KEVIN
Avancé. Retrocedí. Di otro paso hacia adelante, pero mi otra pierna no quiso dar el siguiente. Volteé, me apoyé en la pared del pasillo y suspiré. Miré a Meón, quien ya se había acostado, vencido ante mi vaivén; él sabía que cuando yo revoloteaba así era mejor esperar sentado.
«¿Entro o no entro?», me pregunté por milésima vez. «Tal vez quiera compañía», deduje, pero al instante pensé: «Si se siente mal, es preferible dejarla descansar». Ante el amague, el perro ladró en tono de "¡Decídete de una vez o aguántate el mordisco que te daré!".
Respiré profundo y toqué la puerta que tenía enfrente.
Oí el sonido de unos pies caminando a rastras sobre la alfombra del dormitorio. Olivia nos recibió cubierta por un camisón viejo, descalza, con su cabello anudado por un rodete desprolijo y dos bollitos de papel higiénico dentro de sus fosas nasales.
─¿Estás lista para el desfile de Victoria's Secret? ─bromeé.
Ella sopló con fuerza, provocando que los trozos se cayeran. Meón saltó a atajarlos y ambos miramos asqueados cómo comenzó a masticarlos ruidosamente.
─Gracias por alimentar a mi perro...
─¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el festival? ─preguntó.
─No me apetecía ir, y al mocoso de aquí tampoco le encanta quedarse solo. ─Señalé al perro─. Katia me avisó que te sientes mal. Solo vine a preguntarte si necesitas algo.
─Ah...
─Pues... ¿necesitas algo?
─¡Oh, claro! Digo... no. No necesito gracias. Nada igualmente. ¡Urgh! ─Chocó la mano contra la frente ante el evidente error─. Disculpa, cuando estoy enferma comienzo a delirar. ¿Quieres pasar?
─Depende. ¿Es contagioso?
─¿La gripe?
─El delirio.
─Ambos lo son. ─Se apartó de la entrada para dejarnos ingresar.
Era un lugar del doble de tamaño que el que yo compartía con Katia. Estaba dividido por cuatro ambientes: una sala de estar, un comedor, una cocina y el dormitorio propiamente dicho. Cada espacio estaba equipado por un televisor, hasta el propio sanitario tenía una pequeña pantalla plegable junto al retrete.
«¿Y qué es esto? !¿Un sauna?!», me sorprendí al hallar una pequeña cabina de madera frente a la bañera, cuya puerta cristalina estaba empañada de humo.
Al salir del baño, me topé con una colección de cuadros de artistas que mi inculta persona jamás escuchó nombrar, vinos espumosos sumergidos en hielo en cada estantería, y un canastón de frutos exóticos en el centro de la mesa del comedor.
─¿Suite presidencial? ─adiviné, pero no hubo necesidad de que Olivia me respondiera, lo confirmé con solo entrar a su habitación y ver las toallas dobladas en forma de cisnes sobre la cama matrimonial─. Elegante.
─Probablemente tanto lujo no os sirva para deshacerse de la idea del "italiano mafioso", ¿cierto? ─bromeó ella─. Despreocúpate, nada de esta excentricidad se ha ganado a sangre fría. Los padres de Giovanni son abogados penalistas y han trabajado para importantes figuras de la industria del entretenimiento.
─¿Y a qué se dedica tu novio? ─pregunté, con cierta intención punzante que me costó ocultar.
─A disfrutar de la herencia ─respondió ella, sin la mínima señal de ofensa, como si le gustara que así fuera─. Trabajó un tiempo en el negocio familiar. Tenía gran potencial y estaba por inaugurar su propia firma, pero abandonó la idea y actualmente trabaja como comisario de a bordo dos meses al año.
ESTÁS LEYENDO
Así son las cosas
Teen FictionKevin y Katia están atrapados en una historia de Wattpad y deben sobrevivir bajo la mirada de una escritora que no tiene ni una pizca de empatía o piedad. *** Los mellizos Kevin y Katia nunca fueron los más agasajados, ni los más talentosos, tampoc...