1. El pájaro enjaulado

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KEVIN

Si tuviera que admitir mi mayor defecto, apostaría por la insistencia. Y con eso no me refiero a la perseverancia, ese afán por dar pasos constantes hacia un objetivo, sino a mi extraña manía de convencerme a mí mismo de que puedo tenerlo todo bajo control si me aferro a las riendas de la situación.

Pues, ¿adivinen qué? En el invierno del 2019, las manos que sujetaban las cuerdas de mi rutina se hartaron de sostenerla. La soltaron sin más y dejaron caer todo lo que había logrado construir en aquellos últimos meses: mi esfuerzo por estudiar en la universidad, por madrugar cada mañana para trabajar de paseador de perros, y soportar las clases de yoga nudista que dictaba mi compañero de apartamento, Manu.

El golpe determinante se dio cuando me vi obligado a entregar en blanco el examen final del semestre. Humillado por ser el primero en salir del aula, me dirigí cabizbajo hacia casa, donde mi perro, Meón, me recibió con el habitual festejo de bienvenida.

Lo que no resultó muy normal fue la imagen de Manu en plena meditación: estaba recostado de espaldas sobre una colchoneta con las piernas y brazos estirados, trazando una pirámide con el cuerpo, en cuya cumbre resplandecía su trasero desnudo. Los genitales le colgaban por debajo y su cabeza sobresalía entre ellos.

─¡Por el amor de Gokū! ─exclamé, asqueado, y me cubrí los ojos para evitar las posibles pesadillas que podrían atacarme después de este desafortunado incidente.

─¡Hola, Kevin! No esperaba que regresaras a esta hora.

Entreabrí los dedos para asegurarme de que se había acomodado, pero su culo seguía descollando en el centro del comedor.

─¡¿Eres alérgico a la ropa o qué?! ─reclamé.

─Tenés un estómago muy débil ─inquirió mi amigo, abandonando la extraña pose y tomando sus calzones del sofá─. ¿Por qué regresaste tan temprano?

Una vez que Manu estuvo medianamente vestido, avancé hacia el otro extremo de la sala y me apoyé en el borde de la ventana.

─No rendí el examen, y creo que tampoco seguiré estudiando Comunicación Social. ─Volteé hacia él y descubrí el desconcierto esperado en su rostro─. No tiene ningún sentido seguir allí. Me siento estancado. Es irónico que le haya dado un discurso de superación personal a mi hermana antes de que partiera a Asia, pero no lo he aplicado por mi cuenta. Ahora ella está viviendo sin rendirle cuentas a nadie, mientras que yo no avancé ni un paso.

─Para ser justos con vos, Kevin, avanzás muchos pasos cada día cuando paseás a los perros.

─¿Se supone que eso debería ser gracioso?

─¡Claro! Soy el alivio cómico de esta historia. ¿Ya lo olvidaste?

─Tendrás que esforzarte más porque corres el riesgo de perder tu encanto.

─No nos desconcentramos del foco de nuestra conversación. Amigo ─dijo, mientras apoyaba una mano sobre mi hombro─. Ambos sabemos que sos una persona estructurada, demasiado cabeza dura, insoportablemente detallista...

─Te advierto que mi puño se está preparando para golpearte.

─Lo que intento decirte es: adelante, confío en vos. Sos capaz de hacer lo mismo que Katia. Viajá, explorá nuevos escenarios y posibilidades, pero hacelo hasta el final. En cuanto apoyes un pie en el avión, no retrocedas. Sé que odiás desconocer qué pasará mañana, pero deberás acostumbrarte. En tierras extrañas, nunca sabrás con certeza qué sucederá. Con todo esto dicho, ¿te animás a hacerlo?

Respiré profundo, dejando que mi pecho se hinchara por el aire acumulado.

─Sí. Seré valiente ─decreté, pero al instante mi cuerpo se desinfló como un globo pinchado─. Tú me acompañarás, ¿cierto?

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora