11. Obra de arte

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KATIA

La discusión con Félix seguía sintiéndose a flor de piel.

Estábamos encerrados en el carro, conduciendo camino a República Checa, y el silencio concentrado dentro era insoportable. Intenté derribarlo con la música que sonaba del estéreo, pero ni Ariana Grande, Oasis o Daddy Yankee vencieron la euforia que tronaba dentro de cada uno de nosotros. Si tan solo hubiera tenido la habilidad de leerles la mente...

¡Espera! ¡Tú puedes hacerlo, Nicole! Cuéntanos qué estaba pensando cada uno.

Katia: «Esto es absurdo. Soy libre de hacer lo que quiera con quien quiera. ¿Merezco esta condena por ejercer los derechos que me otorga mi ciudadanía en Wattpad? En los términos y condiciones no se especifica con quién tiene que liarse la protagonista».

Félix: «¿Tan sencillo es acostarse con cualquiera? ¿O solo es difícil estar conmigo?»

Manu: «A ella le gusta la gasolina, dame más gasolina...».

Bueno, quizás Daddy Yankee sí logró vencer a uno de nosotros.

Arribamos al pueblo Kutná Hora con una sensación amarga en el paladar, y no necesariamente por la cerveza artesanal que habíamos comprado en el camino. Manu y yo salimos del automóvil con normalidad, pero Félix se estuvo tambaleando un buen rato con los ojos desorbitados.

─¿Te ayudo? ─ofrecí.

─No... t-te necesi-to ─tartamudeó con la boca repleta de saliva burbujeante

Y como si fuera un acto instantáneo del karma, tropezó contra una baldosa sobresalida, y Manu aprovechó para empujarlo de regreso a los asientos traseros del carro. Habíamos decidido que sería mejor dejarlo allí dentro en lugar de manipularlo como a una marioneta durante nuestra excursión por el Osario de Sedlec. Era un sitio que Manu ansiaba conocer hacía años y no iba a permitir que un borracho resentido le arruinara la visita.

─Cuídalo, Meón. Ya volvemos ─le susurré al perro que se había recostado sobre Félix sin que este se percatara de los quince kilos que tenía encima, y cerré la puerta─. ¿Hasta cuándo seguirá comportándose como un imbécil? ─le repliqué a Manu, más por fastidio que por preocupación, mientras caminábamos a la famosa capilla católica que servía de principal atracción turística en aquel despoblado centro urbano.

─Hasta que comprenda que el sexo no es un acto sagrado y el cuerpo no es su respectivo templo ─respondió mi amigo, entre que contemplaba con admiración la edificación y su diseño barroco gótico.

─Es irónico que hagas esa reflexión cuando estás por entrar a una institución religiosa que opina todo lo contrario.

─Katia, pequeña e ingenua Katia, esta no es una capilla cualquiera. ─Me empujó hacia adentro a paso lento, dándome tiempo para asimilar la tetricidad que reinaba en el sitio─. Bienvenida a la casa más macabra de Dios, donde los cuerpos no se consideran templos, sino mera decoración.

Su descripción fue de lo más acertada. Miles de esqueletos humanos partidos adornaban mi alrededor. A los costados de la entrada, dos majestuosas y horripilantes copas de tamaño ostentoso nos sorprendieron por su extraña estructura a base de fémures y cráneos. Las calaveras siguieron acompañándonos por lo que restaba del recorrido. Las veíamos por doquier: trepando por paredes y postes, alineándose en llamativas líneas cóncavas por encima de nuestras cabezas como si fueran guirnaldas carnavalescas, y acumuladas por montón en una celda oscura que atraía la atención por el gigantesco escudo sujeto a las rejas, hecho por -¡adivinaron!- más y más elementos extraídos de un cadáver.

─Siempre supe que eras anormal, pero hoy te superaste ─le balbuceé a Manu cuando lo vi esbozar una sonrisa extasiada.

─¿De qué sirven los cuerpos bajo tierra, pudriéndose a la espera del olvido? Me parece mucho más efectivo rendirles homenaje de esta manera, expuestos al ojo público para ser recordados con la atención que merecen ─dijo y señaló la exuberante araña que se desprendía del techo, de cuyos brazos colgaban hileras de huesos, e iliones acomodados como los pétalos de una flor abierta sobre las cuales estaban ubicados los focos de luz─. Mira esta exquisitez. ¿No te quita la respiración?

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora