KEVIN
─Iré a la cárcel, me sentenciarán cadena perpetua, viviré en la misma celda con una traficante de órganos y compartiremos inodoro... ─murmuraba Katia.
─¿Qué hacés? ─le preguntó Manu.
─Ennumerando las consecuencias que sufriría si te mato ─respondió ella a secas y se cruzó de brazos.
Yo también estaba contando, no las represalias por asesinar al responsable que nos metió en la comisaría, sino los minutos que pasaban sin concretar una solución. Habían transcurrido tres horas desde que nos detuvieron. Los policías pasaban frente a la celda donde nos encerraron sin ofrecernos otra alternativa más que pagar dos mil euros de multa, dinero que carecía un grupo de seis mochileros que pasaban sus días alimentándose a base de arroz y barritas de cereal.
Cada uno tuvo derecho a realizar una llamada, pero la única que aprovechó la oportunidad fue Olivia. ¿A quiénes podríamos contactar los demás? Nuestros padres no iban a apreciar que los llamáramos desde el otro extremo del mundo para decirles: "¡Hola, familia, tanto tiempo! Estamos disfrutando mucho el viaje, Europa es hermosa y su comida, exquisita. ¡Ah! Por cierto, necesito dos mil euros para pagarles a los policías de los que me intenté fugar".
Por suerte, el paquete de yerba mate fue declarado libre de sustancias, por lo que nos ahorramos pagar diez mil euros más. Tan solo faltaba saber cuánto nos costaría la reposición del vehículo que quedó hecho añicos. A la empresa de alquiler automovilística no le agradaría para nada descubrir el paradero de ese carro.
Mientras Katia seguía contando, Manu se acurrucaba de la vergüenza sobre la banca, y Olivia oraba, Félix tachaba con un bolígrafo algunas partes de lo que parecería ser una lista.
─¿Qué estás descartando? ─curioseé.
─Los lugares que quería visitar en este viaje y a los que no podré ir por volverme completamente pobre. ¡Oh! ─recordó algo y volteó la hoja para escribir en otra lista─. Y las razones por las que nunca más debería hacerle caso a tu hermana ─agregó.
─¡Oye, yo no nos metí en este lío! ─se defendió Katia.
─Pero me incentivaste a salir de Londres.
─¡Ni que te hubiera secuestrado!
Los agentes policiales detuvieron sus quehaceres para clavarle unas miradas desconfiadas.
─Katy, no creo que sea el momento ni el lugar para decir estas cosas ─le susurró Manu.
A las diez de la noche, un muchacho esbelto y fornido de tez clara, nariz prominente, ojos azules y cabello azabache se anunció con el ruido de sus botas de cuero, arrastrando su abrigo negro por el suelo de la comisaría hasta alcanzar la recepción de la misma y exclamar con un acento italiano pronunciado:
─¿Dónde está mi dolce donzella?
─¡Giovanni! ─Olivia se aferró a las rejas de la celda.
Él pasó sus manos entre los palos metálicos que lo separaban y las posó en sus mejillas.
─¡Estaba molto preoccupato por ti! ─seguía vociferando con una mezcolanza extraña entre su idioma natal y el nuestro. Comenzó a tantear la piel de la joven para asegurarse de que nada se había salido de su lugar durante -lo que él creyó- la persecución más peligrosa de la historia─. ¿Qué pasó, amore mio?
─Fui tan estúpida... ─murmuró ella y agachó la cabeza─. Siento haberme ido sin decirte a dónde, o llamar para avisar que me encuentro bien. La única vez que me digné a contactarte fue ahora, solo para pedirte ayuda porque me metí en problemas. Soy la peor.
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Así son las cosas
Teen FictionKevin y Katia están atrapados en una historia de Wattpad y deben sobrevivir bajo la mirada de una escritora que no tiene ni una pizca de empatía o piedad. *** Los mellizos Kevin y Katia nunca fueron los más agasajados, ni los más talentosos, tampoc...