Eres fascinante.

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Cerró las manos con algo de fuerza en el barandal que estaba frente a él, su mirada seguía fija en la pequeña y escuálida pelirroja que parecía no demostrar emoción alguna después de haberle dado la noticia a su amigo.

—Esa niña me agrada. No se deja manejar por las emociones.

—Eso la vuelve peligrosa. —lo miró— ¿Te convence?

Una sonrisa burlona se formó en sus labios, se encogió de hombros mirando al castaño que iba a su mesa con su habitual cara de aburrimiento.

—Veamos cómo reacciona al enfrentarse con ellos. Estoy seguro que la veremos desbocarse. Si es lo que necesitamos para el contrato, te aseguro que lo sabremos de inmediato.

Los dos regresaron de nuevo la mirada a la pelirroja. Theresa se había quedado mirando la dirección por donde Caleb se había ido. No consideraba que se lo hubiera tomado bien, sin embargo, en ese momento no podía ponerse emocional, sentía una ligera sensación de ser observada. Levantó ligeramente la mirada hasta la parte de arriba donde los líderes se encontraban, Daniel Demosnt estaba en aquel lugar, eso era extraordinario.

Noah apenas podía seguir el ritmo de conversación.

—¿Qué es lo que quieres decir con que la mataste?

Theresa tomó el vaso de agua frente a ella con más fuerza de lo normal y se lo llevó a los labios para hacer que el nudo que se había formado en su garganta se desvaneciera, era inútil.

—Pues eso. La maté.

—¿Esto tiene que ver con tu mano? —se inclinó Lily —¿Trataron de deshacerse de ti?

Theresa la miró por unos segundos. Suficiente para que los soldados interpretaran su silencio. Uriel, uno de los que sentía admiración por ella, se tensó.

—¿Quién fue?

—Yo me voy a encargar del asunto. —murmuró.

Jordan sintió culpabilidad tras ver tan inhumana a la pelirroja.

—Fueron los soldados con los que me relacionaba. —señaló con la cabeza.

Theresa lo miró queriendo arrancarle la cabeza. Lily y los demás miraron la dirección que les había dado el nuevo aliado de la joven, sus rostros no expresaron nada que debiera poner alerta a Theresa. Noah la miró con tranquilidad.

—Hoy tenemos día libre por reglamento. ¿Tienes algo que hacer?

—No quiero que sigan saliendo del complejo si solo harán estupideces.

Los soldados presentes se estremecieron al escuchar a su superior, Eros miraba a la pelirroja llevándose comida a la boca. Theresa cerró los ojos por unos momentos sintiendo sus cienes doler.

—No puedes prohibir una salida. Viene en el reglamento. —lo encaró —Y aunque sea así —miró a su primo —no tengo nada que hacer.

—Si te sigues lesionando serás peso muerto para nosotros.

Ese fue el límite de la pequeña pelirroja. Lo miró destilando furia, deseando desquitarse con alguien.

—Si me quiero poner en peligro eso ya no te incumbe. Tu trabajo es solo instruirme para ser un arma, que te importe poco lo que pase conmigo.

Se levantó abruptamente tirando el vaso en la mesa. Los demás la miraron con diversión y aprobación, esa niña tenía muchos ovarios. Theresa caminó por los pasillos que daban a los dormitorios, se detuvo en el lugar donde habían sucedido las cosas, rememoró cada uno de los movimientos de la noche anterior como si de fantasmas se trataran. Aquello la llevó a mirar el muro, estaba completamente agrietado con una mancha de sangre en el.

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora