20. La venganza de Manu

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KATIA

Apenas Félix y yo salimos de la sala de audiciones para reencontrarnos con nuestros tres compañeros, estos se reunieron en círculo en torno a nosotros y nos sofocaron con su alegría y congratulaciones.

─¡Felicidades!

─¡Enhorabuena!

─¡Mazal Tov!

─Ni que hubiésemos descubierto la cura al cáncer ─dije ni bien logré separarme de ellos.

─Pero descubrieron la cura del amor. ─Manu posó una mano a la altura de su corazón y liberó un suspiro risueño─. ¿Saben cuánto tiempo esperé para que esto ocurra?

La mano de Félix seguía anclada a la mía, y yo hundí mi rostro en su pecho para disimular la estúpida sonrisa que se me había dibujado.

─¡Más de un año! ─continuó bramando Manu y elevó sus manos al cielo como si estuviera invocando a los ángeles y cupidos para concretar la reciente unión─. Yo sabía que ustedes se quisieron desde un principio, pero vos eras muy insegura para admitirlo, y vos, demasiado estúpido para entenderlo. ¿Quién fue el único que confió en esta relación? Yo. Así que, Kevin, andá preparando tu billetera, porque quiero el pasaje a China que me prometiste.

─¿Hiciste una apuesta con él sobre mi vida sentimental? ─renegué contra mi hermano.

─Sí porque jamás creí que perdería. ¿Quién hubiera imaginado que ustedes dos iban a vencer su orgullo? ─Kevin espió el interior de su monedero y pataleó─. ¡Maldición, Katia, me dejarás sin un peso!

─¿No estás contento por tu hermanita? ─Extendí mis brazos a los costados. Él resopló, pero poco a poco fue estirando una sonrisa y me dedicó el tan esperado abrazo de felicitaciones.

─Te mereces esto y mucho más ─me susurró al oído, entre que palmeaba mi espalda─. Y tú, cuñadito ─señaló a Félix─. Cuídala. No quieres saber lo que soy capaz de hacer si llegas a lastimarla. Ninguna maniobra de flautista karateca te salvará de mis años de entrenamiento viendo Dragon Ball Z. ─Y a modo de muestra, estiró sus manos hacia adelante y exclamó "¡Kame Hame Ha!", pero Olivia comenzó a descenderlas con la advertencia de que no recibiría ningún "entrenamiento especial" a la noche por parte suya si seguía revoloteando.

Manu propuso continuar la celebración con una ronda de cervezas en el departamento de Félix. Procedimos a caminar a la salida, pero antes de desaparecer de allí, una mano atrapó mi muñeca y me detuvo.

─Ven, quiero mostrarte algo ─dijo Félix.

─Con que quieres mostrarme "algo". ─Le guiñé un ojo, pero el chico descartó lo que yo tenía pensado.

Ingresamos de vuelta a la sala que ya se había despejado de gente. El único que permanecía ahí era el iluminador en su respectiva cabina de control, y Félix le hizo una señal difusa que este, extrañamente, pudo interpretar.

Un reflector se encendió y apuntó al centro del escenario. Félix me condujo hacia arriba y nos colocamos debajo de la luminiscencia.

─¿Esta es tu idea de cita a la luz de la luna? ─bromeé.

─No, esta es mi idea de abrirte los ojos. Quiero mostrarte tu lugar en el mundo.

─¿Una sala vacía? ─Miré a mi alrededor hasta reencontrar su rostro─. ¡Oh! Ya entiendo: "mi lugar en el mundo es junto a ti". Es algo cursi, pero lo tomaré. ─Le di un pequeño empujón coqueto.

─No hablaba de eso, sino de esto. ─Señaló las placas de madera que estábamos pisando, luego apuntó a las bambalinas, ascendió a los faros de colores que colgaban del techo y, por último, se dirigió hacia las tantas butacas que colmaban el sitio.

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora