Otro Yeager.

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Theresa levantó su codo recibiendo el impacto del puñetazo de Edwin, gruñó al sentir el intenso dolor, pero el grito que soltó su compañero fue un indicador de que había ganado un poco de tiempo.
Sabiendo que le dolía más el impacto de su puño, se levantó tensando el abdomen y asestó un puñetazo siendo apenas consciente del sabor metálico de la sangre recorrer su boca. Edwin se quejó desviándose a atrás, Theresa lo aprovechó para darle un fuerte golpe con el antebrazo en las costillas y rotó las caderas liberándose de su compañero. Corrió por el cuadrilátero limpiando la sangre de su boca con el dorso de la mano.

La descarga de adrenalina se disparó por todo su cuerpo haciéndola correr tan rápido que se vio como una mancha borrosa. Eros dio un paso al frente sintiéndose incrédulo. Solo había escuchado de una persona que pudiera moverse con esa velocidad, y estaba muerta.

Theresa esquivó can facilidad cada uno de los golpes,  estaba lista para correr al otro lado del cuadrilátero, hasta que escuchó lo agitado que estaba Edwin. Se giró a él, mirándolo por unos segundos. El golpe que le había dado en el rostro había dejado su marca. La nariz no paraba de sangrar. Theresa se quedó de pie, esperando a que se acercara.

Sue brincó emocionada.

—¡Taca, Tessa! ¡Ataca!

Theresa recordó todas las veces en las que Nicolás había sacado volando por los aires a Christian. Recordó la facilidad con el que el cuerpo delgado y sin mucha masa muscular giraba y lanzaba a sus hermanos metros lejos de él.

Levantó los puños doblando un poco la pierna derecha. Esperó a que Edwin se le acercara más.
Eros fue testigo de cómo el trabajo que los hermanos Fairchild habían hecho con una pequeña y joven Theresa, daba frutos, vio como la chica lanzaba una patada que fue detenida por su compañero, no tuvo dificultad para girar en su eje y patear con la otra.
La vio moverse con tanta fluidez que le demostró el porque había sido la primera en su clase de ballet. Theresa estaba juntando su vida anterior con esa nueva vida. Se movía con agilidad por el lugar asestando golpes y esquivando algunos, cuando Edwin no pudo más, Theresa lo mandó al suelo con una patada que el conocía a la perfección.

La maniobra de Nicolás.

Ambos cayeron al suelo, Theresa respiró agitadamente antes de sentarse de nuevo. Su cuerpo se heló al ver a su compañero en el suelo inconsciente. Los gritos y vítoreos a su alrededor resonaron al no ver a Edwin levantarse.
Sintió una horrible sensación en el pecho al no verlo reaccionar. Limpió la sangre de su labio y se apresuró a acercarse a su compañero.

—¿Edwin? Eh... Despierta...

Pasó sus dedos por el cuello del chico para asegurarse de que tuviera pulso. Tragó con dificultad y después se dejó caer al sentirlo con vida. Eros e Isabelle subieron al cuadrilátero, la segunda fue a revisar a Edwin.

Theresa miró a la nada tratando de procesar lo que había pasado. Había ganado en el combate.

¿Gané?

Regresó a la realidad cuando sintió que tiraron de ella para levantarla. Eros sujetó su rostro buscando alguna contusión. Miró sus labios moverse, su mirada en la de ella, y una enorme descarga de adrenalina recorrerle el cuerpo.

—Eros...

El aludido se quedó paralizado en ese momento. Su cuerpo se estremeció, dejó ver la incredulidad en su rostro. Era la primera vez que ella decía su nombre de esa forma tan intensa. La primera vez que lo miraba anonada. Cuando recordó que todos los iniciados los miraban, regresó a su actitud dura y fría. La tomó del brazo para bajarla del cuadrilátero.
Theresa cerró los ojos caminando detrás de su instructor. Sentía que la cabeza le palpitaba. Después de todos los golpes que había recibido, se sentía exhausta.

Si me amas... Adorarás a mis  hermanos. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora