Epílogo

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KATIA

─¡Meón! ¿Cuántas veces debo repetirlo? ¡El árbol de Navidad no es un árbol real!

El perro continuó disparando pis sobre el adorno de plástico que había decorado con tanto esmero. No era la primera vez que el peludo cometía dicha atrocidad. Diciembre había sido un mes bastante apestoso en el departamento de los mellizos Grande.

Aquella noche, sin embargo, el agrio hedor de orina fue opacado por un aroma delicioso que flotaba desde la cocina. Félix estaba descollando sus habilidades culinarias en honor a Nochebuena. Después de limpiar los rastros de Meón, fui a hacerle compañía al chef. Lo abracé por detrás y espié los bocados que estaba preparando.

─¿Qué son? ─Señalé lo que parecían ser pequeñas empanadas rellenas de puré de patatas y cebolla caramelizada.

Knishes. Son los aperitivos ─respondió con suma satisfacción y le echó otro cucharón de la mezcla a un pequeño trozo de masa que luego selló y enroscó─. Como primer plato tenemos sopa con kneidalaj, el segundo será cholent de carne, y para el postre preparé strudel ─anunció y sacó el horno un pastel de manzana y pasas del que emanaba una dulce esencia de canela.

─¿De dónde sacaste todas estas recetas raras?

Me señaló un libro que yacía abierto sobre la mesada. Espié la tapa y leí el título "Clásicos de la cocina asquenazí".

─Amorcito mío... ─balbuceé con incomodidad─. ¿Son típicos platos judíos?

─Así es. Mi abuela solía preparar estas recetas siempre.

─No sabía que eres judío. De haberlo hecho, no te hubiera invitado a pasar una festividad católica con nosotros ─reí y me senté sobre la mesada junto a la bandeja de madera en la que él estaba picando apio para agregar a la sopa─. Además, ¿no te parece algo contradictorio que comamos platos judíos en Navidad? Ya sabes, hoy se celebra el nacimiento de Jesucristo, y lo que hicieron ustedes fue, justamente... ─Pasé mi mano delante de mi garganta con un movimiento tajante.

─Tus clases de teatro están dando resultado ─dijo, sarcástico, y volcó el contenido de la bandeja a la olla─. Para tu información, eso lo hicieron los romanos. Por cierto, no soy enteramante judío. Mi madre era católica.

─Sangre mestiza. ─Mis cejas brincaron sugestivamente─. ¿Y cómo manejan la cuestión de las festividades en tu casa?

─Las celebrábamos todas, pero eso cambió cuando mi madre falleció. Ahora solo conmemoramos las fechas del calendario judío. Por eso me alegra estar aquí. ─Volvió a mí y se posicionó enfrente─. Extrañaba festejar la Navidad.

─Créeme, no será lo único que festejemos esta noche. ─Deslicé mis manos por su espalda hasta toparme con su trasero y presionarlo.

─¿Crees que podríamos mandar a tu hermano a darle una vuelta al perro? ─murmuró con un tono persuasivo poco característico en él.

─Ojalá pudiera convencerlo de despegarse del televisor. Estuvo así hace más de una semana, desde su última videollamada con Olivia.

─¿Crees que ese sea el problema? ¿Está deprimido porque ella dejó de atenderle?

─Si es por eso, no lo culparía. Mantener una relación a distancia es más difícil de lo que parece.

Félix compadeció la situación con una mueca y retornó a la olla que estaba al fuego.

─Oye, estuve pensando... ─Comenzó a juguetear con el cucharón de madera, y pude notar el repentino nerviosismo que se apoderó de su cuerpo─. Es algo molesto que no encontremos -ya sabes- privacidad. Cuando estamos aquí, también está Kevin, y en casa, mi padre no para de interrumpirnos cada par de minutos.

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora