Theresa bufó con frustración al ver para que los habían llevado a terracería. Eros se encontraba a lado de una mesa que contenía pistolas.
Genial, quedé fuera de la primera etapa.
Con forme los soldados avanzaban para tomar el arma, más podía divisar a su instructor con cara de culo, armar y cargar la pistola para entregársela a cada uno de sus subordinados.
Miró con curiosidad como Eros cargaba su arma, y sin previo aviso, la lanzó contra su pecho haciendo que casi se le cayera de las manos.
—Muévanse. Tienen que darle al blanco. Veremos qué tan buenos son con un arma.
Los disparos comenzaron a resonar por el lugar, Theresa se quedó en blanco mientras sentía el metal del arma en sus dedos. Era la primera vez que sujetaba una cosa así. En su estómago se instaló un nudo al ver la pistola. Miró a sus compañeros, todos sujetando el arma y disparando sin mucho éxito. Suspiró y sujetó el arma con una mano apuntado al soldado de metal que tenía a unos metros. Ahogó un grito cuando su brazo se levantó con fuerza y la bala salió disparada al techo al jalar del gatillo. La fuerza con la que el arma se movió fue tanta que la hizo retroceder para no caer.
Miró de nuevo a su alrededor, nadie la había visto. O eso es lo que creía. Eros dio un paso al frente para enseñarle cómo hacerlo, se detuvo al ver a Caleb acercarse a Theresa.
—Sujétala con ambas manos. —le dio un pequeño codazo. —Yo sujeto mi muñeca, siento que me romperé la nariz si no lo hago.
Theresa asintió regalándole una sonrisa de agradecimiento. Eso hizo que el estómago de Eros se encogiera. Giró los ojos pensando en lo patéticos que eran sus subordinados. Se preguntó cómo iría Isabelle con los suyos.
A pesar de sus intentos, ninguna bala había dado en el blanco de Theresa. Todos sus compañeros ya habían disparado, al menos dos veces a su blanco, pero ella no le daba. Bajó los brazos con frustración. No lo estaba logrando.
—Creo que lo tuyo no son las armas. —habló Caleb.
Theresa lo miró con cara de pocos amigos
—Me gusta tu entusiasmo. —ironizó, suspiró con pesadez— Esto es ridículo. Matemáticamente ya debí de haberle dado. Aunque sea por error. Pero soy Tessa y todo me sale mal.
—Entonces sigue practicando, Estirada.
Los dos dieron un pequeño salto en su lugar tras escuchar a su instructor detrás de ellos. El cuerpo de la pelirroja se tensó y miró con reproche a su instructor. Eros la miró con severidad antes de irse. Theresa sintió una extraña tensión en su voz.
Caleb enchuecó el gesto.
—¿"Estirada"?
En respuesta, Theresa se encogió de hombros.
—No me preguntes, ni siquiera yo se por que me llama de esa manera.
Caleb reprimió una sonrisa.
—Como sea. No te des por vencida. Sigue intentándolo.
Theresa bufó antes de levantar de nuevo los brazos y disparar. Abrió la boca con sorpresa al ver que la bala le dio el costado a su blanco. No fue perfecto, pero al menos consiguió perforar el metal. Miró a Caleb antes de sonreír con sorna, tal vez ella fuera mala con las armas, pero estaba segura, que intelectualmente, ella era la mejor de los 24 iniciados.
El recuerdo de las palabras de Matthew llenaron su mente, Theresa pensó que tal vez y el castaño se había equivocado, ella solía ser demasiado torpe en ocaciones, le sorprendía saber que seguía con vida después de todo.
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Si me amas... Adorarás a mis hermanos. (1)
Novela JuvenilRecuerdo a mamá abrochar mi cinturón de seguridad con las manos temblando, asustada. No comprendía que era lo que estaba pasando. Papá entra en el carro y mamá igual, ella es la copiloto, papá maneja a toda velocidad. Miró a mamá que me mira. - Pase...