KEVIN
Tokio resultó ser mucho más de lo que esperaba. La ciudad parecía una pintura de neón que retrataba una sociedad futurista. Los edificios estaban cubiertos por centenares de anuncios coloridos, cuyos focos de luz titilaban en la oscuridad de la noche y simulaban que el centro cosmopolita era una gran discoteca.
Olivia y yo nos sumergimos en la marea de personas que se desplazaban aglutinados como un cardumen. Mientras me dejaba fascinar por el increíble paisaje que tenía frente a mis ojos, ella se encargó de guiarme hacia el hotel que había reservado para aquella noche. Estaba siguiendo las instrucciones del mapa virtual de su móvil, y cuando llegamos a destino, volvió a chequear la aplicación, negada a creer que nos condujo a la dirección correcta.
Se trataba de un albergue rojizo ubicado en el extremo más recóndito de la ciudad. La puerta de entrada también estaba bastante oculta, y se mimetizaba con el color de las paredes, no así como el portón de aparcamiento decorado por una gigantesca pegatina en forma de corazón.
─¿Olivia, acaso esto es un....?
─¡No, es un error! ¡Yo reservé en un motel, no en un picadero!
─¡Esto es un motel!
─¡No, es un albergue sexual!
─¡Eso mismo significa "motel"!
─¡¿En qué dimensión paralela?!
─¡En latinoamérica!
─Pues, sois unos malpensados.
─Tú cometiste este error, ahora soluciónalo.
─Es la única habitación disponible y barata que pude conseguir a último momento.
─Excelente. ─Mi sarcasmo vibró con violencia, pero opté por respirar profundo y ver el lado positivo: el dormitorio contaba con una cama, una bañera y room service, y eso era todo lo que necesitaba para recuperarme de un vuelo de catorce horas─. Quedémonos esta noche, descansemos y recobremos energías para solucionar el problema mañana. ¿Qué tan malo puede ser?
Era malo. Muy malo. Automáticamente me retracté por haberle dado el beneficio de la duda. El rosa pastel que inundaba el dormitorio me dio jaqueca al primer vistazo, y la brillantina dispersa en el suelo parecía sugerir que un unicornio había orinado por todas partes. En la entrada nos esperaban un par de chanclas de felpa que ambos nos negamos a calzar.
La figura de Jessie, mi personaje favorito de Pokémon, ocupaba uno de los murales de punta a punta, sus pechos resaltaban más que su cabeza y dos botones rojos figuraban en lugar de sus pezones. Al presionarlos, tronaban gemidos a través de un parlante.
Como si fuera poco, había encontrado unos uniformes de Sailor Moon más reveladores que los que yo recordaba haber visto en televisión, y un diván arqueado que imitaba los colores y la curvatura de un arcoíris.
No me malinterpreten, soy muy tolerante con la cultura kawaii, de hecho, una vez disfracé a Meón de Pikachu, y debo admitir que tengo cierto fetichismo por el Meganekko, pero, definitivamente, mi límite era pertenecer a un Hentai.
Olivia señaló la mesa de luz junto a la cama, donde yacía lo que parecía ser un báculo
─¿Es el Bastón del Sello de Sakura?
─Sí, lo es ─confirmé y me acerqué a observar de cerca aquella extraña versión en miniatura, hasta que comprendí por qué me resultaba tan peculiar─. También es un vibrador.
La chica dejó caer el objeto ante el escalofrío que la invadió.
─Mi infancia está arruinada ─decreté, mientras buscaba algún asiento que no involucrara a ninguno de mis personajes favoritos haciendo una de las poses del Kamasutra. Terminé ocupando una pequeña silla giratoria, de la cual se desprendían cadenas de amarre, pero estuve dispuesto a dejar pasar ese detalle porque mis piernas ya estaban temblando del cansancio─. Bien, ¿quién se bañará primero? ─pregunté tras un suspiro.
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Así son las cosas
Teen FictionKevin y Katia están atrapados en una historia de Wattpad y deben sobrevivir bajo la mirada de una escritora que no tiene ni una pizca de empatía o piedad. *** Los mellizos Kevin y Katia nunca fueron los más agasajados, ni los más talentosos, tampoc...