Propuestas sorprendentes

2.5K 155 22
                                    

—8—

Siento el móvil vibrar en mi bolsillo y lo saco descubriendo un whatsapp de Marta.

«Primita, ¿te queda mucho para llegar a casa?»

«Estoy volviendo»

«¿En transporte público y tardarás una eternidad?»

«En coche, Paolo ha venido a buscarme.
Satisfecha tu curiosidad, ¿puedo ya saber
por qué me lo preguntas?»

«Ainhoa está en el salón de casa con una amiga, esperándote. Por si se van a casa o las invito a un café»

«¿Por qué está esperándome?»

«Ni idea, quieren hablar contigo. Está muy misteriosa»

Y no sé qué cara se me debe haber quedado, pero de póquer mínimo, porque hasta Paolo se ha dado cuenta.

    —¿Todo bien, Luz?

—Ainhoa está en casa y quiere hablar conmigo.

—Ahora que sois amiguitas, a ver si te ofrece trabajo —comenta ilusionado.

—No somos amiguitas Paolo —le rectifico con cierta molestia—.

«Os esperan en su casa, dice que Paolo está invitado a la fiesta»

Eso mismo le comento a mi amigo y no tarda ni un segundo en empezar a divagar sobre lo increíble que sería que quisiera trabajar con nosotros. Y por muy reacia que sea a creerlo, tiene sentido, y más después de su evaluación de los canapés.

Los diez minutos de camino se me hacen eternos y Paolo insoportable, así que cuando aparca el coche, salgo disparada hacia el portal.

—Luz espérame —suplica alcanzándome después de una corta carrera—. Sé que estás deseando saber qué quiere, pero es cosa de los dos.

—Antes de ponerte intensito, deja que hablen ellas, te lo pido por favor —le digo en voz baja mientras llamo al timbre.

Y Ainhoa aparece justo cuando Paolo estaba dispuesto a replicar. Suerte para mí.

—Hola chicos —nos saluda con una extraña simpatía—. Pasad.

Se hace a un lado y eso nos permite ver a su amiga, que está al teléfono paseando de una punta a otra del salón. Lo que más llama mi atención es que va descalza, sus tacones descansan a la derecha del sofá y eso me da una pista del grado de cercanía que tienen.

—Sentaos —nos indica Ainhoa posando una mano en mi espalda y ejerciendo una ligera presión para animarme a hacerlo—. ¿Queréis tomar algo?

Y ese gesto me deja un cosquilleo agradable en la zona.

Declinamos su ofrecimiento pero la mujer del teléfono nos hace un gesto indicando que esperemos un momento, como si tuviera que añadir algo a nuestra conversación. Se despide secamente y cuelga.

—Ponles ese café tan delicioso que has conseguido, se van a morir del gusto —le indica a mi vecina con una caricia y una sonrisa que chocan firmemente con el tono que estaba usando al teléfono.

Se sienta frente a nosotros y junta sus manos pensando cómo iniciar la conversación.

—Soy Clara, la directora del Hotel Mandarin Oriental Ritz y co-propietaria del restaurante Deessa —se presenta dejándonos estupefactos—. Ainhoa me ha hablado de vosotros y siendo fiel a mi nombre y concisa os diré que tengo una propuesta que haceros. En dos semanas vamos a realizar un proyecto con un estudio fotográfico, es un reportaje que hacemos de forma anual y que trata de transmitir la esencia de nuestro centro. Por motivos que no vienen al caso ahora mismo, tenemos dos bajas que cubrir de forma inminente y vuestros nombres se han puesto sobre la mesa.

Se detiene sólo para dejar paso a Ainhoa con los cafés y hacerle un sitio a su lado.

—Esto no es una oferta de trabajo, es una colaboración para nuestro proyecto. Un mes a lo sumo; dos semanas de preparación y dos semanas de reportaje. Tampoco sois los únicos. Nuestro restaurante posee dos estrellas Michelin y no damos cabida a nadie sin haberlo conocido antes. La perfección, la dedicación y el talento son claves y se premian.

—Entendemos que tenéis vuestros trabajos y estudios y haríamos lo necesario para compatibilizarlo —aclara Ainhoa, participando por primera vez—. Sois cuatro candidatos. Haremos dos turnos, mañana y tarde; y Clara y yo os supervisaremos durante estas dos semanas. Al finalizarlas, elegiremos a los dos mejores para hacer el reportaje.

Si la noticia y la presencia de Clara ya son impactantes, el tono autoritario de Ainhoa acaba por rematarlo. Ni siquiera sé qué decir ante semejante proposición. Aparecer en un reportaje de este calibre, nos abriría las puertas prácticamente a cualquier lugar. Miro a Paolo que tiene una cara parecida a la mía y también es incapaz de reaccionar.

—Tenéis de margen hasta mañana a medio día para darnos una respuesta —añade Clara posando una mano sobre la pierna izquierda de Ainhoa con una naturalidad pasmosa.

—Yo estoy dentro —suelto de repente y me obligo a alzar la vista de ese gesto.

Porque esta es una oportunidad única y ya veré cómo compatibilizar las clases, los estudios y mi vida, pero este proyecto tiene que ser mío por mi carrera y mi futuro; y ¿por qué no? Por descubrir qué une a Clara con Ainhoa para que ésta segunda ni se inmute ante su contacto cuando prácticamente rechaza el de todos los demás.

Mi vecina sonríe con superioridad y percibo cierto desafío en la mirada cuando sus ojos conectan con los míos.

—Yo también —sentencia Paolo a mi lado.

Y será mi percepción o me estaré haciendo una película, pero la afirmación de mi amigo borra un poco esa sonrisa.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora