25. A contracorriente

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KATIA

Mi madre se asomó por la puerta de mi dormitorio.

La miré de soslayo desde la cama, en donde permanecí acostada desde el incidente del día anterior. No salí de la habitación ni para cepillarme los dientes. Casandra me había dejado el desayuno en bandeja sobre la mesa de luz: pudín de chía y un batido de bayas, plátano y remolacha, una supuesta delicia de su dieta vegana, pero no comí ni una sola cucharada, más para cumplir con mi huelga de hambre que por las náuseas que me generaba solo ver el líquido morado y espeso girar lentamente dentro del vaso.

Con Becca no intercambié palabra alguna, y mi padre ni siquiera apareció para asegurarse de que estuviera respirando. Mamá, en cambio, golpeaba mi puerta cada dos horas presentándose con una excusa diferente: "¿Quieres que te traiga el almuerzo?", "Creo que se me cayó una hebilla por aquí", "Hace mucho frío y tu habitación tiene la mejor calefacción de la casa. ¿Te molesta si me quedo un rato contigo?". Después de estas tres intervenciones, decidí hacerme la dormida cada vez que escuchaba a alguien acercarse por el pasillo.

Pero, esta vez, me dijo:

─Alguien vino a visitarte.

Y no pude vencer mi curiosidad. Aparté la almohada que cubría mi rostro y espié en su dirección. Al lado de ella estaba parado el chico que compartía conmigo rostro, fecha de nacimiento y la desgracia de pertenecer a la familia Grande.

─Kevin ─balbuceé su nombre para afirmar que realmente se trataba de mi mellizo.

Él se acercó, no sin antes pedirle a nuestra madre que nos dejara a solas por un rato, y señaló el colchón.

─¿Puedo sentarme?

Le desocupé el lado derecho sin emitir sonido y esperé a que hablara. Supuse que por algo habría viajado hasta allí.

─Encontré a Meón.

Se me aceleró el pulso. Sé que es una expresión muy trillada, pero nada describe mejor lo que sentí en ese momento, un corazón latiendo con tanto ímpetu que amenazaba con dispararse de mi pecho. Me enderecé y lo miré con la esperanza de escuchar una buena noticia.

─¿Cómo está? Dime que se encuentra bien...

Él asintió con una sonrisa.

─Tranquila, está en buenas manos.


MANU

Emmm... ¿hola?

Hola, Manu.

¿Qué se supone que debo hacer? Nunca estuve en papel de narrador.

Solo tienes que contarnos qué estuviste haciendo mientras Katia y Kevin estaban charlando.

Ah, bueno... nada especial. Me encontraba en mi apartamento con Meón.

¿Podrías entrar en detalles?

Estaba acostado en el sillón viendo Karate Kid y el perro... Creo que se estaba rascando la cabeza con su pata trasera, echado panza arriba o lamiendo su zona íntima. No creo que haya algo más interesante que agregar.

De acuerdo. Gracias por todo, supongo...

¿Ya estoy listo para protagonizar mi propia historia?

Ni cerca.


KATIA

─¿Dónde estuvo Meón todo este tiempo? ─pregunté.

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora