15. Vómito de palabras

1K 145 4
                                    


KATIA

─¡Soy una mantarraya! ─grité a medida que zigzegueaba con los brazos desplegados hacia los costados.

─Si no te tranquilizás, vas a terminar planeando como una mantarraya de cara contra el suelo ─me advirtió Manu.

Oktoberfest había llegado a su fin y miles de personas comenzaron a dispersarse hacia sus respectivos carros. Muchos estaban embriagados de tanta cerveza, y otros tantos literalmente se habían bañado en ella. Yo pertenecía a ambos grupos.

Durante las últimas horas, habíamos estado al aire libre presenciando el recital de música del festival donde, a modo de cierre, dispararon cerveza al público, y yo buceé en el chorro espumoso y burbujeante, acaparando litros en mi boca. Mi ropa terminó teñida de amarillo y pegoteada a mi cuerpo, y mi cabello se endureció, pero la ebriedad no me permitría notarlo.

Manu tampoco estaba en su mejor estado. No quería admitir que había bebido más de lo que su estómago podía tolerar. Recurrió a sujetarme con la excusa de que yo era la que necesitaba ayuda para caminar, cuando era él quien no podía dar ni un paso firme.

Después de haber intentado abrir cinco vehículos diferentes y ser aturdidos por sus alarmas, encontramos el nuestro. Manu me recostó en los asientos traseros y ubicó a Meón en la silla de acompañante. Luego, sacó de su bolso una playera suya y le volcó agua de una botella. La escurrió y, con un movimiento sigiloso, lo pasó sobre mi rostro.

─Tenés cerveza hasta en las fosas nasales ─dijo, asqueado, y limpió el líquido amarillento que descendía desde mi nariz─. ¿O serán mocos? ─Fuera lo que fuera, ya había aceptado la idea de que tendría que deshacerse de aquella sudadera.

Mi teléfono sonó. Tanteé mi cuerpo en busca del origen del ruido, hasta que Manu se estiró hacia los asientos delanteros y encontró el aparato dentro de la guantera. Después de acercar y alejar la pantalla para enfocar su vista borrosa, logró leer el nombre que figuraba.

─¡Tarawapa! ¡Tienes nueve llamadas perdidas de Kevin! ─Me lo enseñó.

Entrecerré los ojos para enfocar las letras que bailaban y temblaban, burlonas, sin el menor éxito para acomodarlas en su lugar. Con un intento sobrenatural, balbuceé lo que mis ojos habían captado:

─"Vi el trineo. Es hora de que peques de hacer libaneses y maúlles de una buena vez. Estoy parto de recoger las fieras de lo que rompes en el asilo".

Pero como mi conciencia estaba tan distorsionada como para comprender que aquello no tenía ni el más mínimo sentido, Manu se encargó de decodificar el verdadero mensaje:

─"Vi el video. Es hora de que dejes de hacer idioteces y madures de una buena vez. Estoy harto de recoger las piezas de lo que rompes en el camino".

Le arrebaté el móvil y lo tiré por la ventanilla.

─¡¿Qué hacés?! ─Él intentó abrir la puerta para ir a recuperarlo, pero en un movimiento casi impensado, tomé sus manos y las posé sobre mi pecho─. ¡¿Qué hacés?! ─repitió con un tono más agudo y se alejó de mí─. Salvo que quieras que te palpe para ver si tenés algún bulto maligno, es completamente inadecuado lo que estás sugiriendo.

─Dale, solo una rapidita... ─Gateé hacia él alzando mi trasero, y vi de reojo cómo Meón se cubría con su patita ante mi vergonzoso intento de seducción.

─Te lo haré bien rapidito: no. ─Manu me apartó suavemente hacia el lado opuesto.

─No te hagas el difícil. ─Lo jalé de la playera y lo acerqué a mi boca, pero antes de que pudiera cumplir mi cometido, él se alejó por mi hedor a alcohol.

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora