Diciplinar a los cachorros.

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—¿Te arrepientes?

El aire fresco agitó el cabello pelirrojo de Theresa, se encontraba caminando con el rubio por las afueras de la cuidad, lo miró por unos segundos queriendo descubrir el valor de aquellas palabras.

—¿De qué?

—De quedarte en este mundo.

Theresa sonrió con sequedad mirando al frente.

—En lo absoluto. Es más que obvio que no paro de estar en peligro estando en este mundo. Soy una total desconocida en este lugar, he sufrido y experimentado grados de dolor, estoy segura que no será la primera ni la última vez que me enfrentaré a la muerte. —pateó una rama que había encontrado en el camino —Pero jamás me había sentido tan viva y real. Este es mi mundo.

—Yo si me arrepiento.

Theresa se giró para verlo.

—Si tan solo hubiera tenido el valor de decirte las cosas a la cara y haber escapado contigo, las cosas serían diferentes. Tessa, estás en peligro.

La pelirroja se detuvo en ese momento.

—Lo se.

—Si Eros descubre tu secreto...

Antes de ser consciente de sus palabras, Theresa habló sin más.

—Eros no me haría daño.

Jonathan la miró frunciendo el gesto.

—¿Cómo estás tan segura?

Theresa apretó los labios.

—Es el único que no ha tratado de matarme cada que tiene oportunidad. —soltó un bufido/sonrisa —De hecho, es el único que me ayuda a no morir día a día. Además, cuando no sabía que carajos se supone que tenía que hacer, fue él el que me ha explicado todo. Me ha dado más respuestas de las que merezco.

El rubio parpadeó varias veces no queriendo dar crédito a lo que escuchaba. Sintió una horrible opresión en el estómago.

—Si quisiera hacerte daño lo haría. ¿Si sabes que el bien podía quedarse con la agencia?

Theresa lo miró mal.

—Tienes razón. Pero no me ha lastimado. Él no quiere el poder.

—¿Y cómo estás tan segura?

Theresa suspiró con cansancio.

—Eros es el soldado más fuerte y mejor entrenado de toda la agencia. —chasqueó la lengua —Han tratado de reclutarlo más de dos veces para volverse uno de los líderes y no ha querido.

—Sabes mucho de él.

La joven estaba apunto de tener un ataque por no comprender lo que pasaba con el rubio. Si no sabía nada del castaño, se enojaba, si sabía algo, desconfiaba de ella. Theresa jamás iba a entender cómo es que trabajaba la mente de los hombres, al menos no la de Christopher.

—Es mi instructor. ¿No crees que es conveniente que sepa de él?

Él suspiró.

—Vale. Tal vez no buscara el poder antes. Pero ahora estás dentro de este mundo, Tessa. ¿Qué te hace creer que no busca el poder?

Theresa arrugó el gesto.

—¿Me estás diciendo que quiere usarme?

Jonathan giró los ojos.

—¿Porqué no lo haría?

Theresa lo miró con incredulidad.

—Vale... —agitó las manos —Esta conversación se acabó.

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora