Los elegidos

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Rebusco en la mochila el teléfono que no para de sonar y después de varios segundos doy con él.

—Hola amor —saluda Paolo tan efusivo como siempre—. ¿Ya has salido verdad? ¿Cómo crees que te ha ido?

—Pues te tengo que decir que estoy muy contenta. No sé si conseguiremos esta oportunidad, pero yo he hecho todo lo que he podido y más. Hoy ha sido un día muy tranquilo y las cosas me han salido bien.

—Ainhoa nos ha comentado que nos llegaría un correo electrónico con noticias. Me imaginaba que nos dirían a la cara si nos quedamos o no.

—Supongo que es cuestión de organización de horarios —la defiendo—. Clara hace un rato nos ha preguntado disponibilidades, igual tienen algo en mente.

—Bueno, vamos a ser positivos. Si sabes algo, me cuentas. Tengo que volver al trabajo, me alegro que te haya ido bien. Esto puede ser nuestro, Luz —se despide con un beso y cuelga.

No es que no confíe en mí, pero me niego a hacerme demasiadas ilusiones que después puedan romperse.

Empiezo a caminar calle arriba, con la intención de llegar al metro más cercano y escucho una voz familiar a mi espalda.

—¿Te apetece compartir coche? Voy en la misma dirección.

No puedo evitar reír ante su pregunta.

—¿Qué es lo que te hace tanta gracia? —quiere saber Clara, curiosa.

—Bueno, se lo propuse a Ainhoa el primer día y de forma poco amable me hizo ver lo descabellado que era —le explico encogiéndome de hombros—. Es sorprendente que os llevéis tan bien siendo así de diferentes.

—En el ámbito profesional es demasiado estricta, es cierto, pero es una de las mejores personas que tengo en la vida.

Me lo dice con tanta emoción que soy capaz de sentirlo, así que no le rebato nada, porque mi vecina me ha demostrado en varias ocasiones que es igual de estirada fuera de estas cuatro paredes.

—Oye, quería pedirte disculpas por lo del espionaje del otro día. Ainhoa me dejó preocupada el viernes y al escucharte hablar con ella, no sé, no lo pensé y...

—Tranquila, no me gustaron las formas, pero sí la intención —dice con calma, y algo más seria añade—. Luz, desconozco cuánto sabes de la situación de Ainhoa, pero está pasando un momento delicado y yo no puedo estar tan pendiente como me gustaría. Quiero pedirte, de forma extraoficial, que le eches un ojo de vez en cuando, por favor; no tendría que estar poniéndote en este compromiso pero...

—Clara —la interrumpo—, cuenta conmigo.

Me mira con orgullo y sonríe. Tras eso pierde la vista por la ventanilla lo que queda de trayecto.

Al llegar al portal y salir del ascensor, me coge del brazo deteniéndome.

—¿Paolo es tu pareja? —pregunta dejándome a cuadros, por lo personal de la cuestión.

—Eh..., es complicado, digamos que es un amigo especial.

—Voy a avanzarte algo, creo que te lo debo y además, prefiero que lo sepas por mí: tu amigo ha quedado fuera del proyecto. Ainhoa intentó convencerme de lo contrario, pero en mi opinión, Ruth tiene mejor técnica que él, así que, bueno, sois las elegidas, felicidades —confiesa con una gran sonrisa acompañada de una caricia en el brazo.

Clara se gira y llama al piso de mi vecina dispuesta a entrar y dejarme plantada ahí en mitad del rellano después del bombazo que va a cambiar mi vida para siempre. Y sólo tengo ganas de llorar y saltar y gritar y reír, porque he experimentado tantas emociones en estos días que me van a estallar todas en el pecho.

—Luz —oigo que me llaman chasqueando los dedos delante de mí y dirigiéndose a Clara añade—, ¿qué le has hecho para conseguir dejarla muda?

Y cuando desvío mis ojos hacia ella, veo una sonrisa burlona acompañando su comentario.

—Le he avanzado un poco de información...

—¿En serio? —pregunta retomando cierta seriedad en su rostro—. ¿Información privilegiada?

—Ay, Ainhoa —se queja Clara—, deja de ser tan estricta, lo iba a saber de todos modos en los próximos diez minutos, la decisión ya estaba tomada.

—No creo que sepa hacer eso, desde que la conozco ha sido su "mood" constante —me río recuperando la compostura.

—¡Oye!

—Bueno, os dejo intercambiando opiniones —comenta Clara divertida—. Esos correos no van a enviarse solos.

Atraviesa la puerta y desaparece de nuestra vista en cuestión de segundos pero mi vecina no parece tener mucha prisa por acompañarla; todo lo contrario, mete las manos en los bolsillos de su pantalón y recuesta su hombro contra la pared.

Y esa pose le sienta francamente bien.

—Así que después de proponerte para este proyecto, de ayudarte a preparar el último plato y de votar por ti y por tu novio, piensas que sólo sé ser estricta...

—Y estirada, eso también —añado a su descripción, con una sonrisa burlona.

La veo contener un amago de sonrisa en un intento por mantener su pose ofendida. Y yo ya no sé si la estoy chinchando por diversión o si lo único que pretendo es que vuelva a acercarse a mí como lo hizo aquel viernes.

—Y borde, ¿verdad? —pregunta, siguiéndome el rollo sin moverse ni un centímetro.

Ainhoa está entrando en mi juego pero sin acorralarme esta vez y tengo que reconocer que me molesta un poco, pero lo cierto es que siempre ha sido ella quien ha roto la distancia prudencial.

—Sí, un poco sí.

Ante esto, acaba perdiendo del todo su fachada y me clava una mirada que consigue erizarme la piel.

—¿No piensas nada bueno de mí?

Y podría decirle que es una chef impresionante, que verla trabajar es un auténtico placer, que no nos conocemos tanto para saberlo de primera mano pero dicen que es buena persona, que creo que es una mujer muy valiente y que esconder su vulnerabilidad no es necesario siempre, que es atractiva sin proponérselo, provocativa y sensual y que de eso, ni siquiera sé por qué soy tan consciente.

Pero me quedo sin suficiente atrevimiento y le confieso sólo la primera parte.

Debo haber sido poco convincente porque creo que Ainhoa sabe que me he quedado muy lejos de lo que realmente estaba pensando. La veo separarse de la pared sin apartar los ojos ni un milímetro y avanzar dispuesta a averiguar qué estoy escondiendo, pero Clara abre la puerta y ella se detiene de golpe.

—Venga Ainhoa, deja de escaquearte, que no voy a hacer yo todo el trabajo sucio.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora