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[Cinco]

—Acompáñame a París —le ofrecí mi mano.

Casi se le salen los ojos de la impresión, sonreí internamente por eso.

Ella se levantó y se acercó cautelosa a mí, luego con duda puso su mano en mi frente.

—¿Tienes fiebre? Dices cosas no propias de ti, ¿Será que tantos idiomas te resetearon el cerebro?  —rodé los ojos fastidiado.

—Acabas de decir que darías lo que fuera por volver a ver a la Torre Eiffel, entonces acompáñame a París.

—¿Harás eso por mí? —una sonrisa empezó a dibujarse en su cara, por lo que decidí interrumpirla antes:

—Lo hago porque un poco de aire parisino no me haría mal —le volví a extender mi mano con gesto desinteresado.

—Espera un momento.

Se fue hacia donde estaba su bolso, de ahí sacó un gran abrigo de piel sintética blanco, luego un sombrero que podría cubrirle la cara entera y al final unas grandes gafas de sol.

Se lo puso todo a la velocidad de la luz y luego volvió frente a mí.

—¿Por qué diablos te pusiste todo eso?

—Quiero creer que si no me ven la cara o algo así entonces no me pasará nada, así puedo esconderme mejor —se señaló de arriba a abajo.

Tomó mi mano suavemente, ¿Recuerdan cuando les dije que esta chica no termina de sorprenderme? Bueno, su mano tenía una agradable calidez.

⟨Se supone que su cuerpo no produce calor... Que extraño⟩

—¿Five, estás bien?

Me había quedado viendo nuestras manos juntas como un idiota.

—Ah sí, perdón. ¿Lista? —asintió emocionada.

Imaginé como cerró sus ojos y yo apretando un poco mi agarre a su mano, di un salto espacial.

La suave brisa fría me pegó en la cara al instante, volteé a todas partes esperando estar en el lugar correcto hasta que me encontré con una vista preciosa.

—Wow... —susurró ___.

La bella Torre Eiffel estaba frente a nosotros, brillaba como un diamante con tantas luces. La noche le hacía justicia a su protagonismo, parecía toda una estrella.

Estábamos en la terraza de un alto edificio, la baranda de esta estaba cubierta de enredaderas y macetas con unas coloridas flores. ___ y yo nos apoyamos de la baranda para admirar tan inigualable vista.

—Siento que hasta podría tocarla —ella extendió su mano al frente.

—Sí...

Pasaron unos largos pero muy relajantes diez minutos en silencio, me sentía en completa paz cuando un click se escuchó a mi lado.

Al voltearme me encontré con ___ y su cámara viendo en mi dirección.

—¿Me tomaste una foto? —mi tono sonó más indignado de lo que quería.

—Obvio, para algo son las cámaras —dijo obvia encogiéndose de hombros.

—Toma fotos de lo que quieras menos de mí.

—¿Pero y si solo quiero fotos de ti?

Me quedé viéndola confundido, ella al notar lo que dijo carraspeó un poco incómoda.

—No lo quise decir así, no lo malinterpretes... Es que yo, ya sabes como soy —soltó una risita apenada—. Ya sabes que a veces digo tonterías y–

𝐌𝐢 𝐌𝐮𝐧̃𝐞𝐜𝐚 // 𝐅𝐢𝐯𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐠𝐫𝐞𝐞𝐯𝐞𝐬 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora