Deja de saltar al peligro.

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Theresa se estremeció al sentir como la tomaban del hombro y la movían un poco, abrió los ojos con lentitud sintiendo una extraña sensación de peligro. Se tranquilizó al ver los ojos de su instructor. La sensación de cariño y calidez que su sueño le había dejado desvaneció el malestar en su pecho.

—Tessa... —murmuró Eros.

La pelirroja sonrió con ternura al verlo. Había pasado mucho tiempo soñando con aquel pequeño castaño que le había robado su primer beso, llegó a pensar no era más que un sueño que su mente creaba para mantenerla cuerda.

Eros era real.

Su instructor se quedó cautivado al ver la hermosa sonrisa sincera que la pelirroja le estaba dando. Mandó una descarga eléctrica a todo su torrente sanguíneo. Le regresó la sonrisa curveando ligeramente las comisuras de sus labios. Puso un mechón de cabello de la pelirroja detrás de su oreja.

—¿Estás bien?

Theresa reaccionó enderezándose en la silla de espera y carraspeando. Eros estaba hincado frente a ella, había ido a informarle todo a Isabelle para que le ayudara a averiguar lo que estaba pasando, al regresar la pequeña pelirroja estaba hecha bolita en una silla de espera. Los Fairchild ya se habían movilizado para averiguar lo sucedido.

Theresa se talló la cara mirando a Eros.

—¿Saben algo de los Horandelle?

Eros ladeó ligeramente la cabeza.

—Necesitan sangre. —Theresa levantó inmediatamente la mirada —Ya consiguieron sangre para él, ella es la que se está muriendo.

—¿El banco de sangre no tiene más?

Eros apretó los labios.

—Es AB+

Theresa se tensó visiblemente. Era el mismo tipo de sangre que ella tenía. Eros comenzaba a preocuparse.

—¿Tessa?

La joven se levantó quitándose la chamarra.

—Yo donaré.

Eros se levantó de inmediato.

—Tessa...

—Si queremos saber que relación tiene con todo esto y por qué los quieren muertos debemos mantenerlos con vida. A los dos.

Eros apretó los labios, estaba claro que no había forma alguna de poder hacerla cambiar de decisión. La siguió cuando fue con la enferma a avisar que ella donaría sangre. Nicolás y Christian que se habían quedado para saber que pasaba, la miraron mal al saber lo que planeaba.

—¿No te parece que ya te has puesto en peligro?

Theresa miró mal a su hermano mayor.

—Esto es asunto mío. Es mi decisión.

Giró en sus talones para seguir a la enfermera y donar sangre, Christian gruñó con exasperación, había olvidado lo terca que podía ser. Nicolás miró a Eros.

—¿Cómo es que la aguantas siendo tu subordinada?

El castaño se encogió de hombros.

—Sabe cuando controlarse.

Nicolás se giró por completo a él.

—¿Y el Neanderthal?— Eros encaró una ceja. El pelinegro se cruzó de brazos. —El tipo salvaje que fue directo a Dereck esa noche. —ladeó la cabeza recargándose en la pared —¿Creíste que no me había dado cuenta que estaban ahí?

—Puedo creer muchas cosas. Pero no que no seas observador.

Christian los miró.

—¿De que me perdí?

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora