15. El flautista de Hamelín

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KATIA

Me mantuve toda la noche contemplando a Félix, acostada y rígida a su lado. Él tenía la maldita costumbre de arrastrar consigo las mantas hasta destaparme y cambiaba de posición cada cinco minutos: primero hundía su cabeza en la almohada, luego se tornaba panza arriba, posaba su brazo sobre mi cabeza, enredaba su pierna alrededor de mi cintura...

Era ciertamente fastidioso.

Estuve a punto de resignarme y dormir en el suelo, cuando, de pronto, volteó hacia mí. Su rostro estaba a centímetros de distancia y su respiración soplaba como una suave brisa contra mis labios. Dormía como un bebé, con la boca algo entreabierta y las mejillas inflamadas que despertaban mis ganas de apretarlas. El cabello oscuro caía sobre sus ojos cerrados y mi mano se estiró a apartarlo con una caricia, pero una voz en mi interior me abstuvo de hacerlo.

─No seas pervertida.

Oh, no era mi voz interior. Era Manu.

Me dirigí a mi amigo, quien estaba en la cama individual enfrentada a la mía, negando con su cabeza ante mi patético estado. Cerré el puño que estaba por tocar el cabello de Félix y resoplé antes de preguntarle bajo susurros:

─¿Qué se supone que debo hacer?

─Primero: no tocarlo. Segundo: no quedarte mirándolo toda la noche. Tercero: dejarlo ir. ¿No te das cuenta? Simplemente no te quiere.

─Gracias por las palabras de aliento, eres un gran amigo.

─¡Claro que lo soy! Como amigo, mi deber es decirte la verdad y evitar que te hagas grandes esperanzas. Sos una mujer bonita, ya encontrarás a alguien que valga la pena, es solo cuestión de tiempo.

─¿Puedes dejar de mencionar títulos de películas románticas y hablar como una persona normal?

─¡Tranquilizate! ¿Querés dar un paseo para recordar?

─Eres insoportable.

─Posdata: te quiero.

─Ya calla.

Giré mi cuerpo hacia el lado contrario y volví a reencontrarme con Félix. Esta vez, él estaba dándome la espalda. Esperé cinco minutos para ver si rotaba nuevamente, pero no sucedió. Cerré los ojos también y, mientras esperaba a dormirme, me pregunté si existirá una película romántica que narrara una situación más lamentable que la mía.

Titanic, Bajo la Misma Estrella, Yo Antes de Ti, Mi Primer Beso... ¿Quieres que continúe?

Calla tú también.

***

A la mañana siguiente, Casti nos guio al jardín trasero con un balón de fútbol en mano. No había sido la primera opción de ninguno de nosotros, pero dada la escasa señal en el centro del bosque y el sol radiante que alumbraba nuestro alrededor, acordamos que sería buena idea tomar aire fresco y hacer algo de ejercicio.

Manu fue el único en llegar con una silla desplegable y anunciar su participación como mero espectador.

—¿No juegas? —le pregunté.

—¿Y despeinar estos rulos? Ni loco. Me puedo solidarizar siendo el árbitro, nada más.

—De acuerdo. Conoces las reglas, ¿cierto?

—Katy, querida, estás hablando con un argentino. —Se estiró en el asiento y extrajo de su morral un termo y su infaltable vaso de madera—. No me puedo concentrar sin mi mate. Ahora sí, comentame las reglas.

Puse los ojos en blanco y me dirigí al resto, que ya estaba realizando la repartija de integrantes de cada equipo. La división era de esperar: Cris eligió a Casti y Rocco como sus compañeros y, por descarte, Félix, Kevin, Nadia y yo tuvimos que conformar el segundo grupo.

Así son las cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora