6. Detrás de la careta

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KATIA

Kevin y yo habíamos conseguido trabajos similares: ambos atendíamos clientes con demandas absurdas. La diferencia era que los suyos tenían cuatro patas y la incapacidad fisiológica de hablar para compartir sus quejas y descontentos. Yo, en cambio, tenía que lidiar con, nada más ni nada menos, que seres humanos.

Casti me había ofrecido un puesto de camarera en el bar donde trabajaba. Tomé el puesto sin pensarlo y me arrepentí de ello en mi primer día. Lo único que me confortaba era el tarro de propinas que se iba llenando, aunque muy lentamente.

Sin embargo, lo que más me irritaba era tener que soportar a Estereotípicos y sus estúpidos integrantes: Cris y Rocco siempre buscaban llamar la atención de maneras ridículas, y Félix era tan arrogante que me inspiraba a incrustarle su flauta en el trasero.

─Katy, ve a servir a la mesa cinco ─me había pedido Casti en una ocasión.

─¿Ese no es tu sector?

─Sí, pero el cliente te solicita especialmente.

Suspiré al ver quién había sido. Sentado con una camisa cuadrillé, pantalones grises de algodón y su clásico peinado casco que no renovaba desde el jardín de infantes, estaba Gera, mi exnovio. Sospeché que iba a volver a buscarme. De hecho, me sorprendió que no lo haya hecho antes.

Mientras me acercaba, observé su pierna repiquetear por debajo de la mesa; ese era solo uno de sus TOC. Llevaba otro en el párpado derecho y uno más en la mejilla izquierda cada vez que me estiraba su extraña y deformada sonrisa.

Se preguntarán por qué salí con un chico como él. No me enorgullece decirlo, pero fueron momentos desesperados, y al mal tiempo, malas decisiones.

─¿Quién te dijo que estoy aquí? ─musité al tenerlo cerca.

─Lara ─carraspeó.

Olvidé mencionar un minúsculo detalle: Gera y Lara eran primos. Con ese simple dato tuve que haber predicho lo que pasaría. Nada terminaba bien cuando salías con alguien que compartía genética con esa desquiciada.

De hecho, ella nos presentó y yo accedí a estar con él por puro despecho. Había terminado una relación pocos días antes y necesitaba a alguien que me hiciera olvidar ese amor frustrado. Estar con él me hacía sentir menos solitaria, pero eso era lo único que me hacía sentir. Nada de amor, ni siquiera un mínimo rasgo de afecto palpitaba en mi pecho al verlo.

─¿Qué quieres? ─Abrí mi libreta de pedidos.

─Hablar contigo.

─Primero, dime qué quieres consumir.

─Eh... Agua mineral.

Escribí en el anotador.

─¿Ahora podemos hablar? ─insistió.

─No. Estoy trabajando.

Di la vuelta en dirección a la barra, pero unas manos heladas se aferraron a mi muñeca y me detuvieron. Sentí cómo sus uñas se hundían profundo en mi piel y, ante el dolor, me sacudí para liberarme, revelando las cinco pequeñas perforaciones que selló en mi antebrazo.

─¡¿Estás loco?! ─grité y tomé una servilleta para cubrir el leve sangrado que comenzó a brotar.

Unas cuantas cabezas curiosas comenzaron a girar a nuestra dirección y los murmullos opacaron la música que estaba tocando la banda. Solo esperé que la situación no se transformara en un escándalo que comprometiera mi empleo.

─Perdón, no quería lastimarte. Yo... ─balbuceó Gera.

─¡No vuelvas a acercarte a mí! Terminamos hace dos meses. ¡Supéralo!

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora