KEVIN
─¿Lograste localizarla? ─me preguntó Olivia.
Despegué la mirada de la pantalla de mi móvil con una sacudida de cabeza.
Esa mañana, Nadia había arribado a Tokio y yo estaba encerrado en nuestra habitación de hotel, pendiente de todo lo que publicaba en sus redes sociales. Quería sorprenderla presentándome en el sitio donde ella estaría paseando.
─Nada aún ─lamenté─. Lo único que conseguí ver fue una historia en Instagram publicada hace cuatro horas en el aeropuerto de Narita.
─¿Por qué no le escribes para fijar un punto de encuentro como lo haría cualquier persona normal? ─insistió Olivia desde su cama, pero luego posó su dedo índice en el mentón, simulando pensar en una respuesta coherente─. Cierto que tú no eres normal ─concluyó.
─Así te gusto. ─Le lancé un beso al aire.
Ella puso los ojos en blanco.
─Ya supéralo. Pasaron tres días desde entonces y estuvimos fenomenal sin hablar de eso.
─Me había olvidado que, para ti, es muy fácil fingir. ─Fui al armario en busca del atuendo ideal para la ocasión─. Me pregunto si alguna vez habrás tenido un orgasmo.
─Me pregunto lo mismo por Nadia.
Le tiré en la cara uno de mis calzones limpios y continué revolviendo la ropa. Descarté los pantalones que se me habían agujereado durante el Camino de Santiago, las zapatillas cuyas suelas estaban a punto de partirse, y la nueva playera de Gokū que había comprado en la ciudad. Encontré un jean relativamente presentable, aunque tenía una pequeña abertura en la entrepierna que debía cubrir con una blusa larga. Por desgracia, no tenía una.
─Ten. ─Olivia me alcanzó una camisa blanca con rayas celestes─. Es de Giovanni, lo empaqué accidentalmente. Puedes usarlo.
Observé lo que me había entregado con cierto desdén. Lo último que quería era vestir igual que ese italiano fanfarrón, pero no tenía otra alternativa.
─Por cierto, ─dije entre que me abotonaba la camisa─. ¿Giovanni intentó contactarte?
─No esta vez. Supongo que ya aceptó que nuestra relación llegó a su fin.
─¿Así, sin más?
─¿Cómo pretendes que se termine un noviazgo?
─Muchos comparten una última cena, una charla amistosa, sexo de despedida...
─O se mudan a Australia...
─¿Sabes? Normalmente me fastidiaría esta clase de comentarios y te los respondería con un "Eres solo una niña histérica con aires de grandeza que, a la hora de enfrentar un problema, se va con el primer chico que ve y se toma el primer avión que despega". Pero nada me pondrá de mal humor hoy ─determiné con una sonrisa.
─Ven aquí, idiota. ─Se levantó de la cama y me invitó a acercarme para plegar el cuello de la camisa que me había quedado estirado.
Sus dedos fríos rozaron mi nuca y me provocaron un pequeño escalofrío que, por suerte, supe disimular. La tarea se dificultó cuando se trasladaron a mi torso y lo recorrieron en descenso para alisar las arrugas de la prenda, y temía que si seguían bajando, se encontrarían con una no tan grata sorpresa.
─Gracias. ─Me senté en mi cama y crucé las piernas.
Sonó mi móvil con un tintineo. Era una notificación de Instagram: Nadia estaba transmitiendo un video en vivo. Mi desespero fue tal que, en mis intentos de tomar el aparato, se resbaló de mis manos transpiradas y rebotó sobre el colchón. Olivia logró atraparlo y me lo devolvió. Yo lo tomé casi arrancándole la mano y presioné el mensaje para reproducir el video:
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Así son las cosas
Teen FictionKevin y Katia están atrapados en una historia de Wattpad y deben sobrevivir bajo la mirada de una escritora que no tiene ni una pizca de empatía o piedad. *** Los mellizos Kevin y Katia nunca fueron los más agasajados, ni los más talentosos, tampoc...