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[Cinco]

Entré a mi habitación encontrándome con la chica de los moños sentada en el borde de la ventana y viendo el atardecer.

Al oírme entrar ella se volteó, me sonrió dulcemente y señaló mi escritorio.

—Hace unos momentos tu madre entró para dejarte eso.

En el escritorio había un plato con algunas galletas con chispas de chocolate. Las miré con una mueca, gesto que ella notó.

—¿No te gustan las galletas?

—Las de mamá sí, pero ahora no tengo apetito —tomé el plato para luego entregárselo—. Cómelas tú.

—Pero son para ti.

—Y como son mías puedo dártelas si quiero. Ahora tómalas o las tiraré.

Agarró el plato con una pequeña sonrisa al sentir el delicioso aroma que desprendían.

Me fui a sentar en mi escritorio a hacer algunas cosas. La primera de ellas era ignorarla, pero eso no fue muy fácil cuando un rato después al oír pequeños murmullos de su parte me giré confundido hacia ella.

El plato estaba sobre su piernas y ella quitaba pacientemente las chispas de chocolate de las galletas. Por lo menos las que estaban en la superficie.

—¿Qué crees que haces?

—Quito las chispas... —no apartó su mirada de la galleta.

—¿No se supone que esa es la mejor parte de la galleta?

—Lo es, por eso la quito.

Me crucé de brazos observándola fijamente.

Sacaba levemente su lengua a modo de concentración, tenía el ceño algo fruncido y quitaba con cuidado cada trocito de chocolate para luego ponerlo en el borde del plato, donde ya tenía una filita de estos.

—No lo comprendo.

—Me suelo comer así las galletas. Aparto las gotas de chocolate para comerme primero la galleta y al final la mejor parte, comerme el chocolate.

No sé que ocurrió, pero en ese momento un deja vu jodidamente fuerte llegó a mí.

Sentí como este momento lo había vivido alguna vez, la forma en que ella se concentraba en quitar las chispas, el sol iluminándola y como su cabello brillaba con su luz, la sonrisa de celebración que daba cada que quitaba exitosa un pedacito del chocolate o como bufaba cuando se le rompía.

Mi corazón saltó descontroladamente al sentir aquello, tal vez era parte de mi imaginación pero se sentía tan extrañamente real.

Me quedé por un tiempo indefinido observándola, por alguna razón no quería que este sentimiento acabara, me parecía de algún modo relajante y cómodo.

Supongo que sintió mi mirada porque dirigió su vista hacia mí confundida.

—¿Ocurre algo?

—¿Qué? No, nada —carraspeé volviendo a lo que estaba haciendo antes.

—¿Tengo algo en la cara?

—Sí, tienes una cara que no tengo ganas de ver.

Soltó suspiró con tono de enojo mientras se quejaba de mí en bajos murmullos que pude alcanzar a oír.

Luego se quedó callada por el resto de la tarde.

Y aunque se lo agradecí al de arriba, no sirvió de nada.

Por más que no hiciera nada que me molestará, mi mente estaba perdida, no podía concentrarme ni un poco en lo que hacía.

⟨¿Qué demonios me está sucediendo?⟩



















𝐌𝐢 𝐌𝐮𝐧̃𝐞𝐜𝐚 // 𝐅𝐢𝐯𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐠𝐫𝐞𝐞𝐯𝐞𝐬 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora