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[Rayita]

Me estaba probando uno de los vestidos que había tomado de la tienda.

Era corto, de tirantes y ajustado al cuerpo, tenía un color lila muy hermoso y debo admitir que me quedaba muy bien.

Posaba en el espejo luciendo mi belleza cuando noté que Five me miraba desde la puerta, ya había llegado del trabajo.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —mis mejillas se sonrojaron un poco de la pena.

—Acabo de llegar.

—Oh...

—Te queda... Bien, supongo.

—¿En serio?

Asintió y se fue a sentar a su escritorio, no tenía muy buena cara.

Sabía que le gustaba su trabajo, pero habían días en los que no podía ni con su alma.

Con algo de duda me acerqué lentamente a su lado.

—Si me permites preguntar, ¿Estás bien?

Tenía las manos sobre su cabeza y no me dejaba ver su cara.

Exhaló fuertemente antes de restregarse las manos por los ojos y después se me quedó viendo en silencio.

Me incomodó un poco, no había conocido a alguien con una mirada tan pesada como él.

Al ver que no me respondía le dije alejándome un poco—Ahora no quieres hablar, lo entiendo.

Me iba a sentar en el sillón cuando su mano en mi muñeca me detuvo. Debió notar la confusión en mi rostro porque al ser consciente de su gesto me soltó de inmediato.

—Descuida, no tengo problema con que preguntes.

Le sonreí levemente por su intento de no volver a meter la pata, o por lo menos eso quería creer.

—No me encuentro del todo bien, hoy fue un día pesado.

Me senté al borde de su cama viéndolo de frente.

—¿Quieres hablarlo?

—No tengo ganas de eso.

—Mmm...

Intenté pensar en algún tema de conversación que pudiera sacar para distraerlo, y entonces recordé algo mejor.

—Oye, hoy por la tarde decidí escabullirme por la academia, ya sabes, lo normal —rodó los ojos, me había advertido varias veces que tuviera cuidado—. Entonces vi a tu madre decirle a tu cuñada y a tu hermano el gigantón que arriba en el ático habían muchas cosas viejas de ustedes, entre ellas hay un álbum de fotografías y casettes.

—Vídeos de seguridad querrás decir.

—¿Qué tal si los buscamos? Tengo curiosidad de ver como eras tú y tus hermanos cuando niños.

—¿Por qué? —el aburrimiento en su cara era latente.

—Porque sí —lo jale de la mano al levantarme—. Vamos.

—"Porque sí" no es una respuesta.

—Ya, vamos aguafiestas.

Al salir de la habitación casi al llegar al pie de las escaleras un fuerte mareo me desequilibró por completo.

Todo en un instante me dio vueltas, mi vista se nublo y perdí la estabilidad cayéndome al suelo, o bueno casi.

Five me sostuvo de la cintura al instante y solo logré golpear mis rodillas.

𝐌𝐢 𝐌𝐮𝐧̃𝐞𝐜𝐚 // 𝐅𝐢𝐯𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐠𝐫𝐞𝐞𝐯𝐞𝐬 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora