La prueba.

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Eros miró a la chica a su lado. Su cabello color Zanahoria se agitaba pegándose a su rostro. Sonrió de lado viéndola relajada, con una sonrisa sincera en los labios. Su mirada fue a su tatuaje en el cuello. Quiso saber su significado. Todo para Theresa tenía significado. Pero había algo que le interesaba más, el tatuaje con silueta de dragón en su brazo.

—¿Puedo preguntarte algo?

Theresa giró su rostro a él. La sonrisa tan tranquila y llena de amabilidad que le dedicó a Eros, hizo que su corazón diera un vuelco.

Eros agradeció poder enmascarar sus emociones.

Theresa meneó la cabeza.

—Seguro.

Incluso su tono de voz había dejado de ser tan duro y distante como siempre solía escucharla. Eros sonrió de lado.

—¿Porqué el tatuaje de dragón? En tu brazo. —señaló con la cabeza.

Theresa lució sorprendida.

—¿Quieres verlo?

Eros asintió despacio.

Theresa sujetó cada orilla de la chamarra y se la quitó dejando ver su pálida piel a la vista, esa que Eros había podido ver cubierta de sudor después de un arduo entrenamiento. La tinta negra resaltaba bajo su piel, se acercó para ver con cuidado la imagen. Sus dedos rozaron la piel de Theresa, haciendo que un extraño estremecimiento recorriera su piel. Lo atribuía al frío que hacía en ese momento.

—Es el símbolo de los Fairchild. —la miró.

Theresa asintió.

—Para mi es más que un símbolo de una familia fundadora. Es como tener a los chicos conmigo. —Eros la miró sin poder entenderla —Se que no son mis hermanos, pero... Estuvieron conmigo cuando más los necesité, cuando que creí que mi mundo se derrumbaría. Incluso cuando Rainar me... —Theresa desvió la mirada.

No era algo que quiera contarle a su instructor. Para ella seguía siendo el gran recuerdo de una chica que era débil.

Eros lo comprendió. Comprendió que los Fairchild habían estado con ella cuando él no lo hizo a pesar de haberlo prometido. Se alejó permitiendo que Theresa se volviera a poner la chamarra. Ambos se quedaron callados por unos segundos y miraron hacia adelante, donde el cielo adquiría un ligero tono gris.

—No quiero ser solo una persona que se dedique a matar a las demás, quiero que valga la pena, quiero ser una líder como Christian, paciente como Marcus, estratega como Nicolás, fuerte como Edward, inteligente como Harry y ocurrente como Tyler. Pero sobre todo... —Eros la miró —Quiero ser amable. Como ellos. —río bajo poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja —Me falta trabajar en mi amabilidad. —suspiró —No puedo ser solo una cosa, Eros. —lo miró —No quiero. Pero me asusta no poder ser lo suficiente para este mundo. Se que pertenezco aquí, toda mi vida he dado traspiés, cuando te conocí y descubrí que querían matarme, fue aterrador, pero por primera vez me sentía viva. Y fuerte. Nunca antes me había sentido tan fuerte como ahora, a pesar de todos los golpes que me he llevado. Siempre sentí que algo me hacía falta, no encajaba en el mundo, ahora se por que. Me estresa pensar que a pesar de todo, siga sin estar lista para la siguiente etapa, lo peor de todo, es que si no paso, quedo fuera. —miró de nuevo al frente —No importa lo que haga, sigo siendo débil.

Eros no apartó la mirada. Vio su semblante endurecerse, para él, Theresa era más dura que una roca, siempre mantenía una fachada de mujer fuerte, a pesar de ser derribada y vencida en incontables veces, pero siempre se levantaba. Aún no comprendía porque ella no creía lo fuerte y capaz que era. No sabía que era lo que la detenía. Había mucho que trabajar con esa Theresa vulnerable. De momentos la desconocía, y no la culpaba por ello. Se las tuvo que ver en un mundo totalmente desconocido, uno que amenazaba con aplastarla todo el tiempo.

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora