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[Cinco]

Mi cuerpo pesaba tanto que la lentitud con la que caminaba no era normal. El cansancio me estaba matando.

Y no hablaba solo del físico.

Al abrir la puerta de mi habitación vi a la muñeca sentada sobre mi cama. Suspiré algo irritado al verla ahí, no quería tratar con nadie en este momento porque de seguro sería más grosero de lo normal, por más que no quisiera serlo.

Pasé las manos por mi rostro ignorando el olor algo desagradable de la sangre ya seca. Inhalé hondo para soltar la pesadez de mis hombros, ya empezaban a dolerme de la tensión que tenía en ellos.

—¿Qué te ocurrió? —su voz sonaba alarmada.

⟨Dios, si es que existes por favor dame paciencia⟩

—Nada que te deba importar —aparté las manos de mi rostro, ella caminó hacia mí con algo de rapidez.

—¿Estás herido o algo? ¿Necesitas alguna cosa?

—Lo que necesito... Es que dejes... De fastidiarme... ¡La maldita existencia!

—Solo me preocupo por ti —la preocupación se pronunciaba en su rostro—. ¿Cómo esperas que reaccione? Vienes aquí con sangre por todas partes, ¿Y esperas que no me importe?

—No debería importarte porque ni siquiera es mía —me señalé de arriba a abajo.

Sus ojos se abrieron asombrados de mi declaración, no dijo nada más pero sus manos temblaban ligeramente, dudaba de decir algo más.

—Espero que con esto te haya quedado claro que debes dejarme en paz. No te conviene agotar mi paciencia, ¿Entiendes?

No dijo nada por unos segundos dándome a entender que ya no volvería a verme igual después de esto.

La iba a apartar para ir al baño, pero ella me tomó de la mano llevándome a la cama, mi cara se arrugó en un gesto de confusión por su repentino acto.

Me sentó en la orilla, luego se posó frente a mí.

—Quédate aquí y no te muevas, por favor.

Fue rápido al baño, oí algunos ruidos de cosas moviéndose y cuando volvió tenía un botiquín y un paño mojado. Se sentó frente a mí y con algo de duda tomó mi mano para empezar a limpiarla.

Algo en mí se detuvo en ese momento. Como si el tiempo fuera totalmente paralizado.

⟨¿Por qué?⟩ Era lo único que pasaba por mi mente una y otra vez.

Limpiaba mis nudillos y el dorso de mi mano con suma delicadeza, como si fuera algo frágil, a pesar de lo pegajosa que estaba ya la sangre.

Me fijé en su cara mientras lo hacía, se veía tan tranquila, sus facciones habían librado la preocupación que tenía hace unos momentos. No parecía asustarle en lo absoluto que mis manos estuvieran manchadas de sangre de alguien más... Como si no me juzgara.

—¿No me tienes miedo? —me atreví a preguntar después de mirarla por un rato como un acosador.

Sus ojos me miraron de una forma que no pude descifrar, me brindó una sonrisa comprensiva que nunca había visto en nadie.

—¿Por qué lo tendría?

—Literalmente te acabo de decir que asesiné personas y todavía preguntas eso.

Bajó su vista de nuevo a mi mano para seguir limpiando aquellas manchas carmesí.

—¿Es que no recuerdas que me contabas todo antes de conocerme así? Sé que tú y tu familia tienen una vida peligrosa, pero eso no me da miedo.

𝐌𝐢 𝐌𝐮𝐧̃𝐞𝐜𝐚 // 𝐅𝐢𝐯𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐠𝐫𝐞𝐞𝐯𝐞𝐬 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora