𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥

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[Omnisciente]

Una fuerte y brillante luz pegó con fuerza en los ojos de ___ aun estando cerrados.

Con dificultad fue abriéndolos, había luz por todas partes.

Cuando por fin consiguió enfocar bien la vista, se desconcertó de aquel lugar.

Estaba acostada sobre un piso blanco de mármol muy hermoso. Alrededor parecía una especie de palacio romano.

Habían enormes columnas que parecían no tener fin de lo altas que eran.

El cielo era de un claro azul brillante y hermoso a la vista. Todo ahí se sentía tan tranquilo, como la paz misma.

—Ya despertaste —habló una suave voz.

La chica se sentó para ver de donde provenía aquella voz, a un lado de ella estaba un hombre muy guapo de lindo rizos castaños.

Tenía una dulce sonrisa y le extendía su mano.

—Bienvenida —sonó otra voz más dulce y maternal.

Ella no lo comprendió, miró a su alrededor para entender bien la situación, entonces fue que notó que frente a ellos habían más personas.

Había un trono dorado tan brillante que no podías mirarlo por mucho tiempo. A cada lado de este habían dos personas, a la derecha unas mujeres con una belleza inigualable y al otro unos hombres con un rostro jamás visto en la historia de la tierra.

¿Por qué todos aquí son tan irresistibles?⟩

—Te noto confundida, no te preocupes, le pasa a todos al llegar —volvió a decir aquella voz maternal.

En el trono había alguien sentado, vestía una gran bata blanca con detalles plateados y dorados que dibujaban el sol, las estrellas y la luna.

Pero su cara no era posible de distinguir, solo era una gran luz blanca.

—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes y... Por qué pueden verme?

El hombre a su lado volvió a ofrecerle su mano, ella la tomó muy confundida.

—Estás en la dimensión de las almas.

—¿Qué?

—Tu tiempo en la tierra ha llegado a su final —explicó el hombre.

Casi se cae de trasero al oír eso.

—¿Cómo dices?... ¿¡Estoy muerta!?

—Si así quieres llamarlo.

—Aquí ya no sentirás dolor —habló una rubia con una gran sonrisa.

___ comenzó a negar lentamente.

—De ahora en adelante solo habrá paz y felicidad para ti —habló otro de los hombres.

—No...

—Tranquila, sé que cuesta un poco pero–

—No lo entienden... Debo volver, necesito volver.

—Toda alma tiene un tiempo designado —le contestó la mujer del trono.

—¡No! Por favor, debo volver —se agarró la cabeza desesperada—. No puedo dejarlo.

—¿Dejarlo? —preguntaron todos.

—No puedo dejarlo solo, él no lo merece.

La joven miró a la mujer del trono y unió sus manos como ruego.

—Por favor, Diosa, madre, ser celestial o como le llame la gente... Déjeme volver, necesito que él esté bien.

—Señorita, ¿A qué se refiere?

𝐌𝐢 𝐌𝐮𝐧̃𝐞𝐜𝐚 // 𝐅𝐢𝐯𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐠𝐫𝐞𝐞𝐯𝐞𝐬 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora