KATIA
Toqué la puerta de la secretaría y esperé que nadie estuviera allí para atender. Lamentablemente, una voz me indicó que pasara y no tuve más remedio que hacerlo.
─Soy Katia Grande, ¿me buscaban?
─Sí, siéntese.
Me ubiqué en la silla que estaba arrimada al escritorio del rector de la universidad. Era un hombre de mediana edad, vestido de un elegante traje, y llevaba sus canas visibles con orgullo, como si cada una de ellas representara sus años de experiencia en materia de educación y disciplina. Me pregunté cuántos estudiantes habían pasado por este despacho y si el motivo de sus visitas superaban al mío.
─Ayer recibimos una notificación alarmante por parte de uno de sus compañeros respecto al profesor Jorge Santos ─dijo al cabo de un suspiro─. Como responsable de esta institución por más de veinte años, he procurado mantenerla como un lugar seguro para todos nuestros estudiantes. Atravesé numerosas situaciones conflictivas y las he resuelto con mi mayor esmero. Quiero tratar este caso de igual manera, pero necesito de su colaboración porque las palabras de un tercero no son prueba suficiente para una acusación de tal magnitud.
Quise asentir, pero mi cabeza se quedó rígida. Él tomó mi sigilo como una señal de acuerdo.
─El docente en cuestión fue expulsado temporalmente de su puesto hasta que se esclarezcan los argumentos y, de recibir su confirmación de los hechos, señorita Grande, presentaremos la denuncia correspondiente. Solo necesito saber con seguridad una cosa: ¿el profesor Jorge Santos la acosó?
«¡No!». Esa palabra tronó en mi interior, pero no lo suficientemente fuerte para retumbar hacia afuera. Santos no me había hecho nada, no merecía esto. Fue Manu, fue el idiota y mentiroso de Manu, en quien nunca tuve que haber confiado. Me tomó por estúpida y nos metió a todos en una trampa para salvarse a sí mismo el trasero. ¿Cuándo iba a aprender a desconfiar de los demás? ¿Por qué seguía tomándole la palabra a cualquier persona que me decía algo de frente y luego cruzaba los dedos por detrás? ¡¿En qué mierda estaba pensando Manu?! ¡¿En qué mierda estaba pensando yo?!.
El rector me facilitó un pañuelo. Recién entonces me percaté de que me había puesto a llorar a mares. No era un simple lagrimeo, sino una cascada de agua amarga que caía con pesadumbre sobre mi regazo y me mojaba el pantalón. Las gotas se amontonaban en mis ojos hasta inundarlos, al punto de que un simple pestañeo podía elevar una gran ola sobre mis mejillas.
─Yo... yo... ─Cada palabra que intentaba pronunciar se veía interrumpida por un espasmo─. Lo siento...
─Descuide. Lo charlaremos luego ─desistió el señor y se dirigió a abrirme la puerta─. Cuando esté lista para hablar, no dude en visitarme.
Logré asentir, pero aún no pude emitir una palabra completa. Salí a trote del despacho cubriendo mi rostro y así, sin la menor idea de a dónde ir, eché a correr por el complejo universitario.
¿Por qué no pude decir la verdad? ¿Por qué estaba condenando a Santos a más tiempo de humillación? Preguntas similares fueron surgiendo con cada paso que daba. Me sentía un fraude.
Pero no tanto como Manu que, sin preverlo, apareció detrás mío en el desolado corredor. Había salido del aula en cuanto me vio pasar y decidió perseguirme a trote hasta alcanzar mi brazo y jalarlo en su dirección.
─¡Suéltame! ─demandé a gritos.
─Katia, por favor, escuchame.
─¡Dije que me sueltes!
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Así son las cosas
Novela JuvenilKevin y Katia están atrapados en una historia de Wattpad y deben sobrevivir bajo la mirada de una escritora que no tiene ni una pizca de empatía o piedad. *** Los mellizos Kevin y Katia nunca fueron los más agasajados, ni los más talentosos, tampoc...