaría bien nana, gracias— le dije sin mirarla aún pero antes de que ella se marchara a la cocina la detuve —. Nana... ¿Extrañas a mamá?

—¿A qué viene éso mi niño?

—No lo sé, sólo... sólo curiosidad, no me prestes mucha atención— dije mientras hacía señas de negación con la mano y aunque no quisiera, mientras aguantaba la lágrimas para mirarla sin preocuparla.

Pero ella me conocía a la perfección, sabía cuando estaba mal, cuando estaba molesto, cuando no quería nada e incluso cuando quería todo. A ella no podía mentirle, después de todo, ella era mi madre ahora, sin vergüenza alguna y amaba que fuera así. Mi nana se acercó con una sonrisa pero en su mirada podía ver ésa triste cada vez que hablábamos del mismo tema, se posó delante de mí y sujetó mi barbilla, su tacto era cálido y su olor era tan dulce, me gustaba mucho, con ella me sentía en casa, con ella me sentía querido y afortunado.

—Si, la extraño muchísimo. Sabes que tu madre era una mujer increíble y que a pesar de su enfermedad siempre estaba reluciente porque para ella una sonrisa...

—Siempre es la clave de todo— acabé la frase.

—Exactamente— respondió con una sonrisa leve —, ése era su lema. Tienes que sonreír a pesar de que la vida te ponga obstáculos por delante porque si sonríes, todo es más bonito, todo tiene un poco más de color.

Hunter | JJK [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora