El planeta rojo, la cárcel por elección para los bandidos de la galaxia, no será mí destino final.
Nadie sale y nadie sobrevive por mucho tiempo... En teoría.
Arrojada, por error, en el sector de los hombres, creo que mis horas están contadas.
Pu...
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El hombro de Genma, porque así le llaman los demás prisioneros, tiene pequeñas púas y se clavan en mí estómago, mientras me carga. Ni siquiera puedo llorar, estoy completamente anestesiada.
Todas mis emociones revueltas. Mí cabeza cuelga hacía abajo y veo los pies de varios tipos, nos siguen de cerca. Comentando todo lo que quieren hacer conmigo, y si pudiera temblar lo haría, pero mí cuerpo está rígido, por el veneno paralizante del Akatsuki.
Entramos en lo que parece una montaña baja, un Flurpiano usa sus largos brazos para mover una roca que actúa de puerta. Nadie podría ver la entrada de esa forma. Chicos salvajes, pero inteligentes. Los odio aún más por ser tan listos. Esta no es la montaña dónde caí la primer vez, Itachi me explico que esa da al norte y este grupo me trajo hacía el este, el olor es fuerte, desearía que mí olfato también estuviera anestesiado, siento náuseas pero es imposible vomitar.
¡Esto es asqueroso!
Un fuego arde bajo, y las llamas arrojan sombras por todo el lugar. Sombras
Genma me arroja sobre pieles y arranca la púa de mí pecho. La sangre brota de un agujero. ¡Un verdadero agujero! Quiero vomitar al verlo, pero sigo entumecida, es la sensación más horrible del mundo. No duele, no puedo sentir el dolor, pero lo veo, se que debería doler, lo cual es completamente absurdo.
—Trask, limpia eso, date prisa quiero mí primer turno con ella, no me importa que este dura, yo también lo estoy.— Se ríe mientras frota su pene por sobre los pantalones.
Mí estómago está cada vez más revuelto. El pánico por lo que me espera, me invade. El terror es como ácido que puedo saborear. El híbrido de Paarv se acerca y usa algo para curar mí pecho, no puedo sentirlo, pero aprovecha para rasgar mí camiseta y tocarme los senos. Lo sé porque lo veo. Me enferma... Me quiero retorcer, quiero patear, gritar y defenderme.
Estoy, como bien dijo Genma, "dura" soy una muñeca de plástico, lista para que tomen sus malditos turnos conmigo.
¡Piensa cosas bonitas!
—Tiene unas tetitas tan firmes— usa parte de su corto y deformado pico para pellizcarme los pezones. Un tentáculo pasa por delante de mis ojos. No. No es un tentáculo, es uno de los brazos del Flurpiano.
¡Detengansé!
¡Jodidos cabrones!
Veo como el brazo se une a otros dos más y mis prendas vuelan por la cueva. Sus risas y comentarios obscenos sobre mí cuerpo me producen tanto asco.
Me digo a mí misma que es mejor así, al menos no voy a sentir nada de lo que me hagan.
Quiero cerrar mis ojos, me esfuerzo por cerrarlos, pero no sucede. Sigo viendo cómo sus manos tocan casa parte de mí cuerpo.
¡Piensa cosas bonitas! ¡Piensa cosas bonitas! Me repito una y otra vez.
Veo con horror como bajan hasta mí sexo. Esas horribles y asquerosas manos...
—Retirence, salgan, malditos cabrones. Dije que iría primero.— Uno por uno gruñen, pero se alejan. Genma se acuesta sobre mí. Acaricia mí mejilla y me habla cerca del oído, tomándose su tiempo para lamer el lóbulo de mí oreja y acariciar mí cuerpo. No siento nada, gracias a los dioses no puedo sentir sus manos acariciando mis pechos, ni bajando para hurgar entre los pliegues de mí sexo. — Soy un híbrido de Akatsuki, uno fallado, mí familia me rechazo por eso y los mate. Puedo dormirte, pero no puedo despertarte, mis púas, van en una sola dirección.—Se ríe.— No me mires así muñequita, te prometo que lo voy a disfrutar. Además, solo va a durar un poco más.— Un leve encogimiento de hombros y otra risa siniestra.— Sabés, por culpa de esos malditos Uchihas, que se creen moralmente correctos, llevamos mucho tiempo solos, mis manos ya estan cansadas de hacer el trabajo. Me toma de la nuca y levanta mí cabeza para que pueda ver hacía abajo, está desnudo, pegado a mí. Su otra mano sacude su pene que ya gotea sobre mí muslo. Al rededor se reúnen los demás sujetos, también están desnudos y masturbándose.
Quiero gritar, quiero alejarlo de mí. Siento una vibración.
¡Siento mí cuerpo!
Sigo sin poder moverme, pero siento. Me concentro de repente, Genma sale volando. Choca contra una pared y cuando se levanta me mira sorprendido. Otro se arroja si te mí, y luego otro más, cada uno de los tipos vuela por el aire, sus cuerpos se retiran y chocan contra las piedras. Quedó ahí, tumbada, inerte, y aterrada.
—¡La pequeña puta me ha sorprendido!— Genma gime de dolor y me satisface saber que el golpe, le rompió algo adentro.
El Flurpiano se acerca desesperado, pero vuelve a volar por el aire hacía la entrada de la cueva. Así con cada uno de los bastardos.
Estoy desnuda, estoy entumecida, pero no pueden tocarme, no pueden llegar a mí.
¡Gracias madre, por lo que sea que tu sangre me haya dejado! Nunca había valorado más, mí herencia genética.
