17. Modelo a seguir

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KATIA

De mis seis horas de trabajo, perdí media tomando la orden de uno de los clientes, que batió el récord a la persona más indecisa que había atendido jamás. Mientras este hojeaba el menú al derecho y al revés, yo me mantuve de pie a su lado repiqueteando el bolígrafo contra el anotador con celeridad e impaciencia.

Era el peor día para lidiar con esta clase de imbéciles, ya estaba demasiado ansiosa por el hecho de enfrentarme al inevitable reencuentro con Félix. Estereotípicos volvería a tocar en el bar después de un mes y no quería ver al flautista. Al menos, no quería querer verlo. ¿Eso tenía sentido?

Mi cliente sonrió, revelando su dentadura postiza. ¿Cuántos años tenía? ¿Ochenta? Si era así, le convenía apresurarse porque no debía quedarle mucho más tiempo.

─Ya me decidí ─anunció─. Te pido una ensalada césar y un agua mineral.

Regresé a la barra antes de declararle la muerte con un botellazo.

─¿Alguien me explica qué hace este viejo en un lugar como este? ─me quejé con Casti.

─Es tan tierno como un dinosaurio ─dijo mi amiga cuando lo vio sacando una cámara de rollo de su riñonera─. Por cierto, dejaron esto para ti. ─Me entregó una pequeña cajita de terciopelo bordó.

─¿Quién? ─pregunté, extrañada.

─No sé, lo encontré sobre la barra con este papel que tiene escrito simplemente "Para Katia".

Una pequeña parte de mí creyó -o, al menos, esperó- que fuera un obsequio por parte de Félix. Quizás, seguía sintiéndose avergonzado por haberme dejado plantada durante el "juego de la flautita" y esta era su manera de disculparse. Tenía sentido: el regalo había aparecido justo el mismo día en que él regresó al bar, y de seguro su timidez le había impedido entregármelo cara a cara. Convencida de ello, abrí el paquete con delicadeza, esperando encontrarme con un brazalete, un anillo de diamantes...

─¿Y? ¿Qué es? ─se intrigó Casti y espió sobre mi hombro─. ¿Un moño?

Así era. Dentro del envase, yacía un pequeño moño rojo de algodón, parecido al que le habíamos anudado a Meón al cuello la noche en que nuestra familia nos visitó. Confirmé que se trataba del mismo accesorio al identificar una pequeña mancha del vino que se había derramado aquella noche. ¿Pero por qué Félix me enviaría esto? Pensándolo bien, puede que ni siquiera haya sido él quien lo envió.

No pude seguir interrogando el caso ya que un apagón instantáneo cayó sobre el bar y los reflectores apuntaron al escenario. Había llegado el momento de Estereotípicos.

El público recibió con aplausos a Cris, Rocco y...

─¿Quién es ese?

Había subido el tercer integrante de la banda, pero no era Félix. De hecho, tampoco era flautista, sino un bajista. El anciano, al verlo, alzó su cámara de antaño y ovacionó el nombre del muchacho con el poco aire que le quedaba en los pulmones.

─¿No te conté? Félix abandonó el grupo ─me respondió Casti.

─¿Qué? ¿Por qué? ─prorrumpí, mientras tachaba oficialmente de mi cabeza la posibilidad de que haya sido este el responsable de tan extraño obsequio.

─No tengo idea. Es un chico muy raro.

Raro o no, estaba segura de que no había renunciado sin motivo.

─Casti, necesito que me cubras ─dije de repente, guardando la caja en mi bolsillo─. Y pásame la dirección de Cris por mensaje de texto.

─Pero...

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