La idiota impulsiva.

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Theresa salió del elevador seguida de Matthew. Miró a otro grupo practicar disparos. Miró al castaño.

—Tienen preferencia por las armas.

—Nuestro estilo de combate es la la distancia. Así reducimos pérdidas.

—Pero ahora que están formando un ejército no creo que aquello les sirva.

El castaño apretó los labios. No le sorprendía en lo absoluto que la joven llegara a la misma conjetura que él.

—Con todos los soldados que tenemos debería ser más que suficiente.

—¿Sabes que buscan?

—En lo absoluto. —se detuvieron detrás del grupo —Ha habido mucha paz en nuestro mundo, eso mismo hace todo este movimiento sospechoso.

—La paz es transitoria. —se cruzó de brazos —Puede cambiar en cualquier momento. El hecho de que armen un ejército solo indica que algo viene.

Matthew apretó los labios, Theresa era testigo de que el joven que estaba frente a él era pésimo disparando. Se recordó así misma cuando batallaba con el arma en sus manos. Ahora podía asegurar que podía con ello.

El instructor que estaba al mando de aquella práctica se acercó a él. Lo miró dejando en claro su desagrado por la ineptitud del joven. Su cabello pelirrojo agitado era muy distintivo. Los percings en la ceja y el labio hacían que Theresa lo identificara rápidamente como un egocéntrico maníaco del poder. Analizó cada uno de sus movimientos que derrochaban seguridad en él.

—Deberías intentar con el arco. A este paso matarás a alguno de tus compañeros.

El joven miró cabizbajo a su instructor asintiendo y dejando la pesada arma en la mesa, Theresa encaró una ceja dando un paso hacia adelante.

El rubio con el arco tragó con dificultad al ver a su superior detrás de él, esperando que realizara el disparo. Tenerlo detrás de él no ayudaba en lo absoluto. La flecha voló hasta incrustarse en uno de los tubos que sujetaban el objetivo. Su instructor giró los ojos.

—Eres patético.

—Se me resbaló el resorte.

Theresa miró de reojo a Matthew cuando lo escuchó resoplar.

—Y aquí va...

El instructor le dio un empujón enviándolo al suelo. Theresa tensó la mandíbula apretando las manos en puños. Si algo odiaba la joven, eran tipos como él que se creían con la autoridad suficiente para tratar así a los demás.

—Ponte al frente.

El rubio palideció en ese entonces, sus compañeros seguían disparando a sus objetivos, algunas balas perdidas daban en otros lugares.

—Señor... Mis compañeros siguen disparando.

—¿Hablo chino? Ponte al frente.

El rubio se levantó temblando.

—Señor...

—¡Alto al fuego!

Matthew se apresuró a detener a la pelirroja al ver sus intenciones de intervenir. Theresa lo miró mal.

—No puedes interferir.

—No me sorprendería que por esto varios se rindan y se larguen. ¿De verdad así los entrenan?

—No podemos hacer nada.

Theresa miró al rubio frente a sus compañeros.

—Matthew deja de ser un espectador y dame una mano.

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora