Intercambio.

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El punto de encuentro entre nuestro grupo y el de las mujeres, era una gran montaña, en la cordillera que dividía los sectores

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El punto de encuentro entre nuestro grupo y el de las mujeres, era una gran montaña, en la cordillera que dividía los sectores. La amplia cueva  interior, tenía un túnel que conectaba los dos lugares, el de hembras y el de machos.

Una pareja, vivía en la cueva, y mantenía el fuego ardiendo para alejar a las bestias. Era deber de ambos grupos, abastecer a la aislada pareja. Si bien ellos estaban felices de ir por su cuenta, cumplian una gran tarea cuidando el paso. Ningún hombre podía pasar sin motivos y ninguna mujer venía sin razones. El acuerdo funcionaba bien desde que lo implementamos.
Dos rejas construidas con poleas que se abrían desde el sector donde la pareja vivía de forma permanente, mantenían el paso cerrado.

Cuando entramos, Ino y Sai no estaban por ningún lado.

—¡Eyy!— llamé.

De un hueco en la pared, que yo mismo ayude a construir, se asomó la melena rubia revuelta, de Ino.  

—¡Llegan temprano!— se quejó.

—¿Interrumpimos algo?— me burle.

—Si quieres podemos volver otro día.— ironizo Obito, desde que Sasuke había informado sobre el ataque de los bots a Sakura, mí hermano estaba que se salía de su propia piel. Podía entenderlo. Yo estaba experimentando el mismo deseo y frustración por no poder estar cerca de ella.

Nos quedamos junto a la reja, con el carro que arrastramos desde el campamento, lleno de carne y pieles curadas.
Poco después, ambos salieron de la cueva donde dormian. Bueno, dormir es solo un decir.
Convengamos que el acuerdo no solo beneficiaba a la feliz pareja, la mayoría de las personas en ambos grupos, estaban agradecidos de deshacerse de este par.
Sai, nos saludo con una de esas sonrisas falsas que siempre ponía. El tipo era de lo más extraño. Él y la rubia, habían llegado juntos, pero los separaron y ambos lucharon hasta que se reunieron nuevamente. Estaban en su luna de miel cuando los terranos rebeldes los atraparon y tiraron aquí hace al menos una vuelta.

Usando las cuerdas y poleas, levantó la reja para que pudiéramos pasar.
El llanto de un bebé resonó fuerte.
Ino sonrió y se metió dentro de la cueva, regreso con su pequeño, el único bebé en el planeta.

Entre los suministros semanales que nos daban, había comprimidos para evitar el embarazo no deseado.
Medicamentos, insumos de limpieza, mantas, pastillas purificadoras para el agua, aunque los pozos subterráneos eran muy puros y frescos. Baterías para las linternas. Combustibles. Material de lectura.
A veces incluso llegaban juegos de cartas. Cómo si quisieran mantener contentos a los prisioneros.

—Dile hola a los tíos— canturreo la rubia, y procedió a entregarle el bebé a mí hermano, que lo sujeto con manos temblorosas.
Me mordí el labio para no reír ante la cara de espanto de Obito.

—Está enorme. ¿Se alimenta bien? ¿Puedo enviar a mí hermano si necesitan algo?— dije mientras le tendia un dedo al pequeño y él lo sujetaba con fuerza tratando de llevárselo a la boca.

"Planeta Rojo"- Saku-Haren 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora